Por José Antonio Díaz Díaz[2] .
“Canarias tiene un límite” es el lema de las ocho manifestaciones que el 20 de abril recorrieron las Islas Canarias, exigiendo la reconversión del modelo de turismo, ecotasa a los visitantes, transición energética responsable y sostenible, promoción de la soberanía alimentaria y economía circular, moratoria en la creación de nuevas camas turísticas, y regulación de la compra de viviendas para personas no residentes.
Por José Antonio Díaz Díaz[2] .
Corresponsal del Pollo en Santa Cruz de Tenerife. Islas Canarias.
Comencemos por señalar el acierto de las 32 entidades que promovieron y organizaron las movilizaciones del 20 de abril y démonos la enhorabuena por el éxito de las manifestaciones.
Su mérito, llamar la atención de la ciudadanía sobre las consecuencias de un modelo económico insostenible en un contexto de (des) orden internacional y cambio climático que nos conduce a territorio ignoto.
El 20 de abril abrimos ocho ventanas de progreso moral y esperanza histórica. Ocho ventanas por el cambio. Las campañas “Canarias tiene un límite” (manifestaciones del 20 de abril), y “Canarias se agota” (huelga de hambre por las construcciones de sendos complejos turísticos en Adeje y Granadilla, municipios del sur de Tenerife) son el “grito” (Edvard Munch) de una parte de la sociedad que siente como la incertidumbre se apodera de todos los ámbitos de su vida. A continuación, siguen diez observaciones, consideraciones o ideas a modo de premisas, puntos de apoyo para debatir sobre la reconversión del turismo a tenor de las exigencias de las circunstancias del momento.
Primera observación, destaquemos que hay un presente que pide cambio y un futuro en el que se dibuja este. Hay relevo generacional liderando procesos instituyentes alternativos, que traen consigo propuestas de cambio social, económico y cultural.
El grito del 20 de abril, incluso aunque no lo compartamos en todas sus expresiones y tonalidades, no es lo que plantea parte de la clase dirigente y gente bien pensante, una manifestación de ingenuidad, voluntarismo, irrealismo y utopía. Trae consigo un marco alternativo con perspectivas, y preocupaciones claras y distintas en circunstancias definidas y conocidas, aunque no bien estudiadas en sus consecuencias. Compartimos las circunstancias, y necesitamos comprender y empatizar con las perspectivas y las preocupaciones, de unos y otros ampliar hasta ampliar el marco mental en el que quepan todas las propuestas a fin de encontrar los elementos comunes denominadores que nos permitan dibujar el futuro, un ser y un estar para todas las personas que aquí vivimos y aquellos que nos visitan.
Esa cosmovisión, ese cambio mental, debiera ser nuestro primer cometido, pues en él está nuestro ser o no ser colectivo presente y futuro.
Aunque sabemos que no cabe reducir la economía a esquemas de causalidad simple, ahí radica el acierto de la campaña “Canarias tiene un límite”. Han empatizado con el sentido común, recopilando de forma clara el sumatorio de dificultades de la vida cotidiana, que, aunque dispar y complejo, posee una consecuencia común, la percepción de pobreza económica y extrañamiento cultural. Expresado de forma breve, aumento desmedido de visitantes, y consiguiente congestión y masificación; colas de horas en el transporte por carretera que alargan las jornadas laborales y dificultan la logística cotidiana; deterioro medioambiental irreversible por la presión sobre los recursos especialmente en materia de agua, energía, producción de cemento y áridos para la construcción; incremento de precios de bienes y servicios básicos; precariedad laboral del sector; falta de vivienda asequible por transformación de la vivienda residencial en vacacional y ausencia de vivienda pública; y la conversión de la cultura tradicional en espectáculo turístico. A tenor de cuál sea la dificultad dominante, se explica la percepción diferenciada del mismo problema en cada isla, aunque en todas concurre la masificación, las malas condiciones laborales del sector turístico y el deterioro creciente del patrimonio natural.
Segunda consideración, se cuestiona por primera vez el modelo de turismo, que no al turista. No existe turismofobia, si acaso Canariofilia.
El éxito de la campaña es justamente proporcional al demérito acumulado en los últimos cuarenta años en la gestión de las administraciones publicas independientemente de quien estuviera al frente de las mismas. Da lo mismo que gobiernen unos u otros. Las diferencias no radican en las acciones de gobierno, sino en la propaganda, en el relato, que, en formas de opiniones publicadas, pretende conformar un estado de opinión determinado. Todo ello amplificado por la desinformación, la polarización de la política, y la sospecha de algunos grupos ambientalistas de que la forma en que se distribuyen las subvenciones públicas pueda haber contribuido a la construcción de relatos parciales, inexactos e incluso falsos.
Tercera observación, la desafección política creciente es la consecuencia de la pérdida de confianza en la clase dirigente, en todos los ámbitos y sectores sociales, lo que incluye también al turismo y sus consecuencias.
A tenor de lo que nos ocupa y preocupa, el relato oficial del valor del turismo en Canarias se explica con dos cifras: 35% del PIB y 40% del empleo. El relato oficial está ligado a la producción de riqueza, no a su distribución y muchos menos al coste social y ambiental de la misma, de ahí la tesis: “la economía va bien, cuando crece (el mito del crecimiento sin fin), y mal cuando no lo hace”.
A Canarias, en 2010 llegaron 10, 43 millones; en 2022, 14, 62; y en 2023, 16,2 millones; en términos porcentuales el número de turistas creció más de un 155% en trece años a pesar de la crisis económica iniciada en 2008, la quiebra del grupo Thomas Cook (2018), y la consiguiente crisis de la COVID 19 y la Guerra en Ucrania.
¿Son sostenibles esas cifras? Veamos previamente la definición de Capacidad Turística que establece la Organización Mundial del Turismo: “número máximo de turistas que pueden visitar en un mismo momento un sitio dado sin causar daños apreciables al medio ambiente, o provocar procesos de destrucción graves de orden físico, biológico, económico y sociocultural, ni una degradación inaceptable del grado de satisfacción de los turistas”.
El único estudio conocido por quien suscribe sobre Capacidad de Carga Turística en Canarias, ha sido publicado por el Cabildo de Lanzarote (2023-Gaia Consultores Insulares, SLU), del que cabe destacar su conclusión general: “todos los indicadores asociados a los principales factores de capacidad de carga reflejan las características propias de un destino turístico maduro que ha llegado a un nivel muy alto de saturación, tanto en términos de densidad como de intensidad turística, incluyendo la perceptiva, desbordando incluso las capacidades económicas y humanas de las administraciones y operadores turísticos locales para gestionar adecuadamente la situación …/… lo más preocupante no solo radica en los datos puntuales, sino en las tendencias de los distintos indicadores que muestran una senda de crecimiento cuantitativo continua”.
En el informe citado se termina recomendando declarar la isla como zona turística saturada, para abrir un proceso de reflexión que permitan consensuar nuevas estrategias [y modelos de gestión] del turismo en Lanzarote.
Cuarta consideración, la necesidad de parar, reflexionar, de declarar una moratoria turística, no es solo una ocurrencia de sentido común, es también la recomendación de los expertos, lo que podría contribuir a recuperar parte de la confianza perdida en la clase dirigente, especialmente responsables políticos y empresariales.
En otro orden de cuestiones, ni somos los primeros, ni los únicos, en señalar nuestro malestar con el modelo de turismo, nos han precedido, entre otros muchos, las Islas Baleares, Barcelona, Venecia, o Ámsterdam. En realidad, cabría preguntarse, cómo hemos tardado tanto tiempo en denunciar la situación del sobreturismo.
El origen del turismo está fuera, y su materialización dentro. El turista querría comprar magia, literatura, aventura, y emoción. Nos gustaría ser viajeros que no turistas. La publicidad, el cine, y las series de televisión, los documentales de viajes y las ferias, crean un imaginario, que la realidad desmiente por lo que estamos señalando, pero que seguimos persiguiendo. Todo lo que ocurre en el origen donde se oferta, impacta dentro en el destino, es una actividad volátil, sensual, voluntariosa, y voluptuosa a la que se renuncia cuando surgen las dificultades, o nos sentimos engañados; por ello, todo lo que se haga mal en casa regresa al origen con las maletas de vuelta. Es una versión sui géneris del efecto mariposa. El problema con tales efectos es que no cabe predecir a priori los males en cuestión, sino tratar de que no se den, de ahí la necesidad de apostar no solo por un turismo con una huella ecológica neutra y buenas prácticas, sino por una economía toda ella sostenible. Publicidad y experiencia tienen que ir de la mano.
Quinta observación, lo que vive el turista, debiera ser lo que le venden las agencias de viajes e intermediarios. Hay que poner en valor la cultura propia y el patrimonio natural no como publicidad, sino como realidad vivida, explicada con pedagogía por profesionales formados, donde la persona viajera se sienta asistida en todos los momentos del periplo. El turismo requiere de transparencia, honestidad profesional, supervisión, y derecho a reclamar en el idioma nativo, y a ser informado de la resolución que proceda en el origen del viajero en su lengua.
Cuando se señala las cifras de PIB y de empleo asociadas al sector turísticos, 35% y 40 % respectivamente, se asume que esa es la única, y además mejor realidad posible. Pero existen otros mundos posibles, que además redundarían en la calidad del turismo. Esos mundos posibles pasan por el crecimiento de otros sectores en una estrategia planificada y combinada de decrecimiento y crecimiento del sector turístico y otros sectores a medio y largo plazo, con las correspondientes medidas de apoyo financiero, Formación Profesional y Universitaria, Investigación, Innovación y Desarrollo, atendiendo a diagnósticos insulares y comarcales.
Hablamos de agricultura, pesca (piscifactorías y bajura) y ganadería de especies adaptadas a los ecosistemas insulares, reciclado y posterior transformación de los insumos en otros bienes, generación de energía verde con tecnologías propias sin entregar el sector a las multinacionales y, el aprovechamiento de las aguas de los acuíferos y escorrentías invirtiendo en las técnicas que ya conocemos, dejando la tecnología de la desalación como situación de emergencia, y el tratamiento de las aguas residuales para riego agrícola y urbano sin que se pierda una gota en la mar, promoviendo la industria ligera, y el desarrollo tecnológico, etc.
Todo lo dicho, debe situarse en la situación de cambio climático y (des) orden mundial, dos gatillos con un potencial de destrucción inimaginable y con múltiples posibilidades de retroalimentación, “las puertas del infierno” en palabras del secretario general de Naciones Unidas, que si no se tratan con prudencia pueden iniciar el camino de la desaparición de las civilizaciones que conocemos.
Sexta consideración, añadamos nuestra posición geoestratégica en el África Occidental, la situación en los países del área, la instrumentación de las migraciones masivas que irá in crescendo, salvo que se actúe en origen, el conflicto irresoluto del Sahara, Oriente Medio, y resto de conflictos, que no por lejanos debemos olvidar, aunque solo sea por imperativo moral, y la situación en el este de la UE, como argumentos que invitan a la prudencia, paso firme, mesura, y sobre todo actuar desde lo local y contando con la ciudadanía, pues la solución si existe, está en la diversificación económica en las propias islas, con una especial atención a las relaciones con los países vecinos, y en una relación funcional con el continente que vaya más allá de la guarda de fronteras y conformarnos con ser el balneario del norte de Europa, o un plató más o menos exótico de cine y televisión que nos sirva de campaña publicitaria.
Necesitamos cuestionar nuestros a priori ideológicos: crecimiento sin fin, antropocentrismo, libertad económica o libre mercado, o la idea de la competitividad perfecta, la creencia de que la tecnología podrá resolver todos los males causados, o la última ocurrencia económica (nómadas digitales, rodaje de series, y las que estén por llegar, esperemos que alguna buena, etc.)
Ni hay una sola solución, ni ninguna será milagrosa, se requiere investigar, estudiar, planificar, regular e intervenir la actividad humana en todos sus ámbitos.
Pero sobre todo se requiere imbuir la acción humana de una ética del cuidado, poniendo la dignidad y el desarrollo humano en el centro del programa. Solo cuidando la tierra y los seres que la habitan nos cuidamos las personas. Solo hay libertad en la acción humana limitada conscientemente.
Seremos personas libres, si actuamos conforme al derecho que nos hemos dado, y al conocimiento que la ciencia y la tecnología pone a nuestra disposición, y podremos mejora una y otra cultivando la filosofía y las artes.
Séptima observación, estamos en una revolución copernicana, cuanto primero lo asumamos, más preparados, abiertos y listos estaremos.
La revisión y reconstrucción del relato de estos días, podrá hacerse con más mesura en los meses venideros, ahora solo cabe señalar cuatro momentos de este. Un primer momento donde la clave fue la condena y la deslegitimación, a manos de parte de la clase dirigente y bien pensante, de la convocatoria. Un segundo momento, que calificaremos de silencio ruidoso, donde alcaldes y alcaldesas de municipios turísticos, otras autoridades, expertos y columnistas de medios de comunicación guardaron silencio. En el tercer momento, podemos llamarlo de oportunismo, pues cuando ya se preveía que las manifestaciones iban ser multitudinarias, tocaba subirse al carro en plena carrera, ergo aparecen voces notables exclamando donde digo dije diego. Cuarto momento, tras las manifestaciones del día 20, en vez de tomarnos un respiro, parar y reflexionar, aparece la reacción, y con ella la confusión interesada y planificada, ya por las prisas, ya por los intereses. Se señala la incoherencia del 20 de abril al criticar el motor de la economía canaria y no el resto de los males que la acechan: listas de espera, dependencia, ayudas agrícolas y ganaderas, …. O se publican presuntas desavenencias entre los promotores de la movilización aludiendo a un comunicado por ahora inexistente. Cabe preguntarse si se quiere volver a la casilla de salida, la deslegitimación.
Octava consideración, no cabe considerar a la población como un sujeto colectivo menor de edad, incapaz de saber lo que le conviene o de discriminar entre verdad y falsedad. La ceremonia de la confusión previamente esquematizada en el apartado anterior solo contribuye a la desafección de la clase dirigente y al descredito de los medios de comunicación, dado que no se denuncian tales maniobras, y sobre todo redundan en la polarización política y a medio plazo en el deterioro de la propia economía, pero sobre todo de la convivencia ciudadana. El resultado del 20 de abril debiera hacerles reconsiderar esa posición, no solo por coherencia moral propia, sino por simple cálculo y conveniencia, pues la verdad siempre se impone a la falsedad, y la naturaleza al artificio.
Novena observación, se requiere del Parlamento de Canarias, los Cabildos Insulares, y los Ayuntamientos que lideren un proceso de estudios de capacidad de carga a nivel municipal, comarcal, insular, y regional, a partir de la experiencia del trabajo realizado en Lanzarote, promoviendo la participación de la Sociedad Civil, y con especial atención al papel estratégico de Canarias con respecto al África Occidental y nodo de comunicaciones intercontinental.
Decima consideración, para finalizar, el 9 de junio, serán las elecciones al Parlamento Europeo, en los próximos días a medida que conozcamos nombres propios, será el momento de interpelar a candidatas y candidatos en torno a los temas aquí tratados, de forma que podemos elegir a las personas que aboguen por una Canarias sostenible, lo que requiere de una moratoria turística, una ecotasa que coadyuve a paliar la carga ambiental del turismo, regular el alquiler vacacional ya existente, y trabajar en pos de una transición verde sostenible liderada por las instituciones públicas en materia de energía y agua, y la promoción de la soberanía económica allí donde sea factible.
Santa Cruz de Tenerife. Islas Canarias.
30 de abril de 2024.
[1] Mi agradecimiento por las sugerencias y correcciones a Alberto Manganell, Javier Marrero, Oscar Vizcaino, y José Manuel Ruiz.
[2] Profesor jubilado de Filosofía de Educación Secundaria. Miembro del Foro de Sevilla y colaborador del Instituto de Estudios para la Paz y la Cooperación.