Explosión de una Supernada / José Joaquín Beeme


Por José Joaquín Beeme
http://blunotes.blogspot.it/

La ultraviolencia de los drugos se queda chica, en comparación. No hay escena donde algo o alguien no explote, deflagre, se pulverice en una lluvia de fragmentos ácidos. 

Los pocos instantes de diálogo, entre crash y boom, son epigráficos, previsibles, también increíbles. Un gran monumento al abismo que nos tienta y, de paso, a la potencia renderizadora de los ordenadores que hacen que esa traca funcione. Pero siempre me sorprenderá cómo estas superhumanidades, o humanidades mejoradas, que disponen de una tecnología militar de destrucción, más que masiva, total, acaban resolviéndolo todo a guantazos y revolcones en el último round. El estigma alienígena, o el backstage del héroe disfrazado de periodista, o la coloración crística del salvador, son novedades de poca cuantía; quiero decir que para este viaje a la nada no se requerían tantas añagazas, ni tanto despilfarro fallero. Acaso las crisis reclamen o monstruos o superhéroes, no importa si clonados hasta la náusea, que son como nuestro autorretrato de profundis, por elevación o en fatal caída, en todo caso espejos deformantes con su verdad intrínseca. Los cómics justicieros nacieron en la patria del dominio mundial y, consiguientemente, de la amenaza mundial. SM renace en Kansas, dónde si no, y como es de rigor la venganza kryptonita se cierne, antes y sobre todo, en los estados de la Unión, supuesto epítome del mundo avanzado. ¿No son esos rascacielos que se desploman, atravesados por aeronaves-proyectiles, casi una imago primordial? Dorothy, que algo sabía de catástrofes, nos condujo en alas de tornado a una infancia technicolor; el sueño de su coterráneo es lo más parecido a una pesadilla dark de la que, sin embargo, no es posible despertar.

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