Los estrenos en los cines: El triunfo de la coproducciones

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Por Don Quiterio

     El espectador que quiera asistir a una sesión de cine, para disfrutar de la última película de superhéroes o de las nuevas comedias románticas, debe rascarse el bolsillo y gastarse de media ocho euros (céntimo arriba, céntimo abajo), sin incluir películas en el formato de las tres dimensiones y demás zarandajas.    Muchos culpan a la subida del impuesto sobre el valor añadido en septiembre de 2012, cuando el ejecutivo decide aumentar trece puntos los tipos que afectan a cines, teatros y funerarias. En un contexto de crisis económica, los espectadores se cuidan de realizar excesivos gastos en ocio, y más aún cuando la piratería pone al alcance del espectador gran variedad de películas a coste cero. Desde el sector mantienen esta subida de precios como una de las bases para la supervivencia del sector, ya que, desde su punto de vista, el negocio, si se bajasen los precios, dejaría de ser rentable. Una de las sugerencias más comunes ha sido la reducción del precio de las películas con menor coste de producción, pero parece que, por el momento, la recomendación ha caído en saco roto.

     La subida de los precios en el cine ha aumentado casi un cincuenta por ciento en los últimos diez años. Una subida desproporcionada que ha ayudado y, en algunos casos, fomentado la aparición de la piratería y, como consecuencia, el descenso de espectadores. Se han cerrado muchos cines, pero los cines que se han abierto o mantenido tienen muchas salas, siguiendo así una tendencia centralizada que aboga por la concentración y los multicines. Otro de los males que afecta a la gran pantalla es la escasa competencia que existe entre las diversas empresas que gestionan el entretenimiento audiovisual. En Zaragoza se puede hablar con claridad de un monopolio en lo que a salas de cine se refiere. La empresa Cinesa es propietaria de casi la mitad de las salas existentes en la ciudad y, además, terminó con la competencia el día en que adquirió los complejos de su principal competidor. Por ello, la mayoría de las películas que se programan en Zaragoza se estrenan en esta compañía española. Vamos a empezar con las últimas coproducciones estrenadas en esta nuestra ciudad inmortal.

     Las coproducciones suelen sacar adelante proyectos que de otro modo serían inviables. Es el caso del filme hispanoestadounidense ‘Una noche en el viejo México’, un atípico wéstern crespuscular protagonizado por un viejo vaquero gruñón y su nieto estrechando lazos afectivos. Sospechoso de padecer el clásico brote de cinefilia académica que caracteriza a los directores que levantan proyectos de envergadura sin haber pasado por la criba de la escritura de guiones, la televisión, el videoclip o el cortometraje, donde se pulen o difuminan identidades y se mide la capacidad para acometer grandes esfuerzos, Emilio Aragón naufraga en esta suerte de ‘road movie’ fronteriza, con subtramas metidas con calzador, todo muy impersonal e insatisfactorio, que recuerda al cine del poco consistente Ron Howard.

     Más coproducciones: la francoestadounidense ‘Tres días para matar’ (Joseph McGinty Nichol) es una mediocre acción trufada de conflictos familiares, más burdos todavía, en torno a la última misión de un agente del servicio secreto; la hispanoirlandesa ‘Amor en su punto’ (Dominic Harari y Teresa Pelegri) es una comedia entre socarrona y romántica, pero muy tontorrona e irregular, donde la gastronomía y el amor se fusionan por las calles de Dublín; la argentinoestadounidense ‘Violetta, la emoción del concierto’ (Matthew Amos) muestra, entre la irritación y la nadería, cómo fue el espectáculo en Milán de la joven cantarina argentina apadrinada por Disney en todo el mundo, en el que también participa el zaragozano Diego Domínguez; la germanoisraelí ‘Big bad wolves’ (Aharon Keshales y Navot Papushado) es un ejercicio visual brillante e insólito, un thriller sobre tres asesinatos entre la comedia negra y el sadismo; o la francobelga ‘Nueva vida en Nueva York’ (Cédric Klapisch), maliciosa y desigual tercera parte de la trilogía sentimental iniciada con ‘Una casa de locos’ y seguida con ‘Las muñecas rusas’, en la que sus protagonistas reaparecen convertidos en inmaduros que arrastran su pasado.

     También es una coproducción la hispanofrancesa ‘Hermosa juventud’, de Jaime Rosales, un retrato emocionante sobre las dificultades de los jóvenes españoles para encontrar un trabajo digno o indigno, con excelentes elipsis temporales y un tono documental apropiado al conjunto, directo y objetivo, sin juzgar a nadie, sin buscar malos y buenos, víctimas y verdugos. O la producción entre Australia y Estados Unidos ‘Al filo de la mañana’, de Doug Liman, una tan entretenida como grandilocuente adaptación del manga creado por Hiroshi Sakaruzaka, una especie de videojuego narrado con sentido del ritmo a caballo entre la ficción científica y la aventura bélica, con alienígenas invencibles en un futuro cercano y que coge prestada la idea de aquel día de la marmota de Harold Ramis. O la francoaustraliana ‘Dos madres perfectas’ (Anne Fontaine), discreta y artificiosa adaptación de la novela ‘The grandmothers’, de Doris Lessing, sobre la fuerte relación que las mujeres pueden forjar entre ellas.

     El cine español viene representado por ‘En apatía’ (Joel Arellanes Duran), historia de redención de un adolescente descarriado, un discreto relato dramático que supone el debut en el largometraje de su realizador; ‘Antonio Vega, tu voz entre otras mil’ (Paloma Concejero), intenso documental sobre la vida personal y artística de quien fuera líder de Nacha Pop, contado con profusión de voces, imágenes de archivo, grabaciones inéditas, actuaciones, entrevistas o fotografías, una vida vivida entre el cielo y el infierno, el talento y el tormento. El cine norteamericano, por su parte, es el que copa la mayoría de los estrenos, como no podía ser de otra manera: ‘En un lugar sin ley’ (David Lowery), un drama romántico triste y desasosegador, seco y realista, que habla de una pareja de fugitivos, enamorados y despreocupados, que sobreviven gracias a los delitos que comenten y recuerda, para bien, las texanas malas tierras de un Terrence Malick cualquiera o cualquier canalla de la francesa Claire Denis; ‘Malditos vecinos’ (Nicholas Stoller), una comedia gamberra sobre una joven pareja que, después del nacimiento de su primer hijo, se ve obligada a vivir en la casa contigua a una ruidosa fraternidad universitaria, con chistes de brocha gorda que enmascaran discursos más sutiles; ‘A veinte pasos de la fama’ (Morgan Neville), atractivo documental sobre la desconocida historia de las coristas negras que han acompañado a algunas de las más grandes leyendas de la música, a través de un metraje de archivo y entrevistas con Sting, Mick Jagger, Steve Wonder, David Byrne, Ray Charles o Lou Reed; ‘Redención’ (Steven Knight), acción estereotipada en torno a un exsoldado atormentado por un trágico pasado que asume, por error, la identidad de un miembro de la alta clase británica; ‘Godzilla’ (Gareth Edwards), donde la criatura creada en 1954 por la productora japonesa Toho, una especie de dinosaurio y gorila mutante, vuelve a las pantallas, un entretenimiento de serie b que arranca de una manera clásica y deriva en un festival de demoliciones; ‘Amor sin control’ (Stuart Blumberg), comedia de tintes dramáticos que en ambos terrenos parece quedarse corta, la vida de tres personajes que tienen como nexo de unión su adicción al sexo en un producto sin el rigor ni la contundencia del ‘Shame’ de Steve McQueen; y ‘Maléfica’ (Robert Stromberg), vuelta de tuerca al clásico ‘La bella durmiente’, en una versión feminista de impactante factura visual y poco más, todo envuelto en una atmósfera de terror gótico y oscuro.

     El cine europeo siempre aparece, aunque sea con cuentagotas: la francesa ‘Los ojos amarillos de los cocodrilos’ (Cécile Teleman), discutible adaptación de la novela homónima de Katherine Pancol sobre dos hermanas opuestas, una agraciada y adinerada y otra con tremendas dificultades; la también francesa ‘Grace de Mónaco’ (Olivier Dahn), melifluo ‘biopic’ que naufraga en diversos tramos, un retrato sobre la princesa Grace Kelly centrado solo en un año de su vida, un año en el que rechaza la posibilidad de volver a trabajar con Hitchcock en’Marnie, la ladrona’, por cuestiones superiores de estado; la británica ‘Dom Hemingway’ (Richard Shepard), sobre un airado desvalijador de cajas fuertes que intenta recuperar el contacto con su hija, en un cóctel de thriller y comedia ácida, con muchos lugares comunes y convencionalismos; la rumana ‘Madre e hijo’ (Calin Peter Netzer), personal y poderoso relato sobre la lucha de una madre por salvar a su hijo de la prisión, acusado de atropellar y matar a un niño; y la italiana ‘Viva la libertad’ (Roberto Andó), brutal sátira política que muestra un conflicto entre el hombre y la sociedad, basada en la novela homónima del propio realizador. Seguiremos informando.

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