Un problema para cada solución / Jorge Álvarez

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Por Jorge Álvarez Pieroni

  Eso es el gen que parece tener cada argentino esparcido por todo su cuerpo. Es de locos, pero es así. Innegable por donde se lo vea a este análisis y al título de este comentario.

   Usted, aún si conocer el país, me dirá ¿no es temeraria y exagerada esta apreciación? No, se lo aseguro y todavía es piadosa. Me quedo corto, muy corto.

  Pero de seguro usted necesitará pruebas de lo que afirmo y yo estoy dispuesto a brindárselas. Le voy a poner un par de ejemplos simples. Le voy a hablar sobre dos argentinos universales y que por lo tanto el lector de El Pollo o de África sabe de su existencia, de su actividad y por qué no, de su vida.

  El primero es casi un español. Leo Messi ¿a quién le puede resultar indiferente leer o ver en tv algo sobre este superdotado jugador de fútbol? A nadie. Sea del Barcelona o le resulte indiferente el fútbol no se puede obviar al mejor jugador del mundo en la actualidad. Es un placer ver como el diminuto rosarino surgido de las entrañas del Club Newell´s Old Boys deja desairados a defensas de todas partes.

  El mundo se rinde a la magia de Messi. Perdón, casi todo el mundo porque en su país se lo discute y se lo denosta porque no consigue resultados similares a los del Barça. Lo que pasa es que la mayoría no soporta a un ídolo aséptico e impoluto sin aristas escandalosas como Maradona, que sí encarna al común del argentino. A tal punto que se siguen alegrando del gol convertido con la mano a Inglaterra en un Mundial y no los que consiguió con los pies. Patético.

  El segundo es el Papa Francisco. Sí, si el Cardenal Jorge Bergoglio hubiera imaginado la cantidad de controversias de toda índole que provoca, en especial en la política argentina, su figura no sólo se hubiera negado a sentarse en el trono de Pedro sino que hasta creo que hubiera dejado los hábitos.

  Es surrealista, con aristas que alcanzan el delirio los comentarios que se le atribuyen, al igual que dichos que no dijo, posturas y hasta gestos. ¡Sí ahora la ciudadanía tiene como tema principal los gestos del rostro del Papa! Días atrás recibió, en audiencia protocolar, al presidente Mauricio Macri. Por Dios, pobre Francisco. A los segundos los portales y redes sociales explotaron porque no posó sonriente, ni abrazó a su visitante y porque lo recibió sólo 22 minutos.

   En análisis, propios de subnormales, de un lado se afirma que el Papa es partidario del gobierno, bueno en realidad era una asociación ilícita, que se marchó porque a la ex presidenta la recibía con alegría y por más tiempo. Y los votantes de Macri no salen de su asombro porque pretendían que Su Santidad lo reciba en la Plaza de San Pedro con un show de pirotecnia digno de los festejos de la llegada del año nuevo.

   Ahora ¿y si el Pontífice recibía al Jefe de Estado risueño y fuera de protocolo qué hubiera pasado? En el acto lo “crucificaban” diciendo que era muestra más de su apoyo a la ultraderecha, al capitalismo salvaje y a otros tantos disparates que imagina la gente que sólo busca problemas donde no los hay. Bueno quizá, porque ellos sí tienen un problema para cada solución.

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