El culpable / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

    Hace años, cuando estaba en la universidad, el profesor de Antropología nos encargó un trabajo para realizar en equipo.

    Se trataba de encontrar ese punto en la historia de la humanidad a partir del cual todo se fue al garete. Por decirlo de una forma clara y concisa, había que encontrar la gran cagada que nos ha traído hasta el desastroso mundo actual.

    En mi grupo hubo diversidad de opiniones, que si la Primera Guerra Mundial, que si el uso del dinero… Al final, ganó mi propuesta. Convencí a mis compañeros de que el error más grave había sido descender de los árboles. No hay más que ver la vidorra que llevan nuestros primos hermanos los gorilas, orangutanes o chimpancés. Pasan el día sesteando en una rama, comen, van, vienen, hacen vida social cuando les apetece, discuten a veces, pero en general llevan una existencia tranquila, si excluimos el acoso de los furtivos.

    Nosotros, los ¿inteligentes? humanos, además de matarnos entre nosotros con cualquier excusa, hemos conseguido el calentamiento del planeta, que suba el nivel de los mares, que miles de especies se extingan, que no quede un centímetro de tierra, mar o aire sin contaminar, que la amenaza nuclear esté siempre presente… No digo que esta sea la peor época de la historia, aunque, desde luego, no es la mejor. ¿Y de quién es la culpa? Nuestro cerebro siempre busca culpables que nos exoneren y he encontrado al candidato perfecto para el puesto. Se trata del Tiktaalik. Un bicho con más de 375 millones de años de antigüedad. Tenía aspecto de pez, pero sus cuatro incipientes extremidades le permitieron salir de su hábitat: el agua, y desenvolverse torpemente por la tierra.

    De este Tiktaalik original pudieron evolucionar casi la mitad de los vertebrados actuales, incluidos nosotros. Así lo acredita un grupo de paleontólogos, tras estudiar unos cráneos y huesos encontrados en el Ártico canadiense en 2004. Con estas conclusiones, tenemos que trasladarnos al Devónico Tardío para encontrar al responsable de nuestros males. Tal vez le pudo la curiosidad por saber qué se cocía en suelo firme y se arriesgó a explorar el territorio cercano, quizás buscaba variar la dieta encontrando nuevos alimentos, acaso el mundo submarino no era un lugar idílico… Quién sabe. Quién sabe nada.

    El pobre Tiktaalik, que ya no puede defenderse de mis infundadas acusaciones, carga ahora con el peso de nuestros pecados. Cuando, en realidad, la culpa es del capitalismo, el patriarcado, la ignorancia, la codicia…

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