Antropocentrismo insoslayable / Antonio Tausiet


Por Antonio Tausiet
http://tausiet.blogspot.com

    Una de las cosas más interesantes que he aprendido al escribir mi último libro ha sido que los fenómenos físicos sólo existen y se definen respecto a las relaciones o interacciones.

     Conceptos que tenemos asociados a la realidad, como el espacio o el tiempo, sólo describen relaciones. El espacio es la distancia entre objetos; el tiempo, la distancia entre sucesos. En el mundo subatómico, las cosas son equivalentes: las partículas son de un tipo u otro según las interacciones entre ellas, dadas por propiedades como la carga eléctrica.

   Aún hay un salto más, que afecta a nuestra comprensión del funcionamiento de todo. Para poder describir cualquier fenómeno, se debe introducir una referencia a la observación. En la relatividad, los cambios de masa o velocidad se refieren a distintos observadores. Sin observador o sintiente no hay modificaciones.

     Un ejemplo recurrente es la pregunta sobre si cuando muere un árbol en un bosque desierto su caída se oye. Los científicos se afanan en responder rápidamente que no. Si no hay un receptor, las ondas de sonido no se oyen, así que la caída del árbol no produce sonido. Está claro que es sólo una metáfora, puesto que todos los bosques tienen vida animal, más allá de la humana, y los pájaros sí oyen.

    Pero esa pregunta y su respuesta vienen muy bien para dejar clara la conclusión final. Todo el conocimiento se basa en la experiencia humana, y por lo tanto es reduccionista. Cuando hablamos de tardanza o rapidez, nos referimos a nuestras sensaciones: «las plantas se mueven muy lentamente». Cuando hablamos de magnitudes, lo mismo: «el universo es muy grande y los átomos muy pequeños». La luz «tarda mucho en llegar desde una estrella lejana»: en llegar hasta nosotros.

    La optimista consideración acerca de que una especie inteligente en un pequeño planeta del sistema solar ha conseguido entender y formular las leyes de la naturaleza no es más que una pretensión vana nacida del orgullo de nuestra toma de conciencia. Todo lo que creemos saber es sólo fruto de nuestra observación respecto a las relaciones entre sí de lo que nos rodea, y sobre todo de sus relaciones con nosotros mismos.

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