XXI: El siglo de las religiones / Manuel Medrano


Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

     Finalizaba el siglo XX cuando diversas predicciones de sociólogos e historiadores apuntaban a que el siguiente, el actual, sería el siglo de las religiones.

     Avanzando las dos primeras décadas, la idea fue diluyéndose, pero ahora mismo creo que era plenamente acertada.

    El problema más grave de desechar esa visión es que no se identifican las causas concretas por las que se radicaliza la exclusión del no creyente, se le llega a dotar de rasgos “satánicos”, o se tacha al disidente de “supersticioso”, y muchas veces de cosas peores.

    No trato aquí de lo obvio, de las religiones pluriseculares como el Cristianismo (en sus diversas variantes), el Islam (en sus varias ramas), el Budismo, etc. Porque hay otras muchas religiones que pasan desapercibidas, pero funcionan igual que las tradicionales, a veces mucho peor al ahondar en lo negativo y no en lo positivo como es hacer crecer al espíritu humano en comunidad.

    Por citar primero un ejemplo relativamente leve, ahí tenemos a los hinchas de los equipos de fútbol que adoran a su equipo y toman a sus jugadores estrella como semidioses, llegando a producir serios altercados y a insultar gravemente las creencias religiosas (en el sentido tradicional) de los seguidores de los equipos contrarios.

    Otra religión, esta más peligrosa, es la de los adoradores de la Ciencia. Porque bajo este culto se tragan todo tipo de creencias como si estuviesen consagradas, y así se llega a presionar salvajemente, segregar socialmente, perjudicar económicamente y demonizar personalmente a los ciudadanos y ciudadanas que se negaron a dejarse inyectar los diversos mejunjes que proliferaron gracias al COVID-19, los cuales fueron definidos por sus propios fabricantes como experimentales.

    La democracia ha pasado de ser un sistema político a convertirse en una religión, extremadamente intransigente en ocasiones y basada en dogmas elaborados sólo en y para Occidente, y especialmente para el mundo anglosajón. Países con su propia versión del “poder del pueblo” son condenados por no seguir las reglas democráticas que sacralizan e intentan imponer estados económica y militarmente dominantes. Como dirían las traducciones más tradicionales de la Biblia, esto es “una abominación”.

      Hemos pasado de los prescriptores, expertos en una materia utilizados por la mercadotecnia para promocionar productos o actividades, a los “influencers”, que son lo mismo pero sin tener ni puta idea de nada. Hemos pasado de creer en nuestro propio dios a defender fieramente ideas radicales de cómo debe ser la Humanidad, quién debe gobernarla (porque los humanos no saben lo que hacen ni lo que les conviene) y cómo (según el criterio de ciertas élites que se embolsan miles de millones cada vez que actúan en nuestro supuesto beneficio, aunque sea fomentando guerras y hambrunas).

     Sí, es el siglo de las religiones, pero no de la espiritualidad. El siglo de los creyentes, no de la Humanidad.

 

Artículos relacionados :