Canarias: “Descifrando” la ruta canaria de la inmigración. El reto de otras políticas migratorias[1].


Por José Antonio Díaz Díaz[2] .

    La realidad social no es reducible a cifras. Analizar cualquier fenómeno social requiere de datos, pero también de su interpretación desde las teorías disponibles, plurales y contradictorias entre sí y, sobre todo, desde ideologías no siempre explícitas y a veces ni reconocidas por el autor. De ahí, que el lenguaje empleado puede que nos diga más del mensajero, de su currículo oculto, que los datos que este presenta y las fuentes usadas.


José Antonio Díaz
Corresponsal del Pollo Urbano en Canarias

El Proyecto “Inmigracionalismo”, de la Red Acoge, incide en esa línea argumental que sus responsables resumen en la siguiente afirmación: “inmigración + sensacionalismos = inmigracionalismo”. Entenderemos esa propuesta de neologismo, como una ideología, en su acepción de falsa conciencia, que opera en una doble perspectiva, aunque produce resultados relacionados, cuando no semejantes.

      Es el caso de algunas campañas políticas, que de forma expresa e intencional fomentan y promueven opiniones xenófobas e incluso racistas. Pero ocurre, que la falta de formación especializada en el periodismo, el propio ritmo de la realidad informativa y la distancia desde donde se construye la noticia, y el espacio donde ocurre, coadyuvan a ese estado de opinión cercano a la xenofobia y el racismo. En los términos del informe: “Más del 80% de las informaciones sobre migraciones en los medios de comunicación españoles no incluyen las voces de los propios migrantes, y más de la mitad no utilizan el término ‘persona’”. Y concluyenla cobertura de las migraciones, (…) continúa marcada por la deshumanización”.

    El adagio popular de autoría plural y diversa “Una imagen vale más que mil palabras”, ha calado en el saber popular como condición necesaria y suficiente de la objetividad, y principio de neutralidad periodística. Y ni lo uno, ni lo otro es cierto, por ejemplo, presuponemos que los átomos existen, ¿Alguien los ve? Sin embargo, ahí están sus efectos, armamento, centrales nucleares, o medicina nuclear, sin mencionar que estamos conformados por estructuras moleculares. La realidad humana es lenguaje, y en él encontramos las claves para entender el mundo que nos rodea. La visión de una imagen provoca en nuestra mente palabras. Simplemente busquen en la red la fotografía con la que Kevin Carter ganó el premio Pulitzer de 1994 y obvien el pie de foto.

    Las cifras parecen objetivar el relato, pero sobre todo, perdemos la alarma moral, la sensibilidad, la idea de dignidad como principio rector de las relaciones humanas y parece que asumimos realidades que en una conversación personal nos parecerían absolutamente intolerables, como por ejemplo: “a un 27% de la juventud española no le gustaría que sus hijos fueran a un colegio con muchos alumnos inmigrantes”, “ un 21% no querría tener una pareja migrante” y “a un 18,5% le disgustaría tener vecinos migrantes”.  Imaginemos sólo por un momento esta otra situación: “27 familias de un colegio exigen que no haya muchos inmigrantes en las aulas” ¿cuántos son muchos? , o la siguiente: “en una comunidad de cien viviendas, 18 vecinos se han quejado de que se alquilen pisos a inmigrantes”, o tu mejor amigo o amiga, te dice que “ha dejado a su novia o novio, cuando este o esta le ha comentado que es hija o hijo de inmigrantes”

    Si en la noticia, en el mensaje, se pierde o simplemente no está presente la dignidad, perdemos la capacidad de empatizar, naturalizamos el sufrimiento y el orden social. Es la consabida sentencia de “es lo que hay”. Renunciamos a la imaginación, al optimismo, a la acción, a la posibilidad de otros mundos.

    Conviene en consecuencia recordar algunos lugares comunes, -especialmente en este país, y en estos momentos-, en que algunos sujetos colectivos pretenden criminalizar a las víctimas, transformándolas en victimarios, construyendo un relato supremacista y negacionista, que distingue a personas migrantes y refugiadas por su procedencia cultural, geográfica y orientación sexual, promoviendo sin rubor la xenofobia, cuando no directamente el racismo, expandiendo bulos en torno a los menores extranjeros no acompañados e ignorando nuestras migraciones del siglo XX, -por limitarnos a las recientes-, las razones y sujetos de las mismas.

     Debemos señalar que el supremacismo y la negación de la condición humana a nuestros iguales -o proceso de cosificación y reificación- es tan viejo como la cultura occidental, pues ya los romanos utilizaban el exónimo de `bárbaros´ tomado del griego `βάρβαρος´, con el significado “del que balbucea”, -imitación del sonido «bar-bar» que los griegos remedaban para representar el habla de los extranjeros-, y que describe a aquellos que no hablaban la lengua del imperio, que no eran ciudadanos y que habitaban fuera de las fronteras de este”.

    Los seres humanos somos animales en movimiento que compartimos un único planeta con el resto de los seres vivos con dos fines o pulsiones primarias, sobrevivir y evitar el sufrimiento. Los flujos migratorios son una constante en la naturaleza, sólo rota precisamente por la humanización, pues cuando aprendimos a cultivar y domesticar algunas especies de animales nos enraizamos con el territorio generándose formas culturales específicas y diversas. La agricultura hace ya miles de años trajo consigo la propiedad, el asentamiento en el territorio, la diversidad cultural, pero también la desigualdad. Lo que ha venido después es historia, aunque algo se mantiene de forma constante: la lucha por los recursos, la institucionalización de los grupos humanos y los conflictos entre ellos por los recursos y las distintas formas de resolverlos, la construcción del conocimiento. La cultura, en suma.

    Este trabajo no va de novedades, sino de preguntarse por qué casi treinta años más tarde de la primera referencia a la inmigración africana por vía marítima irregular a Canarias, -que data de 1994, cuando llegaron en patera dos jóvenes saharauis a bordo, y seis meses más tarde otra embarcación con cinco migrantes marroquíes-, seguimos abordando el fenómeno migratorio con la misma fórmula: seguridad en las fronteras, cooperación intergubernamental para el control de los flujos migratorios, ayuda oficial al desarrollo condicionada a los objetivos de los convenios, y declaraciones intencionales sobre cooperación, desarrollo humano y derechos humanos, en algunos casos vía programas de Cooperación de la Sociedad Civil. No decimos que pueda prescindirse de lo mencionado. Sin seguridad en las fronteras no cabe hablar de buena vecindad, pero se requiere trabajar en la causa estructural de las migraciones, y ello ni es tarea para un solo país, ni puede ser abordada sólo desde la cooperación de las ONG, pero sobre esa cuestión volveremos más adelante.

    En esto del lenguaje, hay un primer problema con el sustantivo `migraciones´, tanto en lo que lo precede como lo que le sigue, `irregulares´, `ilegales´, `olas´, e incluso `invasiones´. Las metáforas son un recurso necesario a la hora de comunicar, pero salvo que queramos crear sensación, participando del inmigracionalismo, convendría reducir su uso y tratar de señalar causas y consecuencias del proceso migratorio de los últimos cincuenta años. 

     Comencemos señalando que categorizar una migración como irregular sólo cabe hacerlo por la vía utilizada, la única disponible, por otra parte. Con respeto a la legalidad, es obvia la respuesta, no se están usando los procedimientos fijados en derecho. Pero no es menos cierto que no existen cauces para utilizar medios legales, lo que trae consigo una paradoja sobre el papel de organizaciones que controlan las migraciones, su funcionalidad y su razón de existencia, pues un espacio en una patera o cayuco puede costar hasta cuatro o cinco veces lo que un billete regular de ida y vuelta en avión, a tenor del lugar del cayuco en que se viaje, en proa en popa, o en el fondo del cayuco. ¿Queda pues para respuesta, de quien la tenga, a quién beneficia la inexistencia de vías regulares para viajar desde África hasta la Unión Europea y por qué no se han abierto cauces para migraciones ordenadas?

    De forma breve, el fenómeno de aquellas primeras personas que llegaron a Canarias en 1994, inicialmente tratado como una curiosidad y ocurrencia juvenil, cuatro años más tarde se transformó, por mor de la improvisación y la desidia de las autoridades a cargo, en un problema con consecuencias para las personas migrantes y la reputación de España en materia de derechos humanos, por la forma en que se estaba abordando la acogida de personas inmigrantes.

    Hoy el fenómeno persiste y se amplifica, a pesar de los esfuerzos, -o tal vez, aunque resulte paradójico- por los mismos, al insistir en abordar los síntomas, sin ir a las causas.

    Lo de denominar “canaria” a la ruta migratoria de la costa occidental africana y el suroeste magrebí solo tiene razón de ser por el destino, pues con respecto al origen, si bien es verdad que los datos señalan en mayor número a personas migrantes procedentes de Marruecos, Mauritania, Senegal y Gambia y en menor medida, de Mali y Burkina Faso, no es menos cierto, que en esta ruta pueden confluir personas migrantes procedentes de todos los países del Golfo de Guinea, amen de los mencionados.

     La ruta canaria ha cobrado importancia mediática, no tanto por los números, -ya se dieron esos datos en 2006-, como por fijar preferentemente la navegación en origen hacia la isla del Hierro, 268 km2 y 11423 habitantes, la isla más pequeña y más occidental del archipiélago y, afortunadamente con una memoria reciente por la vuelta de herreños de segunda y tercera generación desde Venezuela, hijos y nietos de  los abuelos y padres que migraron clandestinamente en los años cincuenta como por ejemplo “siete emigrantes que se embarcaron desde la isla de El Hierro hasta el puerto venezolano de Carúpano en el yate alemán Jutta”. Desde Senegal, casi 1500 km y desde Mauritania unos 500, una ruta en arco, que trata de evitar la vigilancia de la costa africana.

    Es una apuesta contra los elementos, de todo o nada, tratando de no ser atrapado por la corriente de Canarias y los vientos alisios, pues si te quedas sin gobierno en el cayuco, por delante solo queda una larga agonía de 18 km diarios en la corriente hasta recorrer sus 4800 km en dirección al Caribe, o el lugar en donde la mar sepulte a la embarcación. Si todo va bien, entre cuatro y nueve días de navegación a la intemperie. Pero cuando todo ha ido mal, y lo hemos sabido, -las menos de las veces-, el destino de las tumbas flotantes han sido Barbados (2006), -aunque habían zarpados en el año anterior desde Cabo Verde-, y Tobago (2021). Ello sin mencionar las embarcaciones de las que no se ha vuelto a saber nada como por ejemplo la que salió de M´Bour (2021, Senegal, con 102 ocupantes). El número de fallecidos y desaparecidos simplemente se desconoce, no hay registros en origen.

    Señalamos a título analítico que la denominada ruta canaria ha conocido tres periodos distintos: el primero, de 1994 a 2006, el segundo, de 2007 a 2018 y el tercero, del 2019 hasta la actualidad.

    El primero, a caballo entre el siglo XX y XXI, es un periodo donde coinciden personas migrantes de origen africano con asiáticos. Confluyen pateras pequeñas que hacen la travesía entre la costa occidental de Marruecos y las costas de Lanzarote y Fuerteventura, junto a barcos de triste memoria como el Ashva, Noe, y “Fullbeck”, el “M V Polar”, el “Olomne”, y el “Al María”. Aparece con total crudeza una nueva actividad económica ilícita en las islas, el tráfico de personas. Si nos remitimos a los cinco primeros años del siglo XX, el número de migrantes alcanzó la cifra de 38.049 personas y alcanza su cenit con la denominada “crisis de los Cayucos de 2006”, en que arribaran a las islas 31.678 personas lo que representa un punto de inflexión en las opiniones publicadas en las islas. A título de ejemplo: «Crisis migratoria sin precedentes en Canarias» (Diario de Avisos, 20 de agosto de 2006), «Canarias, el nuevo destino de los cayucos» (El País, 21 de agosto de 2006), «Los cayucos desbordan a Canarias» (La Vanguardia, 22 de agosto de 2006), «La llegada de cayucos a Canarias se dispara» (ABC, 23 de agosto de 2006) y «Canarias, a la deriva ante la crisis de los cayucos» (El Mundo, 24 de agosto de 2006). La situación trajo consigo algunas manifestaciones poco numerosas en Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife y La Laguna, (no más de 20.000 manifestantes en total) con mensajes ambiguos como «No a la inmigración ilegal» o «Canarias para los canarios. Entre los argumentos manejados por el común, cabe rescatar: “La inmigración irregular supone un gasto para las arcas públicas”, “La inmigración irregular supone una amenaza para la seguridad ciudadana”, “La inmigración irregular supone una amenaza para la identidad cultural de Canarias”. Como podrá colegir quien lea estas líneas, los mismos argumentos empleados hoy en 2023 por la extrema derecha: gasto, inseguridad, e identidad cultural. En cualquier caso, resulta obvio, que las instituciones de gobierno llegaron tarde y mal, y posiblemente también sea cierto que no hemos aprendido gran cosa con respecto a la forma de enfrentarnos a las migraciones, a las cuales seguimos percibiendo como consecuencias de causas parciales, como por ejemplo la guerra, la crisis climática o la inestabilidad política, sin ver las dimensiones estructurales y estructurantes de los fenómenos migratorios.

    En el segundo periodo, de 2007 a 2018, conoce dos momentos, hasta 2009 que llegaron 23.905 personas, y desde 2010 hasta 2018 en que llegaron a las islas 4.480 personas. Es a mi juicio el momento de consolidación de la perspectiva errónea. Se creyó que se había controlado el proceso, especialmente a partir de 2010, se desmantelan las pocas estructuras existentes y se afianza la idea de que potenciando la seguridad en origen se controlarían las consecuencias, en ningún momento se quiso ir a las causas. Se ha asentado el paradigma de la seguridad en fronteras, abordando las migraciones como fenómenos puntuales que pueden ser controlados en las fronteras, ya bien rechazando sin más a las personas migrantes, ya bien atendiéndolas en llegadas para ser devueltas a países terceros que adoptan el papel de guardianes subrogados.

    Se obvia el carácter de tendencia subyacente con potenciales consecuencias para la democracia y la estabilidad política por el uso espurio de las mismas por parte de la extrema derecha o de gobiernos autocráticos y autoritarios que no dudan en usar a las personas migrantes como instrumentos de desestabilización política.

    En el tercer período, de 2019 hasta la actualidad, los datos certifican la idea que venimos defendiendo, las migraciones del siglo XX y XXI son una tendencia subyacente que fluctúan por múltiples causas, pero que siempre estarán ahí, hasta que se actué sobre la cuestión primigenia, la justicia social, el reparto de la riqueza y el buen gobierno. Desde 2019 hasta 2022 llegan hasta las costas canarias 63.726 personas, lo que sumando las llegadas hasta noviembre del año en curso que han superado las cifras de 2006, nos acercan a las 100.000 personas migrantes llegadas a Canarias en los últimos cuatro años, pero, sobre todo, nos apuntan algunas hipótesis:

1.- No cabe reducir a las migraciones a un problema de seguridad en las fronteras. Se requieren otras interpretaciones, otras políticas migratorias.

2.- Reducir el proceso de inmigración a problema de seguridad, generan consecuencias que son aprovechadas por la extrema derecha para promover el racismo y la xenofobia como instrumento de oposición política.

3.- Se generan problemas de vecindad en toda la Unión Europea y se debilita la construcción de una Europa Social y para las personas.
4.- No cabe poner puertas al campo, y menos aún al mar. Ningún programa de seguridad resolverá la cuestión, esta solo cabe para auxiliar a las personas migrantes, imperativo moral y obligación jurídica por otra parte.  

5.- La gestión de las migraciones no puede ser solo tarea de un único país, es una cuestión de la Unión, que no se agota en las fronteras. La Cooperación y la ayuda al desarrollo con África debe ser gestionada desde la Comisión Europea, como uno de los grandes pilares de la política exterior.

6.- La Cooperación de los Estados, la cooperación descentralizada y de la sociedad civil, debe estar coordinadas y ejecutadas por una Agencia no Gubernamental independiente del Gobierno, con presupuestos quinquenales que responderá ante los donantes por las vías que establezcan las distintas administraciones.

7.- La mejor fuente de información para conocer las necesidades de las africanas y africanos son sus migrantes. Hay que volver sobre los principios del Codesarrollo como uno de los procedimientos para invertir en un desarrollo humano que promueva la equidad, la justicia social, el buen gobierno y por extensión la paz.

8.- Las explicaciones tradicionales del repunte de las cifras de personas inmigrantes que se suele apuntar desde los medios de comunicación conforme a un conjunto de causas: ahora el cambio climático, desde siempre la búsqueda de oportunidades, en septiembre y octubre las calmas de la mar en la ruta canaria, y algún elemento “nuevo” como una crisis política, en este caso, la convulsión social que atraviesa Senegal, son básicamente una lista de potenciales causas abiertas, casi irrefutables y en línea con el sentido común, y pudiera parecer que estamos haciendo un diagnóstico acertado de la situación, pues al menos alguna de ellas será correcta, pero nos recuerda el adagio “intentar tapar el sol con un dedo”.

9.- Llama poderosamente la atención que no se publiquen estudios de investigación social realizados por los entes no gubernamentales o las universidades sobre los proyectos migratorios de las personas recién llegadas, ni siquiera de los menores extranjeros no acompañados, fenómeno que requiere una perspectiva especifica y que abordaremos en otro momento.

10.- La realidad es que no sabemos por qué migran las personas, más allá del lugar común “para mejorar su situación”, aunque se antoja como una débil explicación cuando observamos el sufrimiento que entrañan las migraciones africanas. Obviamente deben existir otras razones que desconocemos.

11.- Parte del relato migratorio que llega al gran público a través de los medios de comunicación entra de lleno en la falacia causal, donde de manera interesada se asocian datos de inseguridad y pobreza con personas migrantes, conjugando de forma expresa y consciente la xenofobia y la aporofobia, a fin de promover en la población local rechazo a las personas migrantes.

12.- Corolario, aunque las migraciones han fluctuado con repuntes y años valle, es una constante del sistema económico mundial, es decir, una tendencia subyacente del mismo. Mientras exista pobreza, inequidad y mal gobierno, habrá migraciones, ergo cabe concluir como hipótesis, al menos, que las migraciones se acentuarán en los mismos términos en que se incremente la violencia estructural del sistema en sus formas más radicales: la pobreza, la guerra y el cambio climático. Que las migraciones sean parte del problema o de la solución, no está escrito, dependerá de la forma en que la economía y la política aborde las migraciones.

[1] Mi agradecimiento a  Concepción García, Oscar Vizcaíno, Alberto Manganell y Javier Marrero por las sugerencias y correcciones al primer borrador de este trabajo

[2] Profesor jubilado de Filosofía de Educación Secundaria. Miembro del Foro de Sevilla y colaborador del Instituto de Estudios para la Paz y la Cooperación.

joseantonio.iepec@gmail.com 

https://orcid.org/0000-0001-7893-3503

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