La edad como discriminación: racismo cronológico / Manuel Medrano


Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

     En el año 480 a.C., el rey espartano Leónidas se enfrentó en el estrecho de las Termópilas con trescientos hombres de su guardia de élite y unos 7.000 hombres de toda Grecia contra el rey persa Jerjes, cuyo ejército constaba de unos 200.000 efectivos.

    Y logró detener su avance sacrificando su vida y la de sus hombres, para que los demás griegos pudiesen organizarse y responder a la invasión, rechazándola. Pese a cómo se representa al monarca espartano en la película “300” de Zack Snyder (2007) y en otras anteriores, Leónidas tenía unos sesenta años cuando se produjo este suceso, una característica que se ha omitido en las versiones cinematográficas.

    Pues bien, ahí tienen a un gran militar protagonizando una notable hazaña patriótica que salvó al mundo heleno, cuya cultura forma parte fundamental de nuestra herencia europea, con 60 años. Y hablamos de un sexagenario a comienzos del silo V a.C., no de ahora.

    Como él, muchos otros. La civilización actual, que sesga, tergiversa y distorsiona todo según la conveniencia de unos u otros, llega a considerar que una persona con 35 años es todavía joven, pero que a partir de los 50 o 55 ya no es capaz de aportar casi nada. La experiencia no es necesariamente un grado, yo soy el primero en decirlo, pero lo mismo que hay jóvenes brillantes y prometedores los hay bastante inútiles, y la juventud tampoco es un valor por sí misma. Ni ser hombre, o mujer, indica nada por sí mismo, como no lo indica tener la piel de un color u otro.

   El que os escribe se acerca a la sesentena. Es blanco, varón y heterosexual, y se siente español hasta la médula. Y cree firmemente que nada de eso le da derechos especiales frente a quienes no tienen algunas de esas características, pero tampoco cree en las discriminaciones positivas que son chollos para los que las promueven, quienes acaban por montarse chiringuitos donde reciben pasta gansa (especialmente pública) y otros beneficios económicos y sociales muy jugosos.

    Voy con la edad. No es cierto que estemos, ahora, ante la generación mejor preparada de la historia, hay de todo, como desde hace décadas. Y me parece aberrante que a un ciudadano se le considere “joven” en el sentido de gozar de una protección social especial hasta los 30 o 35 años, por ese solo hecho. Como creo una estupidez que les tenga que salir más barato a los “jóvenes” ni a los adolescentes el trasporte público o cualquier otro precio público o semipúblico, reducción que acaban abonando los demás vía impuestos. Porque, por otra parte, esos privilegios se conceden sin tener en cuenta los niveles de renta de cada persona, que es lo que debería primar. Como en el precio a pagar por las medicinas que se recetan en el servicio público de salud. Y como en todo.

    Pero volvamos a la edad. Estoy cabreado. Y eso que trabajo en una empresa donde muchos se jubilan a los 70 años y siguen aportando experiencia y saberes hasta más allá. Pero el tratamiento que se da al personal cuando, por ejemplo, ese esperpento que es el concejal Alberto Cubero dice que, como la media de edad de los trabajadores del Ayuntamiento de Zaragoza es de 48 años, la plantilla está envejecida, expresa la opinión de que, a partir de los 45… al contenedor de reciclaje.

    Y a partir de los 60, supongo, al desguace, ¿o qué? Una cosa es dejar espacio a savia nueva, y otra purgar al que tiene más de 30 años (hasta 45 si son amiguetes), como parece tendencia en los apoyos a la creación que se ven en ciertas instituciones. Mi amigo el escultor José de las Muelas, con gran bagaje técnico detrás, empezó a crear arte a partir de los 60, y a transmitir entonces su saber en un taller donde enseñaba a tallar la madera a personas de variadas edades, algunas mayores que él.

    Esos movimientos actuales, con personas mayores (jubiladas o no), impelidos también por reacción ante poderes políticos que los consideran poco menos que sombras humanas que han de tragar con todo, pueden ir en aumento. Lo mismo que los de los jóvenes que votan opciones políticas que les prometen trabajo y les dan ensalada de demagogia para comer, antes y después de votarles.

   Yo me niego a admitir que se aparque a ciudadanos/as, en función de su edad, argumentando que así se crea empleo. Es, sencillamente, falso. Lo que sí se hace, en todo caso, es sacar a esas personas que, hoy, con 50 o 60 años, son plenamente productivas, del mercado laboral, aunque los propios partidos políticos mantienen entre sus filas a cargos públicos con 70 e, incluso, 80 años. ¿Incongruencia? No, distinto rasero y el reconocimiento explícito de otro fallo (uno más) en nuestra lógica social.

   Recuerdo a un periodista que, hace algunos años y en plena crisis, cuando Podemos berreaba que ser joven (no sé hasta qué edad) era un valor en sí mismo, comentó: ¡Para chavales estamos!

   Respeto a los jóvenes. Tanto que, y esto que digo lo saben y pueden atestiguarlo muchos, yo aprendo de ellos, no me limito a dar clases magistrales unidireccionales. Sería idiota por mi parte. Pero que nadie me discrimine por la edad, que estoy en plena forma intelectual, tengo mala leche y cuidado que, como yo, hay much@s.

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