¡Que vienen las elecciones! / Dionisio Sánchez


Por Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net
 

       Pocas fechas tan divertidas para los que nos gusta el “barro” político como las previas a cualquier elección.

    En el próximo horizonte vemos ondear al cierzo la bandera de los comicios  autonómicos y municipales que son, sin duda, los más divertidos.

      La clase política se pone de punta en blanco y todo son acercamientos, fiestas de compromiso, banquetes de boda y un mareo inusitado por conseguir una foto en las páginas de los periódicos  o una presencia apropiada en los foros de las televisiones, radios locales y presencia vomitiva en las redes sociales, que las manejan cuatro listos que les garantizan 10  millones de pinchazos por cada majadería que suelte el candidato o su entorno. 

      Aquellos que nunca quisieron acercarse a la realidad de la vida cotidiana para conocer los sinsabores de sus votantes se programan minuciosamente salidas, visitas a colectivos, vermutes, besamanos y declaraciones siempre asesorados, eso sí, por los abundios descerebrados que habitualmente tienen a su servicio con buena nómina, pero de memoria flaca, puesto que parece que el resto de la legislatura ya consumida, la carrera diaria,  no ha existido en  sus apreciaciones de servicio al candidato de turno donde le ha tocado apesebrarse.

     Son, pues, seguro, los cuatro meses que a mí más me gustan porque se disfruta viendo la desazón de los torpes del entorno que ven en el alero sus sinecuras,  los excesos por conseguir lo inalcanzable y donde el político de medio pelo se arrastra con una sonrisa que no le pertenece para convencernos de que, ahora sí, cumplirá todo lo que no hizo en los cuatro años que le han precedido. ¡Y la pasta! ¡Cómo circula la pasta! Campañas, campañitas, sobres y  promesas y todo ello con el candidato al borde del infarto por ir a un pueblo donde nadie le va a votar, asistiendo a comidas donde las voluntades ya están decididas, con los hígados a tope y la cocaína haciendo estragos entre los más débiles. ¡Pobres políticos! Son los cuatro meses donde el votante disfruta viendo al aspirante en su justa miseria repitiendo una y mil veces el discurso que los descerebrados y abundios le han preparado seguros de que el éxito sonreirá al jefe de filas. Y el candidato, ¡pobre!,  aparece  ante las carcajadas del votante muerto de miedo cuando reflexiona sobre la cantidad de pesebres que dependen de su éxito.

     Son los momentos en que los aspirantes  sueñan con ser políticos de verdad, caballos salvajes trotando por el pasto electoral sin las alforjas de los compromisos que conlleva conseguir la paz del “aparato” que los ensalza ¡Qué bonita es la democracia en estos días! Todos los que nos han estado jodiendo han de pelear a muerte por seguir en el sillón porque el fracaso  provocará la revisión de su candidatura, el desalojo del puesto ante una militancia airada y deseosa de sangre y el pase a la situación de ciudadadano marcado, sin fotos, sin declaraciones, olvidado y sin palmadas. A partir de entonces, solo escuchará la risa cómplice de sus propios compañeros ( “¡Te jodes, por cabrón!”) y el silencio de la ciudadanía que silba contenta al ver sangre en el circo. ¡Maravillosos días para recordar toda la vida!

    Han sido cuatro años de aguantar melonadas, de escuchar opiniones de tontos que van como piojos a la vera de los pelos de los jefes, de aprendices de intérpretes áulicos de los estados de opinión, de morralla cateta que ahora, sin careta y sin púlpito, suplica una caña y unos segundos de tu tiempo para que le sonrías  y reciba el parabién hipócrita de nuestro verdadero deseo: “¡Que te den por el culo, cabrón!”. Por todo ello, ahora, gritamos: “¡A por ellos! ¡A caballo! ¡Yihíiiiiii! ¡Salud!”

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