Ecozine, Fescila, Salud y un festival del flamenco (con palos o sin ellos)

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Por Don Quiterio

   El festival Ecozine, que dirige Pedro Piñeiro, ha alcanzado su octava edición en Zaragoza con la defensa y la concienciación sobre el medio ambiente como objetivo. Un foro necesario en el que se exponen los valores de respeto hacia el espacio que nos rodea.

    La proyección del documental ‘La mujer y el agua’, de Nocem Collado, sirvió para abrir el certamen, y la realizadora recibió el galardón del presidente de la Green Film Network Award, que agrupa a veintiocho festivales de cine dedicados a la misma temática. También recogieron estatuillas –diseñadas por el artista Norberto Fuentes- José Vicente Barcia, miembro de la plataforma por el nuevo modelo energético y su apuesta por un sistema más ecológico y sostenible, y David Vicente Beato, por el cartel anunciador.

  Más de medio centenar de películas, entre cortos y largos, han competido este año. Unos documentos que hablan sucesivamente del tremendo aumento de la pobreza energética, de los hombres que salvan paraísos, de las aguas convertidas en fuentes inagotables de toxicidad, de las plantas nucleares, del cambio climático, de los pequeños pueblos que luchan por sobrevivir, de los vergeles que pueden convertirse en desiertos, de los últimos gorilas de montaña del mundo, del fenómeno de los sistemas de comunicación inalámbrica, de los desiertos salinos, de los circuitos internacionales turísticos y financieros, de la elaboración del pan artesano, del carbón quemado para producir acero, de los lugares más biodiversos del planeta, de la vida más allá del capitalismo, de los agricultores hambrientos, de los productores de semillas, de la siembra y la cosecha, de las fiestas y las costumbres…

  Todo un mosaico de recientes producciones provenientes de España, Inglaterra, Francia, Luxemburgo, India, Suiza, Ecuador, Italia, Austria, Bolivia, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Noruega o Kenia, y realizadas por cineastas como Arturo Menor Campillo, Miguel Carrillo Ponce, Orlando Von Einsiedel, Marc Khanne, Jean-Louis Schuller, Sean Clark, Farida Pacha, María Aguilera, Gwladys Déprez, Paolo Pisanelli, Sophie Stallegger, Jeremy Seifert, Julie Perron, Julio Villanueva, Jorge Molina, Ariadna Costa Villaró, Mary Kiio, Liz Miller, Iphigenie Marcoux-Fortier, Nupur Basu, Karen Winter o Günter Schwaiger. El nivel de esta edición ha sido muy alto, con obras muy considerables y la presencia de algunos de sus directores. Por cierto, ¿dónde estaban los cinéfilos de esta ciudad ingrata o los críticos oficiales de los medios de comunicación?

  El jurado premió a Manu Trillo por ‘Quivir’ como mejor largometraje documental nacional. El galardón al mejor largometraje documental internacional lo recibió Sebastian Mez por la producción alemana ‘Metamorfosis’. También recibieron premios el corto de animación francés ‘Premier Automne’, de Aude Danset y Carlos de Carvalho; el corto documental canadiense ‘On the other side of the sinore’, de Marie Daniel y Fabien Mazzocco; el corto de ficción polaco ‘Mar de tierra’, de Piotr Zlotorowicz; el corto de animación del público joven ‘Cuida el agua’, de Tomás Conde y Virginia Curiá, y menciones especiales al italiano Giovanni Maccelli por ‘Juan y la nube’, al español Alberto Monreal por ‘Madre Tierra’ y al turolense Guillermo Chapa por ‘Biodiversidad’. La gala de estos premios se clausuró con la proyección de la película ‘Los recuerdos del hielo’, de Albert Solé, autor también del documental de la Expo de 2008 ‘El sueño del agua’. Ángeles González-Sinde, la madrina de esta edición, expresó la importancia de este tipo de festivales.

  Ecozine, en última instancia, se consolida como uno de los festivales más importantes de la temporada por ser una ventana al trabajo de cineastas comprometidos que se dedican a informar y sensibilizar. Y, en efecto, este certamen es un foro imprescindible, con una labor importante de los realizadores, en el que se exponen los valores de respeto hacia el espacio que nos rodea, para concienciar sobre el peligro de una tierra enferma que muestra síntomas preocupantes. Mejorar nuestra calidad de vida solo depende de nosotros, si cuidamos, mimamos y protegemos el espacio natural, aunque se precise alzar la voz para denunciar a los poderosos que, muchas veces, obedecen únicamente a los mandatos del dinero, y esquilman y devoran bosques, amazonias o pueblos indígenas.

  Por su parte, la vigésima edición de Fescila (el festival cinematográfico de La Almunia de doña Godina) se inauguró con el premio de la Villa –una réplica de la pila bautismal de la ermita de la virgen de Cabañas- al director, guionista y productor Gaizka Urresti, en reconocimiento a la trayectoria y el trabajo realizado desde Aragón de este cineasta vasco afincado en Zaragoza hace años, que ya fue premiado en esta localidad por sus cortometrajes ‘Un dios que ya no ampara’ (2011) y ‘Abstenerse agencias’ (2012). Además, el galardón Florián Rey lo recibió José Luis Cuerda, del que se programaron sus películas ‘Amanece que no es poco’ (1988) y ‘Los girasoles ciegos’ (2008). El certamen almuniense dirigido por Carmen Pemán ha proyectado treinta y tres cortos a concurso, entre ellos cuatro aragoneses: ‘El pez’, de José Manuel Herráiz; ‘Mientras somos’; de Jacobo Atienza; ‘Felicidad’, de Ferrán Queralt, y ‘Os meninos do rio’, de Javier Macipe.

  En la gala de clausura se entregaron los premios de una edición que ha cumplido veinte años con el lema ‘El año que nací yo’, como guiño a la canción que Imperio Argentina cantaba en ‘Morena Clara’, dirigida por Florián Rey en 1936. ‘Bikini’, de Óscar Bernarcer, se hizo con el premio especial del jurado. ‘El pez’, de José Manuel Herráiz, fue el mejor corto aragonés. ‘This is Joe’, de Francis Díaz, mejor documental. ‘Desconexión’, de Juan López Moreno, mejor corto comarcal. ‘Os meninos do río’, de Javier Macipe, mejor corto de la juventud. ‘Cuerdas’, de Pedro Solís, mejor corto votado por el público. En el apartado de guiones para cortos triunfaron Jorge Yúdice (‘Más allá de mí’), José Ignacio Pérez (‘En tus zapatos’) y Samuel Navarro (‘Toño para los amigos’). En la categoría de valores educativos y ciudadanos ganaron ‘¡Piénsalo!’, del instituto Rodanas de Épila, y ‘El videojuego más alucinante’, del colegio público Vicente Ferrer Ramos de Valderrobres. Finalmente, en la categoría hispanoamericana ganó ‘El quinto piso’, de Andrés Fernando Ardilla, y en la juvenil se llevó el galardón Alejandro Aisa por ‘Mientras tus ojos sigan en mí’.

  El decimotercer certamen Cine y Salud celebrado en Zaragoza intercambió experiencias sobre la utilización del audiovisual como herramienta educativa, porque educar para fomentar un pensamiento creativo y crítico es el objetivo prioritario de este festival en el que predominaron las temáticas de la alimentación saludable, la práctica del deporte, el rechazo al acoso escolar o la prevención de la violencia de género. Los premios recayeron en distintos institutos de enseñanza secundaria y diversos centros aragoneses: Rodanas (‘¡Piénsalo!’, también premiado en La Almunia), Parque Goya (‘Basta ya de machismos en whatsapp’), San Pablo (‘Pasos’), Santa Rosa (‘La otra carta’), Santa Ana (‘La verdadera realidad’), Segundo de Chomón (‘Tú tienes la llave’) o Pedro de Luna (‘Una historia de ruido’), instituto este último que también recibió una mención especial por el corto ‘Dos rayas’, realizado por los alumnos al comando del profesor Manuel Hernández. Todos estos estudiantes de secundaria han descubierto un certamen donde el cine es esa herramienta con la que se fabrican los sueños, pero también que amar el cine es amar el pensamiento crítico y crecer en libertad, además de hacerles reflexionar sobre conductas saludables. Y han fabricado unos cortometrajes alejados de las formas didácticas del documental y próximos a la narrativa cinematográfica creativa que incrementa el poder motivador. Enhorabuena.

  Por último, un festival del flamenco impulsado por José Luis Cortés, alias ‘Panoja’, se celebra en Zaragoza hasta finales de junio con diversos actos: conciertos, presentaciones, charlas, conferencias, proyecciones… Músicos como Juan Dual, Rubén Jiménez, Rocío Márquez, Tomás de Perrate o Alejandro Monserrat participan en este evento artístico que, además, programa los documentales ‘Mario Pacheco, historia de una pasión’, ‘Paco de Lucía, la búsqueda’, ‘Los niños del flamenco’ o ‘Enrique Morente, buscando miradas’. Al mismo tiempo, se programa un ciclo de cine en torno a la personalidad del madrileño Gonzalo García Pelayo, locutor de radio y televisión, productor musical y cineasta. Como director de películas, es uno de los pioneros en mezclar realidad y ficción, y así lo podemos apreciar desde su primera experiencia con el corto ‘Mario’ (1969), práctica de fin de curso en la escuela oficial de cine, hasta su última realización, ‘Copla’ (2015).

  Entre ambos trabajos, sus largometrajes parecen fallidos intentos de análisis de la sicología andaluza con ciertas escabrosidades en cuanto a las historias: ‘Manuela’ (1976), ‘Vivir en Sevilla’ (1977), ‘Intercambio de parejas frente al mar’ (1978), ‘Corridas de alegría’ (1981), ‘Rocío y José’ (1983), ‘Alegrías de Cádiz’ (2012), ‘Niñas’ (2013) o ‘Amo que te amen’ (2014). Si su cine evidencia su gran amor por la música y la fascinación por los paisajes y la gente del sur de España, más allá del flamenco (con palos o sin ellos), las chicas, el dinero, los asedios o los robos, también te puede dejar, para qué engañarnos, cara de póquer. O de acelga, como a un sacristán cualquiera. Y es que el juego del póquer es uno de los muchos perfiles que tiene Gonzalo García Pelayo, un tipo que ha desbancado ruletas por todo el mundo. Dice que la vida es un juego. Y a ello se dedica.

  Así lo explica: “Un buen jugador de póquer tiene que ser capaz de ganar con la suerte media. Cuando gana tiene que hacerlo con su destreza. Cuando juego a la ruleta no pido tener suerte, pido ganar el porcentaje que yo creo que tengo de ventaja. Lo tengo medido. Evidentemente, no rechazo tener suerte y tener más beneficios. Lo que pido es no tener mala suerte, que también la puedo tener. En realidad, me formé en el ajedrez. Es importante el sentido de la posición. Hay que pensar más en el otro, cosa que el mal jugador es imposible que haga. Y un gran jugador de póquer tiene que ser una mezcla de jugador de ajedrez y boxeador. El boxeador está siempre pendiente del rival, del golpe que va a efectuar. Igual que el ajedrecista. Un boxeador, además, es frío. No llora. Ni se queja. Un buen jugador de póquer tiene que ser extremadamente frío. Di clases a Mortensen y acabó ganando el campeonato mundial en Las Vegas. Es un tío capaz de tirarse un farol de un millón de euros sin mover un músculo. El primer día que perdió se echó a llorar y le dije: ‘Es la última vez’. Se aprende perdiendo, como en la vida”.

  En cualquier caso, se arriesga más invirtiendo en la música o en el cine que en la ruleta. A fin de cuentas, muchas apuestas de la música y el cine las ha perdido Gonzalo García Pelayo, patriarca de un clan familiar sobre cuya faceta como jugadores se ha filmado el documental ‘Vivir en Gonzalo’, dirigido al alimón por Luis García Gil y Pepe Freire en 2013, y la película de ficción ‘Los Pelayos’, realizada un año antes por Eduard Cortés, una mezcla de comedia, drama e intriga para una comercial historia basada en los hechos reales de las andanzas de una familia que, en la década de 1990, idea un método estadístico para vencer en la ruleta y que en apenas cuatro años les hace ganar un millón y medio de euros. ‘Los Pelayos’ recoge con entusiasmo el testigo de las películas sobre estafas, a las que el cine de Hollywood ha dado algunos memorables títulos. No es el caso de este relato que cuenta el método que desarrollaron nuestros protagonistas para detectar las imperfecciones físicas de una ruleta por milimétricas que fueran.

  La mejor inversión, irónicamente, es el azar, aunque advertía Friedrich Schiller que no existe la casualidad, pues lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas. Pero no es menos cierto que un coetáneo suyo como Voltaire sostenía todo lo contrario, hasta el punto de que escribió que la casualidad no es ni puede ser más que una causa ignorada de un efecto desconocido. El debate, en fin, sobre si la casualidad resulta un concepto forzado o incontrolable es antiguo, aunque, ciertamente, con el ascenso de la burguesía como clase social que intenta ser dueña de su destino, en efecto, la cuestión es objeto de intensos debates filosóficos.

  Sea como fuere, la casualidad es una dama de curiosos caprichos que se presenta inesperadamente jugando con los calendarios. Y del cine del jugador de póquer, con palos o sin ellos, mejor no hablar. Una cuestión de prudencia. O de azar.

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