Cambio de número / Angel Garcés


Por Ángel Garcés

      G. me había enviado un correo electrónico previamente. En él me decía que, de forma esporádica, me leía en el Heraldo y me quería plantear un tema para un próximo artículo.

    A la hora prevista, oigo unos pasos nerviosos en torno a la puerta de mi despacho. Juraría que alguien está tarareando el Cara al Sol. Llama, por fin, y entra a mi despacho. Le noto entre tímido y desafiante. Su mano está sudorosa y huidiza, casi tanto como su mirada. Le pido que se siente y que me concrete el objeto de su visita.

– Verá, profesor, padezco un trastorno de identidad asociativo, también conocido como “síndrome de personalidad múltiple”, aunque el mío es relativamente sencillo, ya que sólo lidio con dos identidades. Estoy diagnosticado desde hace tiempo. Siento como si hubiera dos personas en mí y me gustaría que esa sensación, que ese sentimiento se materializara en un cambio de número en el Registro Civil. Si albergo dos personas tan distintas, ¿por qué aparezco con una única identidad? Quiero que se admita mi pluralidad identitaria. Exijo mi derecho a la autodeterminación de número. Si se ha conseguido consagrar ese derecho en torno al género, por qué no en relación al número. Lo contrario sería discriminatorio y vejatorio.

    Anonadado, observo su aparente tranquilidad mientras su mirada se pierde en un inescrutable horizonte interior.

-Sé lo que está pensando – prosigue, mientras su tono se hace más áspero-. Cree que probablemente no me haya tomado hoy la medicación. Mire, tenemos que “despatologizar” esta cuestión. Por favor, exijo respeto para mi forma de ser, para mis distintas formas de ser.

   Se está alterando. Intento explicarle que el respeto que solicita y merece no acarrea que admita sin más sus razonamientos. Pretendo convencerle de que mi discrepancia denota, precisamente, respeto hacia él.

-¿Cuál es el problema? ¿Radica en que nuestro colectivo no está organizado? ¿O, acaso, nuestra invisibilidad estriba en que ninguna Universidad norteamericana ha formulado una propuesta sobre esta cuestión? Mañana, tengo cita con los representantes de diferentes partidos políticos. Estoy convencido de que más de uno asumirá mis reivindicaciones. Somos unas víctimas más de una sociedad que discrimina al diferente. Exigimos normas especiales que consagren nuestro derecho a la diferencia. No lo olvide.

   Le planteo algunos problemas que podrían surgir. Le pregunto, si acaso, habría que modificar también el censo electoral y permitirle votar dos veces. No se arredra, defiende esa posibilidad. Cree que sus dos identidades votarían a formaciones políticas distintas. Es más, no descarta recibir dos prestaciones sociales por el mismo concepto.

   Me corta constantemente para hablar sobre él, sobre ellos. Se transmuta en una permanente pugna repleta de luces y sombras. Le pregunto a qué se dedica y me contesta que a sobrevivir. Dice que sus ingresos provienen del Estado, como los de millones de españoles, como los míos. Me plantea, no obstante, que le gustaría acceder al empleo público y, como ocurre con las personas transexuales, espera que las normas que regulen la autodeterminación de número contemplen un cupo para ellos, que habrá de elevarse al cuadrado o al cubo habida cuenta de sus múltiples personalidades.

   No sé cómo quitármelo de encima. Le digo que no le puedo ayudar. Me mira desafiante y me llama algo que no acabo de entender, salvo que termina por el sufijo “fobo”. Le sugiero que vaya a los medios de comunicación. A la mayoría, les seducen estos temas. Él es un personaje que “daría juego” en unos canales de televisión que amplifican las permanentes quejas de los ofendidos como él.

    Al irse pega un portazo y me llama “fascista”, aunque a esto último ya estoy acostumbrado. Segundos más tarde, llama a la puerta y me pide disculpas. Su ego más violento es también el más incrustado en sus entrañas, según dice. Se marcha tarareando el Canto a la Libertad.  Espero no volverle a ver.

   No descarto que, tarde o temprano, se hagan realidad algunas de sus reivindicaciones, aunque haya que esperar a los objetivos de la próxima Agenda, la 3040. Eso sí, sus conquistas sociales avanzarán más deprisa si enarbolan una bandera en las manifestaciones. Polícroma, por supuesto, acorde con las personalidades de sus portadores.

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