Los oráculos modernos / Dionisio Sánchez

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Por Dionisio Sánchez Rodríguez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

     Queridos amigos, compañeros y camaradas:

     Desde los primeros pasos del hombre sobre la Tierra su gran pequeñez le obligó, poco a poco, a mirar primero a los infinitos paisajes que se abrían antes sus ojos por el día, al  fondo de su cavernas cuando aprendió a darle fuego a la yesca por la noche y a gritar en los amaneceres de hambre recorriendo enormes espacios en busca de comida.

   Y poco a poco también, cuando saciaba su estómago, casi como ahora, comenzó a hacerse las grandes  preguntas: “¿Qué hago aquí, armado de un garrote? ¿Por qué llueve unos días y otros hace sol?”. Y si el subhumano era el jefe de la tribu, sus preguntas eran más complejas: “¿Nos vamos o nos quedamos? ¿Nos comemos al enemigo o le robamos sus chavalas?”.

  Y a medida   que la sociedad se hacía más compleja, las preguntas se fueron haciendo de más difícil respuesta. Estos colectivos ya más o menos organizados  abrieron hueco a sacerdotes y pitonisas que estaban (o no) dotados para interpretar  buena parte de las cosas que les acaecían y darles respuestas tranquilizadoras (o no) y, de paso, les apaciguaban el futuro incierto por el que caminaban.

   Estos superdotados echaban mano de drogas y mejunjes que les abrían el coco para poder interpretar el más allá o los designios de sus dioses. Y estos dioses eran, a veces, antojadizos y crueles, llevándoles a la antropofagia, al sexo, al consumo de  alucinógenos o a la guerra. Y aquí estaban ellos para ser su voz, cobrar sus tasas y mantener organizada la manada.

   Paralelamente a la organización religiosa de las muchedumbres se impone la organización, digamos, civil donde primero el más fuerte o poseedor del hueso más gordo y más adelante los más hábiles arropados por sus ejércitos de carnuz mercenario, llegaron a construir sociedades más o menos como ahora las conocemos.

   Lo curioso de lo que nos ocurre ahora es que la llamada sociedad civil ha perdido casi todos los vínculos con la religiosa preponderante en cada lugar del conocido como “primer mundo”  y poco a poco han establecido un oráculo donde son los políticos preponderantes de cada partido  los que se convierten en oráculo e interpretan, siempre para satisfacción de sus intereses, lo que pensamos la mayoría que naturalmente estamos socialmente obligados a votarles.

   Es decir, por ejemplo, que Pedro Sánchez, el líder de los socialistas españoles, ha consultado su oráculo particular y nos advierte: “La sociedad española quiere un gobierno de progreso presidido por mí”,  aunque el representante del PP haya obtenido un fajo mucho más grande de votos que él. Y como nuestra democracia es parlamentaria, los pequeños se pueden juntar para mandar a cascarla la idea preconcebida del otro oráculo que decía que, “por lógica, ha de gobernar el partido más votado”. Cosa que no se sostiene porque la izquierda dividida, cuando junta, no atiende a lógicas sino a sumas (lo mismo que haría una derecha que estuviera fraccionada caso de darse similar resultado),  ya que tocar marro es el fin y máximo objetivo de todos los dirigentes de cualquier grupo político que se precie.

   De manera que entre las encuestas y los oráculos, los ciudadanos estamos más desarmados que Diógenes en su tinaja. Nosotros, por ejemplo, habíamos votado  a Perico por las razones que fueran. Y ellos, los oráculos, deciden que nuestro voto a Perico, en realidad, quería decir que votábamos a Juanico para que se juntara con Andrés ¡Sencillísimo, camaradas! Y, naturalmente, nosotros nunca sabíamos de antemano que  Perico, Juanico y Andrés,  aunque con discurso electoral diferente, en realidad, estaban buscando darnos una salida extraordinaria para nuestra difícil convivencia y, sobre todo, dándose una gran montura para ir a caballo mientras los demás, con los pies descalzos, vamos aportando nuestro óbolo para que los oráculos y sus cientos de monaguillos estrujen la teta de la borrega mientras nos miran perdonándonos  nuestra ignorancia política.

    Dentro de este orden de cosas, terminaré citando a otro oráculo, nuestro querido alcalde y amigo. Don Pedro Santisteve consultó el oráculo el otro día y afirmó:”Los zaragozanos quieren que su alcalde tenga una presencia decente” ¡Hay que joderse! Que yo sepa don Pedro es alcalde “per accidens” (no lo elegimos todos los zaragozanos, sino el oráculo), y por lo que a mí respecta me da igual  que vaya con mono o con fraqué, con chistera o con sombrilla. Yo lo que quiero es no pagar el agua, ni las basuras y que los taxis sean gratis, municipalizados o no. Es más, yo soy un poco guarro y no me importa juntarme con otros como yo. Excepto con el concejal que hiede.

    Amigos, compañeros y camaradas ¡A caballo! ¡Yihiii! Salud!

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