Verdades irrefutables / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

    Es una verdad irrefutable que la mitad de la humanidad vive en condiciones de pobreza, palabra que referida a ciertos casos resulta incluso eufemística. Buena parte de esta humanidad no tiene ninguna esperanza de vida. No me refiero a una vida digna, sino simplemente a una vida.

    Niños y grandes se mueren de hambre o por enfermedades provocadas por la miseria extrema en la que se hallan. Mueren asesinados en los barrios marginales que habitan, mueren en los campos de batalla de una guerra eterna. Son víctimas de la explotación sexual o de condiciones de trabajo que bien podrían calificarse de esclavitud, de traficantes de drogas y de un escalofriante etcétera que todos conocemos.

   Otra verdad irrefutable es que estas víctimas no podrán librarse de su situación sin la ayuda, en todos los ámbitos, de los países ricos. Organizaciones de los más diversos pelajes se esfuerzan para intentar paliar el sufrimiento crónico de los desfavorecidos, pero cabe preguntarse si la ayuda que ofrecen estas organizaciones es la más adecuada. O, dicho de otra manera, es la más efectiva, la que da mejores resultados. Porque únicamente una ínfima parte de los afectados se beneficia de estas ayudas.

   Analizando los logros, uno piensa que el verdadero sentido de estas empresas benefactoras no es precisamente el de favorecer a los más necesitados, sino que movidas por un erróneo sentido de lo que es justo, llenan el vacío causado por la aridez de la vida en la sociedad del bienestar.

   ¿No sería mejor, me pregunto desde mi profunda ignorancia, seguir una dirección más correcta respecto a las causas que originan tanta miseria? La pobreza de muchos países se debe al expolio a que han sido sometidos durante siglos y que continúa en la actualidad. Las guerras que asolan vastas zonas del planeta tienen como beneficiarios a los productores y traficantes de armas, que viven bien lejos de estos conflictos, y es sabido que este es uno de los negocios más lucrativos de hoy en día, justo por detrás de la prostitución, la pornografía infantil y el tráfico de drogas.

   ¿Por qué la buena voluntad y las grandes intenciones no se centran en erradicar las causas reales de la miseria?

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