Soy vieja, y qué / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

     Envejecer es una experiencia. Envejecer es un proceso biológico. Y, en esto, como en otras tantas cosas, las mujeres nos llevamos la peor parte.

   Vivimos en una sociedad desigual, que admira la juventud y que invisibiliza e ignora a las personas mayores en general, y a las mujeres mayores en particular.

    Nos asusta la vejez, de ahí que intentemos disfrazar nuestra edad. Nos volvemos patéticas cuando decimos: Tengo 81 años, pero me siento como una veinteañera. Tengo el alma joven. Disfruto de mi segunda juventud. ¡Ya! Esa necesidad de negar, ocultar y no asimilar la vejez, te delata. No te ves horrible cuando te miras al espejo. No te sientes decrépita. No estás achacosa. Vale. Pero, querida, eso no te convierte en joven cuando has superado los 80.

      ¿Por qué nos mentimos y, de paso, intentamos engañar a los demás? La respuesta es sencilla: porque, en nuestra sociedad, la vejez se asocia a conceptos negativos: enfermedad, ocaso de la vida, falta de dinamismo, improductividad, ideas caducas, inadaptación a los cambios… Este es el estigma. La realidad es que con los años hemos ido aprendiendo esas lecciones magistrales que imparte la vida y nos hemos vuelto sabias, somos más agradecidas, comprensivas, generosas y compasivas, hemos superado mil pruebas que avalan nuestro coraje y fortaleza y no nos ha quedado otra que sobreponernos a todo tipo de desastres.

    Es obvio que no podemos quedarnos ancladas en una perpetua juventud. Envejecemos. Aunque no nos agrade vernos con canas, con arrugas, con un cuerpo que refleja el paso de los años, envejecemos. Y en vez de intentar mantener a toda costa cuerpo, mente y espíritu a pleno rendimiento, deberíamos optar por convertirnos, al fin, en dueñas de nuestro tiempo y de nuestras vidas. Ser viejas, pero ser libres, poderosas y felices. 

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