La naturaleza humana desde el punto de vista marxista

 

Por Manuel Sogas Cotano

“La concepción del socialismo en Marx depende de su concepto del hombre (…). Evidentemente, el fin del socialismo es el hombre.” [1]

Muchos sociólogos y psicólogos contemporáneos de Marx creían que no existía una naturaleza humana como tal, sino que “el hombre, al nacer, es como una hoja de papel en blanco, sobre la que la cultura escribe su texto.”[2]

Marx niega esta noción de “no” naturaleza del hombre de su tiempo, para mantener que es un ser reconocible y determinable que puede ser reconocido no solo biológicamente, anatómicamente y fisiológicamente, sino también psicológicamente, y con “características necesarias, constantes de todos los individuos humanos (el trabajo, la sociabilidad, la consciencia y la universalidad)” [3] en cualquier circunstancia de espacio, lugar y tiempo, siendo su característica esencial la forma en que realiza su actividad vital, que es precisamente la que le diferencia y separa del resto de los animales.

Diferencia Marx entre “la naturaleza humana en general” y “la naturaleza humana condicionada”, distinguiendo a la vez “dos tipos de impulsos y apetitos humanos”: los constantes e invariables, como el hambre y el instinto sexual, que sin modificar su esencia pueden variar sus formas de realización y tendencias en función de las culturas de las que se trate, y los apetitos relativos, los que no siendo integrantes de la naturaleza humana “deben su origen a ciertas estructuras sociales y a ciertas condiciones de producción y comunicación…, la necesidad de dinero es, pues, la necesidad real creada por la economía moderna y la única necesidad que esta crea…, se convierte (así esta necesidad) en una servidumbre ingeniosa y siempre calculadora a los instintos inhumanos, depravados, antinaturales e imaginarios” [4], que en el transcurso del tiempo y por falta de reflexión, el individuo las llega a tomar, efectivamente, como elementos naturales de su propia naturaleza.

Así, por ejemplo, en la organización social en la que predominan las relaciones de producción capitalistas, se producen impulsos relativos como incentivos humanos principales “el deseo e dinero y propiedad; otras condiciones económicas pueden producir exactamente los deseos opuestos, como el ascetismo y el desprecio por los bienes terrenales, como sucede en muchas culturas orientales” [5].

“En contraste con Kierkegaard y otros, Marx contempla al hombre en toda su extensión, como miembro de una sociedad y una clase dadas y, al mismo tiempo, como cautivo de éstas. La plena realización de la humanidad del hombre y su emancipación de las fuerzas sociales que le aprisionan está ligada, para Marx, al reconocimiento de estas fuerzas y al cambio social basado en este reconocimiento.” [6].

Un planteamiento de este tipo exige necesariamente un conocimiento previo tanto del hombre como el de la sociedad en la que vive, es decir, de una filosofía que conduzca a esos fines, y esta filosofía en sus aspectos fundamentales está contenida desde los inicios del marxismo en los Manuscritos filosóficos-económicos.

Obra que escribió Marx en 1844 contando 26 años de edad, pero que permaneció “oculta” hasta 1956 en que se publicó en lengua rusa tras la muerte de Stalin, apareciendo publicada en Europa en lengua inglesa a partir de 1959, fechas que marcan el inicio para la plena comprensión del marxismo como teoría general universal del conocimiento y método efectivo para la transformación social, que es en realidad el último objetivo, como medio, a fin de que el hombre encuentre el camino para su plena realización como ser libre y consciente, con lo que se sobrepasa en mucho la noción vulgar del marxismo.

Esta sería una de las razones, pero no todas, que podrían explicar la tergiversación del marxismo vulgar mecanicista, determinista y economicista, que era el que se había aplicado fundamentalmente en la URSS de la mano de Stalin.

Tras la publicación de los Manuscritos filosófico-económicos el marxismo empieza a ser estudiados por marxistas no comunistas, católicos en Francia y protestantes en Alemania.

“Una de las ironías peculiares de la historia es que no hay límites para el melentendimiento y la deformación de las teorías, aun en una época donde hay acceso ilimitado a las fuentes; no hay un ejemplo más definitivo que lo que ha sucedido con la teoría de Karl Marx en las últimas décadas.” [7]

“No hay mayor malentendido o malinterpretación de Marx que aquella que se encuentra, implícita o explícitamente, en el pensamiento de los comunistas soviéticos, los socialistas reformistas y los opositores capitalistas del socialismo, todos los cuales suponen que Marx sólo quería el mejoramiento económico de la clase trabajadora y que quería abolir la propiedad privada para que el obrero pudiera poseer lo que ahora tiene el capitalista. La verdad es que para Marx, la situación de un trabajador en una fábrica “socialista” rusa, una fábrica británica propiedad del Estado o una fábrica norteamericana tal como la General Motors equivaldría esencialmente a lo mismo… El tema central de Marx es la transformación del trabajo sin sentido, enajenado, en un trabajo productivo, libre, no el mejor pago de un trabajo enajenado por un capitalismo privado o un capitalismo “abstracto” de Estado.”[8]

El modo de producción capitalista que Marx critica, contra lo formalmente establecido y tomado como verdad inamovible, absoluta, de que es algo consustancial a la naturaleza humana no tiene nada de natural, sino algo creado por el propio individuo como consecuencia del desarrollo histórico de las fuerzas productivas de las que el capitalismo a sido su principal agente impulsor, cuyo protagonismo histórico no puede ser juzgado bajo ningún tipo de concepto moral ni en función de su maldad o bondad, sino como hecho histórico, puesto que esto y ninguna otra cosa es. Y no solamente el capitalismo no es consustancial a la naturaleza humana, sino que además es contrario a la naturaleza de la misma.

Cuando Marx critica al capitalismo no lo hace tanto por la desigualdad de ingresos que crea y fomenta entre el capitalista y el asalariado, sino por la forma de producción, que al estar basada en la división social del trabajo, separando el trabajo corporal y el trabajo intelectual cada vez más, y de la propiedad privada de los medios de producción, conduce al individuo necesariamente a la enajenación, la alienación social y personal, a la pérdida de conciencia de sí mismo hasta convertir al asalariado en un objeto más, en una mercancía como cualquier otra ligada al proceso de producción P.

Sin duda son los hombres, desde que son hombres, seres conscientes. Pero desde los comienzos de la división social del trabajo, de la escisión y la contraposición entre el trabajo intelectual y el trabajo corporal y a consecuencia de esta división, la consciencia empírica cotidiana de los individuos se separa cada vez más de la evolución de las esferas sociales conjuntas de la producción intelectual, de la evolución de la ciencia y el arte, y se convierte en esclava de las representaciones fetichistas que deforman la realidad, mientras, por otro lado, se producen en los planos del pensamiento abstracto y de la consciencia social conjunta las ideologías, reflejos deformados e invertidos de la realidad.”[9]

“Es imprescindible decir y subrayar que la alienación es para Marx un proceso de determinada tendencia histórica, no un medio estático, y, además, que la tendencia universalizadora de la alienación no significa en modo alguno (…) que la alienación pueda llegar a ser nunca absoluta y a aniquilar toda autonomía de lso individuos que componen la sociedad. Como la evolución histórica de la alienación es al mismo tiempo el camino necesario para la génesis histórica de la individualidad humana, el desarrollo de la alienación es al mismo tiempo creación de los presupuestos subjetivos necesarios de su abolición.” [10]

Estudiando la dinámica interna del funcionamiento del modo de producción capitalista, y dadas las contradicciones que operan en su propia dinámica de funcionamiento, se extraen datos que muestran de manera evidente la imposibilidad material de su continuidad histórica como modo de producción dominante, y en consecuencia su extinción, una vez alcanzado el máximo grado de desarrollo históricamente puede alcanzar, hecho que viene a poner de manifiesto la crisis de 2007, así como predecir el nuevo modo de producción que históricamente está llamado a sustituirle: el modo de producción socialista, que no constituye un fin en sí mismo, como erróneamente ha venido presuponiendo el marxismo vulgar, sino un medio instrumental al servicio del hombre que facilite y potencia el ejercicio práctico de su pleno desarrollo personal, tanto material como espiritual. Pero también esos mismos datos proporcionados por el conocimiento del funcionamiento del modo de producción capitalista, pueden ser aplicados a la génesis y devenir histórico del mismo y para el conocimiento de la naturaleza del hombre que es lo que hace Marx.

“La unión de la Economía y Filosofía (fundamento de materialismo dialítico de Marx) es el primer paso ineludible para comenzar a estudiar seriamente la sociedad moderna y este avance epistemológico, al que cabe calificar como fundamental en todos sus restantes hallazgos, lo hace Marx precisamente en los Manuscritos.” [11]

El objeto del modo de producción capitalista y el espíritu que lo mueve no es la de producir objetos para satisfacer necesidades humanas (bienes de uso) sino el acrecentamiento de los capitales invertidos, paro lo que tiene que producir valores de cambio, esto es, objetos que poder llevar al mercado para intercambiarlos por dinero que es lo que le permite el crecimiento de los mismos, aunque evidentemente, los valores de cambio (las mercancías) que produce tienen que responder a la satisfacción de una necesidad determinada, puesto que si no fuera así nadie querría cambiar su dinero por algo que no vale para nada, pero el fin primordial del capitalismo es acrecentar los capitales invertidos.

En el proceso de producción P que realiza el capitalista invierte un dinero inicial D con el que compra una mercancía M (Instalaciones, maquinaria, materia prima, salarios…) que somete a un proceso productivo P (que ponen en marcha y mantienen en funcionamiento los asalariados) para transformarla en una nueva mercancía M´ (con mayor valor que la mercancía M) que será la que lleve el capitalista al mercado para su venta y obtener una cierta cantidad de dinero D´ suficiente para poderse resarcir de todos los gastos originados para obtener la mercancía M´, y además otra parte que será la que le permita acrecentar sus capitales.

Lo anteriormente dicho queda representado en la siguiente expresión que representa en esencia el funcionamiento del modo de producción capitalista:

D – M … P … M´ – D´

La diferencia entre el dinero D´ obtenido en el mercado por la venta de la mercancía M´ y el dinero inicial D representa la plusvalía PV obtenida por el capitalista:

D´- D = PV

Mediante la plusvalía PV obtenida por el capitalista este recupera todo el dinero inicial D invertido que puede volver a reinvertir para repetir un nuevo proceso de producción P y otra parte que le permite acrecentar y acumular sus capitales, en tanto que al asalariado le llega lo justo para no perecer por inanición y su reproducción a fin de poder seguir produciendo.

La forma de trabajo asalariado constituye “una actividad constrictiva, externa, que unilateralita y deforma al individuo, esto es, “solo la apariencia de una actividad […] El trabajador asalariado no aparece, según lo subraya Marx en El Capital, más que como “una máquina productora de plusvalía, y su trabajo no es por tanto, verdadero trabajo en el sentido en que usa Marx ese concepto en los Manuscritos económicos-filosóficos.” [12].

El esclavo y el siervo, al igual que el asalariado también trabajan. Pero no son formas de trabajo humano, puesto que ninguno de ellos realiza su trabajo voluntariamente, ni se apropian íntegramente del producto de sus respectivos trabajos para satisfacer sus propias necesidades y la de los suyos, tan sólo una mínima parte, aquella que le permite no perecer y poder reproducirse ni deciden en qué trabajar, ni en qué producir para satisfacer sus necesidades ni cómo ni cuánto.

“Como punto de partida sabemos que los individuos producen en sociedad, y por consiguiente su producción es socialmente determinada. De ahí que el cazador y el pescador aislados y dispersos, de que hablan Smith y Ricardo, sean sencillamente producto de la imaginación (…) Cuanto más nos remontamos en la historia más aparece el individuo, y por tanto el productor individual, como dependiente y formando parte de un conjunto más vasto; en primer lugar, muy naturalmente y de una tribu; más tarde de una comunidad en sus diversas estructuras, mediante el choque y de la fusión de las tribus.” [13]

Tanto el individuo como el animal tienen que realizar determinadas actividades para la satisfacción de sus necesidades, pero la actividad del animal se limita a procurarse lo necesario para la satisfacción de sus necesidades biológicas inmediatas que son heredadas en función de la especie a la que pertenecen, cuya herencia permanece inamovible, salvo que por determinados circunstancias, todas ellas siempre ajenas al propio animal, le obliguen a realizar determinados cambios para poderse adaptar a las nuevas condiciones de vida que le han llegado impuestas desde fuera de él.

Una vez satisfechas las necesidades biológicas inmediatas del animal, incluida la de la reproducción, cesan las actividades realizadas para ello, y no la vuelve a ponerlas en movimiento hasta que no vuelvan a aparecer nuevamente las necesidades vitales que las pusieron en marcha.

Así, pues, el animal para su subsistencia y reproducción no utiliza sino un número limitado de elementos, que son los que directamente satisfacen sus necesidades, al igual que limitados son los elementos que reincorpora a su propia naturaleza, no siendo libre para realizar ninguna otra actividad que no esté directamente ligada y determinada por el organismo del animal en función de la especie a la que pertenezca.

El hombre en tanto que animal se ve impelido necesariamente a realizar las mismas actividades que este, pero se separa del mismo y aumenta su diferencia con respecto de él en el momento en que empieza a producir sus propios medios de vida, dado que estos no responden ya a la satisfacción de las necesidades biológicas inmediatas.

Los medios que necesita el individuo para la subsistencia se halla todos en la naturaleza. Al trabajar lo que hace es apropiarse de ésos medios que están en la naturaleza y que no son aptos para su consumo directo, de manera que con el trabajo lo que hace es adaptarlos para poderlos consumir y satisfacer sus necesidades cada vez más numerosas.

El trabajo, la producción humana, origina objetos que satisfacen necesidades humanas. Estos objetos producidos por el individuo con su trabajo se hacen cada vez más numerosos y variados a medida que se van desarrollando las fuerzas productivas, creadas también por el propio trabajo humano, y como cada objeto producido responde a la satisfacción de una necesidad, resulta por el propio desarrollo histórico que impulsa el desarrollo de las fuerzas productivas, que las necesidades humanas crecen ilimitadamente.

El instrumento que utiliza el individuo como medio de trabajo para producirse lo que necesita: la piedra, el palo, el cuchillo, la lanza, el vestido, la hitación confortable, el teatro, el ferrocarril, el automóvil, el cine, el teléfono, la televisión, el ordenador…, etc., son medios de vida que no estaban dados en ninguna parte, pero que sin embargo el hombre se ha procurado mediante su actividad específica, el trabajo, realizado libre y voluntariamente, y que en el transcurso del tiempo los ha ido incorporando como elementos vitales de vida a su naturaleza humana.

En suma. La actividad vital del hombre es ilimitada porque ilimitada son sus necesidades frente y opuestamente a la actividad del animal, que está limitada y determinada por su propio organismo. En su actividad para producir objetos el hombre transforma la naturaleza al tomar de ella necesariamente la materia bruta que transforma para adaptarla a su consumo, y al incorporar los objetos producidos a su modo de vida los “humaniza” al convertirlos en elementos “naturales de su propia existencia, por lo que se puede afirmar que el hombre se crea a sí mismo al igual que crea la sociedad en la que vive, a diferencia del animal que no sufre cambio en su vida, excepto los que le llegan impuestos por la naturaleza contra su voluntad que en cualquier caso son insignificantes. Por ejemplo, un animal, el perro. Desde que es perro y hasta hoy no ha cambiado ni su naturaleza ni su forma de vida, sigue haciendo lo que hacia y de la forma que lo hacía.

*

Manuel Sogas Cotano, Mao /30.03.2019

 

[1] Erich Fromm. Marx y su concepto del hombre. Pág. 69. Fondo de Cultura Económica, México, 1962.[2] Erich Fromm. Obra citada, pág. 36.

[3] Giörgy Márkus. Marxismo y “antropología”, pág. 51. Traducción y redacción: Manuel Sacristán. Ediciones Grijalbo, S.A., 1973, Barcelona.

[4] Erich Fromm. Obra citada, pág. 37.

[5 ] Erich Fromm. Obra citada, pág. 24.

[6] Erich Fromm. Marx y su concepto del hombre. Págs. 7-8. Fondo de Cultura Económica, México, 1962.

[7] Erich Fromm. Obra citada, pág. 13.

[8] Erich Fromm. Obra citada, págs. 53-54.

[9] Giörgy Márkus. Obra citada, pág. 52.

[10] Giörgy Márkus. Obra citada, págs. 60-61.

[11] Karl Marx. Manuscritos: económicos-filosóficos, pág. 15. Traducción, introducción y notas de Francisco Rubio Llorente. Alianza Editorial, 4ª edición, Madrid, 1972.

[12] Giörgy Márkus. Obra citada, pág. 51.

[13] Carlos Marx. El método en la economía política. Págs. 15-16. Ediciones Grijalbo, S.A., Barcelona, 1974.

 

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