Por Guillermo Fatás.
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza
Asesor editorial del Heraldo de Aragón
(Publicado en Heraldo de Aragón)
En archivo tengo una decena de letras para la música del Himno Nacional e imagino que habrá más.
En el siglo XIX
Una, tremenda, es la tradicionalista que declara “guerra al perjuro / traidor y masón / que con su aliento impuro / hunde la nación”. No he sabido dar con el autor, lo cual me alivia.
En 1843 hizo otra el elegante Ventura de la Vega , nacido en la Buenos Aires aún española, pero con la musa de espaldas: “¡Unión, españoles, / al grito acudid!: / ¡Dios salve a la Reina / ¡Dios salve al país!”. Era de circunstancias (guerra carlista contra Isabel II) y sin ambición de perdurar. Llamaba a España la “ibera nación”, con merma para Portugal. Y, si la letra carlista culpaba de los males patrios a los masones impíos, don Ventura opinaba que “las ciegas discordias / son lazos que artera / la envidia extranjera / nos tiende quizás”. El remedo era doble: “el Código santo / que es ley de Castilla, / y el trono en que brilla / la augusta Isabel”. O sea, la restrictiva Constitución de 1837, redicida a código castellano, y la Monarquía liberal.
Los cinco poemas presentados a un concurso convocado en 1870 por el catalán Juan Prim, mandamás en España y caudillo de la rebelión que había expulsado a Isabel II, fueron rechazados, de forma que se los puede tener por no escritos.
En el siglo XX
Eduardo Marquina, barcelonés, compuso obras que recuerdan los amantes del modernismo y del teatro grandilocuente. La más lucida fue ‘En Flandes se ha puesto el sol’ (1910). Ya era famoso cuando, en 1927, escribió esta letra del himno dirigida a la bandera: “Gloria, gloria, corona de la Patria, / soberana luz / que es oro en tu pendón”, en donde, por cursi, anticipó la bandera de la II República, llamando enfáticamente púrpura al rojo: “Púrpura y oro: bandera inmortal”. Aunque lo que ganó con el esdrújulo lo malbarató con lo carnífico:” en tus colores , juntas, carne y alma están”. Hay una parte que pudo inspirar al gaditano José María Pemán: la que hablaba del camino al sol y del arado y el martillo acompasando un ritmo que ponía a España en pie. En efecto, en 1928, Pemán, en el más conocido hasta hoy de todos los intentos, apeló a yunques y ruedas para dar el compás al canto patrio de una “vida nueva y fuerte de trabajo y paz”. Tras la guerra civil del 36, pasó censura y, el “alzad las frentes hijos del pueblo español” pasó a ser “alzad los brazos”. En la parte fabril, yunques y ruedas se trocaron en yugos y flechas, todo en concordia con el emblema de Falange.
En el siglo XXI
Dejo a un lado la última versión, creada por Marta Sánchez (2018), vecina fiscal de Miami, cuyos versos servirían también para un himno a las banderas con el señal real de Aragón, incluida la catalana: “Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón”. Una letra multiusos.
En la tentación cayó Sabina (2007, dos versiones, ambas efectistas), que pedía “guerra por la paz y la diosa razón. Ciudadanos, / ni súbditos ni amos / ni resignación / ni carne de cañón (…) ni héroes ni villanos, tan fieramente humanos”
Un grupo convocado por Luis Alberto de Cuenca, que encabezó Jon Juaristi (resistieron Abelardo Linares y Ramiro Fonte y se marcharon Jiménez Lozano y Joan Margarit) cantó las tres naves colombinas como nuncios de España (“alas de lino te abrieron camino de un lado a otro del inmenso mar”). El poema murió por abandono, a pesar de su meritorio final: “Patria mía, que guardas la alegría de la antigua edad, florezca en tu heredad, al sol de Europa alzada la copa, el árbol sagrado de la libertad”, con aromas del roble del Guernica, en la versión de Iparraguirre que detestaba el bruto de Sabino Arana.
Paulino Cubero ganó un concurso, en 2007, del Comité Olímpico Español (COE), que se irrogó poderes ajenos. Era un sencillo himno de hermandad y feneció por susto del propio COE. Más merecidamente murió la propuesta del diputado del PP Delgado Ortega (2016), forrada de evidencias geográficas y astronómicas (“Agua y tierra bordean mis fronteras”, todo bajo el Sol y la Luna).
La última versión que conozco, sin autor atribuido,es inédita y la copio entera porque no puede estar en internet: “Oye , España, / las voces de tus hijos que cantan su afán / de unión y libertad. / Mira, España, / sus mentes y sus brazos dispuestos a entregar / su esfuerzo por la paz. / Mares y tierras / los vieron abrir / mayores horizontes / a la humanidad. / Siglos de historia / los unen en ti / con un perenne abrazo / de fraternidad”.
España, a diferencia de los países aburridos, tiene siempre pendientes retos improbables. Este es uno. No sin ventajas: conocidas las letras espantosas de ciertos himnos nacionales, o el caso de Bélgica, que tiene tres letras en sendas lenguas para hablantes incompatibles, es del todo preferible tenerlo mudo. Que nos conocemos.