¿El hartazgo político tiene solución sexual? / Eugenio Mateo

PMateoEugenio1
Por
Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com.es/
   


    Somos un país de desmemoriados, no de otra manera  puede entenderse que a toda esta ilustre nómina de presuntos mangantes se le nuble la memoria en los momentos de comparecer ante los jueces.

   Nadie sabe nada. Nadie admite habérselas llevado crudas. Nadie reconoce nada, faltaría más,  — ¿quién es tan valiente como para cuestionarse a sí mismo? — Negar, negar, esa es la cuestión. Total, que al final, y para desgracia, todo se resume a un destape de las vergüenzas  de tipos sin sex appeal  cuyos nombres  pronto se olvidan —ay, la futilidad de la memoria — ante la visión de las vergüenzas de verdad  de los macizos y las mollares   que ocupan posiciones en la libido costumbrista para libar de las represiones y malas leches.

   Tengo conocimiento de una encuesta que pretende ligar el hartazgo político con la insatisfacción sexual. Al parecer y según los datos conseguidos, un ciudadano que ejerce la actividad copulatoria con  la regularidad y entrega  que cada morfología recomiende, no presta atención a otras cosas que no sea la entrepierna del/la contrario/a, y es ajeno a vaivenes o chanchullos de los padres de la patria. Por otro lado, el ciudadano que no moja está más receptivo al escándalo y se cabrea sin solución de continuidad. Si esta encuesta fuera rigurosa, la solución a nuestros males vendría del roce, de la carne, vamos, pues eso es lo único importante al decir de algunos con los que no coincido del todo.  Satisfechos todos en uno de nuestros instintos básicos, los demás males serían menores. La ambición, por ejemplo. Ambicionar, teniendo  al deseo en trance guerrero, carece de sentido salvo para ambicionar echar más polvos. La prepotencia, llegado el caso, exigiría un mayor número de amantes, pues ya se sabe que los prepotentes llegan antes al orgasmo, pero con una buena renovación del parque y la conveniente administración, esa tendencia chulesca se arrebujaría en las sábanas como un gato remolón. El nepotismo quedaría limitado al propio círculo de la pareja de turno. Colocar al sobrino de la última conquista significaría que una vez amortizada, habría que echar al sobrino para enchufar a la prima de la siguiente, con el consiguiente beneficio de la remodelación de personal y la agilización de las listas del IANEM. El cohecho delata tanto  al que da como al que toma, pero en lances galantes la propina del regalo es atávica y nadie se llama a engaño.

    A mí, que me gusta mirar a los ojos de la gente en busca de detalles que esconden, me produce una sensación de orfandad ver en todos estos “investigados” la mirada opaca de la superioridad. Necesariamente, la encuesta mencionada adolece de un tremendo fallo ya que en ningún momento se habla de relacionar a los causantes del hartazgo con su satisfacción o insatisfacción sexual, por lo que siempre nos quedará la duda sobre si los corruptos copulan mucho, poco o nada. Vista la clara imbricación del sexo con la apatía política —siempre, según la encuesta— no estaría de más saber la verdad sobre la política y el colchón pues así nos enfrentaríamos a las conclusiones.  Podría, así, entenderse que la erótica del poder no es una entelequia. Un sujeto que trinca tanta pasta necesita huecos donde colocarla y qué mejor hueco que los naturales del cuerpo humano, a los que seguramente se llega mejor con la lubricación que procura el dinero. Negra  para el agujero negro  y dorada para el vellocino de oro.

   He conocido a políticos que eran de una obra; ellos necesitaban el placebo del poder porque el sexo solamente aumentaba el núcleo familiar y daba menos gusto. He conocido a otros que eran de natural putero con cargo al erario público, ya entonces. Se gastaban lo que no era suyo a la salud de los ciudadanos, pero  acabaron viajando solos en los destinos del Inserso. Conozco a varios que dicen estar satisfechos aunque no aclaran la causa y dejan abierta la puerta a la suposición — A) ¿En la cama? B) ¿Por las comisiones? C) ¿Por vencer las tentaciones? D) ¿Por ser aforado? —  Demasiadas expectativas. Volviendo a la encuesta, si yo fuera político le haría caso. Un país que se cruza en el colchón es más saludable y mejor gobernable. Tolerante y abierto al encuentro. Siendo ciudadano, aplicaría el criterio de buscarse cuanto antes una piel para recorrerla entusiasmado mientras en el piso de arriba el volumen de la tele se desgañitara hablando de corrupción.

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