Papá No…él / Ana Puyol


Por Ana Puyol

     N de la A.: El Pollo sí que da alas… Dionisio, no quites este texto hasta después de las rebajas por lo menos, gracias camarada.

    De todos es sabido que la Navidad es una época del año donde los picos de zafiedad se disparan, ofreciendo el mejor y más auténtico retrato de la jauría humana. Beben, beben, y vuelven a beber, se atiborran de grasas y azúcares malsanos, y de comuniones familiares donde reina la acidez.  

    La inquietante devaluación de símbolos -por favor, interpreten esto con la profundidad debida- que acompañó el desarrollo del siglo XX, con especial intensidad desde la segunda mitad de la centuria, ha dado paso a esa era del vacío que no conlleva ni tragedia ni apocalipsis, sobre la que teorizó Gilles Lipovetsky[1] con inquietante lucidez. Miren la proliferación de banderas -las que sean- colgadas en los balcones, haciendo gala de una sobreexposición cansina, sábanas tendidas ya resecas que amarillean, y que da tanta pereza recoger y plegar… plegar ‘en el doblez del triángulo’.

    Para armonizar con el sobrefestejo navideño, que en Londres ya se empezó a sobreexpresar en octubre -mediados de noviembre por estos lares-, esas telas -cuyos colores siempre son primarios-, se acompañan de tumefactos papanoeles, vapuleados por el cierzo e inflados por la humedad de la niebla. Preferentemente hay uno por cada balcón o ventana, creando espectáculos de delirio kitsch y patológico, donde el simpático yayo barbudo y rojiblanco de ‘bazar oriente’ sobremanifiesta el empacho de la repetición, y sobreevidencia una corrosiva falta de imaginación. Banderas y santaclaus flotando sobreexhibiéndose en la nada, esa nada que se sobrevive y que jamás se mira, sólo se ve la del otro… Sí, l’enfer c’est (toujours!) les autres[2].

…Espectáculo vacuo, discurso impotente, parque temático, ghetto

     En la paradoja está el gusto y, cuando nada significa nada, los objetos rancios se rescatan, a la par que se da nuevo brillo a las ideas enmohecidas y, lo que aparentemente une, separa en su atomización trendy, retro, banal, jovial… Las consecuencias sáquenlas ustedes, si quieren, hay muchas y están a la orden del día.

   Pero en esta desidia, que no es tal, siempre hay una razón para exclamar con renovado y súbito jolgorio Ho-Ho-Ho y, cómo no, para hacer una excursión a su personal Rovaniemi.

 

[1] LÉANLO, no se arrepentirán: LIPOVETSKY, Gilles, La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, Anagrama, Argumentos, 83, Barcelona, 1998. (11ª ed.)

[2] LÉANLO, tampoco se arrepentirán: SARTRE, Jean-Paul, Huis-clos suivi de Les Mouches, Gallimard, Folio, 807, Paris, 1976.

N de la A.: el ‘toujours’ es mío.

Artículos relacionados :