Cultura de contenedor: el patinazo musical de TVE / Matías Uribe


Por Matías Uribe
Publicado en https://www.heraldo.es/blogs/lavozdemiamo/?p=9540

    El pasado jueves, día 8, me fui a la cama abochornado, si no cabreado. Fui testigo de una de las meteduras de pata más gigantescas que he visto en la tele y en directo.

    En el programa ‘La hora cultural’, de 24 Horas de TVE, que presenta Antonio Gárate, este entrevistaba al maestro aragonés Antón García Abril, quien en mayo próximo cumple 85 años y en abril se le va a tributar un homenaje en Madrid.

    Gárate, con ese tono empalagoso, rendido, ejerciendo de algo muy común en estos tiempos en la profesión periodística, es decir, de ‘babismo, extendiendo la lengua cual alfombra a los pies del entrevistado, repasaba algunos trabajos del maestro, entre ellos, su célebre sintonía de ‘El hombre y la tierra’…

   Y llegó la ‘Sinfonía del nuevo mundo’, de Dvorak, que ya antes había asomado como recurso breve de sus trabajos. García Abril aparecía dirigiéndola en un extracto del programa ‘300 millones’, y ¡cataplás!: “Así, al principio, me ha sonado a John Williams haciendo la banda sonora de Tiburón…”, soltó el presentador en una exhibición de atrevimiento inaudito y dando por supuesto que la había escrito el maestro García Abril. “Pero si esto que suena no es mío”, casi balbuceaba Abril, asombrado, pero de forma educada, sin soltar el merecido exabrupto al preguntador. “¡Ah, ¿esto no es suyo?” Risas del entrevistado y gambazo del presentador: “¿Qué es esto, Antón?”, preguntó con una analfabeta sonrisa, sin tener la mínima conciencia del gran batacazo musical y cultural que se había dado en público…

   Dios mío, la ‘Sinfonía número 9’ o ‘Sinfonía del nuevo mundo’… Si hasta los párvulos, al menos antaño, la hubieran reconocido. Una de las obras más universales de la música clásica, escrita por el checo Anton Dvorak en 1893, y que ha sido desde banda sonora de películas de dibujos animados hasta sintonía de programas radiofónicos (los más veteranos la recordarán en ‘Ustedes son formidables’, de la cadena SER). Que un presentador de un espacio cultural patine de esta manera es para tenerlo de pinche en los Juegos Olímpicos de Invierno, que ahora mismito se celebran en Corea del Sur, y no en un programa televisivo.

   Mas, al margen de valías profesionales y de gloriosos patinazos como este, hay un hecho candente que saca a relucir este soberbio resbalón: el concepto actual de cultura y cómo se dispensa esta en los medios televisivos y periodísticos. En tiempos, y de forma lógica, existía un programa o una sección en los periódicos dedicada a los libros, otra a los toros, otra al cine, otra al arte, otra a la fotografía…, había dos grandes secciones, una de Cultura y otra de Espectáculos. No, ahora, no. Ahora hay contenedores, grandes depósitos en donde se echan a paladas los más diversos temas y personajes, como si todo interesara genéricamente, desde una novela a un cómic, una obra de teatro, un circo, un ballet, una exposición de origami, una corrida de toros, una película, un rapero, una ópera…, qué se yo.

   Un revuelto que no solo despista al lector o al televidente, desde el momento en que se administra en el mismo contenedor, ofreciéndole asuntos que no le interesan, solapando unos a otros, sino que impone el criterio falso de que la cultura es un indiviso universal que hay que dispensar en los medios en un solo frasco, como si quien escucha, ve o lee tuviera el mismo interés en los toros, el rap, la copla, el rock, la novela, el cine o la ópera.

   Y no, oiga. El ‘todoterrenismo’ mediático carece de profundidad y crédito, resulta difícil digerirlo por el eclecticismo antagónico e inconexo de sus partes, por su fútil ambición y por la imposibilidad de abarcar todo. ¿La danza clásica y el heavy metal? ¿El lector de Hegel y el de Corín Tellado? ¿Bergman y Santiago Segura? ¿Nick Cave y Bustamante? ¿La velocidad y el tocino? Me temo que es tan imposible como mezclar el agua y el aceite.

   Pero segundo, y básico: quien dirige o presenta estos contenedores está obligado a ser experto (o ellos se erigen como tales) en todas y cada una de las materias que tratan…, y no, es irrealizable. Por mucho que se quiera, los “supermanes de la cultura global” no existen, no se puede saber de todo. Menos aún, pretenderlo y aparentarlo, so pena de que luego se produzcan bochornosos patinazos como el del jueves pasado en TVE.

   La cultura, en la faceta que sea, no se puede abordar de manera tan banal y gruesa como se aborda. Se necesitan expertos, y a poder ser apasionados de su materia, gente especializada que transmita al lector o al televidente, no solo el gusto por lo que se lleva entre manos, sino también sus conocimientos, ofreciendo datos seguros, fehacientes, comentarios amenos, jerarquizando información y cribando con rigor calidades. Y eso se consigue con años y experiencia, con estudio y dedicación, no en un master o en un cursillo acelerado.

    Lo contrario, empaquetar la cultura en contenedores mixtos, hacer un revuelto como el que cocina una ensalada rápida, y ponerlo en manos de un pretendido supermán cultural, es tratarla con desdén y superficialidad. Un insulto a la inteligencia que se agrava más cuando el desvarío viene de una televisión pública. Cuatro días después, por cierto, el tal Gárate ni ha pedido disculpas ni ha sido dimitido. ¡Vergüenza!

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