Makinavaja y Calístines de Olinto / Manuel Medrano

 
Por
Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

     Mira tú el Medrano, diréis más de uno, qué título ha plantificado este mes. Pues vale, pues me alegro, pero no es casual.

 

     Esto es que te rondan dos asuntos por la cabeza (me rondan más, ¿eh listillos?, pero estos entre ellos) y ves que tienen relación desde la perspectiva humanística. O, más bien, humana, demasiado humana (que diría Nietzsche).

     El desaparecido dibujante Ramón Tosas “Ivá”, puso en boca de su personaje Makinavaja en una viñeta de principios de los 80 la siguiente frase: “En este mundo podrido y sin ética, a las personas sensibles sólo nos queda la estética”.

    Y sólo la estética le quedó a Calístenes de Olinto (circa 360-328 a.C.), historiador griego que fue sobrino y discípulo de Aristóteles. Porque la ética se la hicieron pagar muy cara. Tras el asesinato de Filipo II de Macedonia, Calístenes de Olinto fue recomendado por Aristóteles para ser el historiador personal de Alejandro Magno durante su proyectada campaña contra el Imperio persa. Calístenes alabó en sus narraciones las hazañas de Alejandro, recogiendo la afirmación del rey macedonio de ser hijo de Zeus y haciendo gala de ciertas tragaderas poco estrictas.

    No obstante estos precedentes, Calístenes fue uno de los críticos de Alejandro desde el momento en que el rey macedonio decidió asumir el ceremonial persa, con prácticas tales como la “proskynesis” de sus súbditos ante él. Esta costumbre oriental consistía en la postración de rodillas y en tocar el suelo con la frente en esta postura ante el rey, como muestra de devoción ante el soberano por su naturaleza divina. Esta práctica asumida por Alejandro fue mal recibida por los macedonios y los griegos de su ejército y su burocracia, entre los que se contaba Calístenes, quien en una ocasión “ofendió” al rey no postrándose ante él. Esto supuso la caída en desgracia del historiador ante Alejandro, quien más adelante acusaría a Calístenes de estar detrás de la denominada “conspiración de los pajes”. Calístenes fue detenido y encarcelado, ya que debido a su condición de heleno no podía ser enjuiciado por un tribunal macedonio, muriendo durante su cautiverio bien a causa de las torturas, bien por inanición. El triste final de Calístenes fue conmemorado por su amigo Teofrasto en un singular tratado («Calístenes o sobre el llanto»), que dio a conocer durante una visita a Atenas.

    O sea que Calístenes, harto de no seguir la ética que cualquier griego libre y bien nacido consideraría fundamental, y de adorar como un dios al humano Alejandro, se plantó. Y el todopoderoso macedonio, inmerso en su enfermiza apoteosis, le mandó matar. La estética de la libertad, no postrarse ante otro hombre, le resultó fatal. Y la acción ética de un amigo, Teofrasto, nos permitirá recordarle siempre.

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