Alemania 2025, la crisis no está en la democracia, sino en la economía.


Por José Antonio Díaz Díaz

     La crisis de la democracia tiene una explicación simplona y por ello inaceptable, para gobernantes y gobernados, el sistema económico. Es como si el médico nos dijera, lo que a usted le está matando es la comida y su forma de vivir.


Por José Antonio Díaz Díaz
Corresponsal del Pollo Urbano en Santa Cruz de Tenerife. Islas Canarias. 

      “Europa respira tranquila tras las elecciones de Alemania”. Es la idea predominante en la narrativa mediática después del 23 de febrero. En los días precedentes, parecíamos anaeróbicos.

    Para cualquier persona informada sobre el espacio electoral europeo, hay dos fenómenos persistentes: el ascenso electoral de la extrema derecha y una abstención electoral que fluctúa. Las cifras nos dan una foto fija, pero no descifran. Nada nos dice de las raíces de ambos fenómenos que son síntoma, que no causa del descreimiento en la democracia.

    La crisis de la democracia tiene una explicación simplona y por ello inaceptable, para gobernantes y gobernados, el sistema económico. Es como si el médico nos dijera, lo que a usted le está matando es la comida y su forma de vivir.

    Ese es el núcleo, la política económica neoliberal de concentración de la propiedad e incremento de las desigualdades al mando del capitalismo tecnológico-financiero que adquiere distintas formas, cuerpos, en unos países o en otros a tenor de su estructura productiva. Sin embargo, creemos que el curso que seguirán esos cuerpos será semejante en forma de incremento del descreimiento en la democracia e irrupción del fascismo por vía electoral, salvo que se intervenga con el núcleo, es decir promoviendo políticas económicas inclusivas, donde nadie se sienta abandonado.

    En una simplificación excesiva, solo con intención pedagógica, reduzcamos a Alemania a una mesa electoral de cien electores: 17 se abstuvieron y votaron 83; 17, a la extrema derecha, 23 a los conservadores, 13 a los socialdemócratas, 9 a los verdes y 8 a la izquierda; 13 votaron a distintas candidaturas que no llegaron al 5% de los votos

    Si sumamos abstención y voto de extrema derecha, hablamos de 34 votantes descreídos con el sistema. Si pensamos en fortaleza electoral de la previsible coalición, hablamos de 36 votantes con expectativas diferentes, si añadimos a los verdes y la izquierda, la fortaleza parlamentaria asciende a 53 votantes.

    Resulta prodigioso que las opiniones publicadas describan estados de sorpresa o abatimiento ante lo acontecido. De ahí nuestra sospecha de que el pasmo mediático, trata de evitar una vez más el meollo de la cuestión: analizar las causas de esa doble tendencia creciente e imparable en lo que llevamos de siglo XXI, que nos acerca peligrosamente a las situaciones vividas en las décadas de los veinte, treinta y cuarenta del pasado siglo en Italia, España, Francia y Alemania. La historia no se repite, pero rima.

    Alemania, puso de moda la elección de una palabra del año en 1971 siguiendo la senda de Wilhelm von Humboldt que creía que el lenguaje reflejaba las contradicciones y problemas de cada época. En 1991 Horst Dieter Schlosser de la Universidad de Frankfurt propuso elegir la no palabra en cuanto contrapunto con la primera. De la primera se encarga la Gesellschaft für deutsche Sprache (Sociedad para la Lengua Alemana), una institución similar a la Real Academia Española (RAE) y de la segunda un panel de lingüistas y críticos del lenguaje.

    Hay multitud de informes, relatos, libros y entrevistas, series de televisión y cine que explican con más conocimiento y, por consiguiente, legitimidad lo que nos ocupa y preocupa. Queda el trabajo de resumir, mezclar y difundir lo anterior en la combinatoria cuasi infinita del discurso. Sin embargo, hemos puesto el foco en las tradiciones mencionadas, en cuanto creemos que ambos listados reflejan la evolución de la Alemania idealizada por los medios como la tierra del sentido común, el trabajo bien hecho y en palabras de Merkel, el país donde vivimos bien y felices.

    La palabra (Wort des Jahres) y la no-palabra del año (Unwort des Jahres) refleja los temas más relevantes en la vida política, económica y social de Alemania. La Alemania explícita a nuestro juicio. La no palabra destaca el uso problemático o manipulador del lenguaje en el discurso público, buscando sensibilizar sobre el uso ético y preciso del lenguaje. La Alemania implícita.

    Comenzamos la serie en 2017, por lo ya apuntado, el eslogan de campaña de la candidata-canciller Merkel: el “país donde vivimos bien y felices”. Cuatro meses más tarde, diciembre de 2017.

    La expresión elegida fue «Jamaica-Aus», “se acabó Jamaica” en referencia a los colores de la bandera de Jamaica coincidentes con los colores de los partidos que pretendían coaligarse. La expresión indica el fracaso de las negociaciones para formar una coalición tripartita de Gobierno.

     La no-palabra fue “Alternative Fakten” o «Hechos alternativos», en cuanto eufemismo para mentiras o desinformación deliberada.

    En esas elecciones la extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo el 12,6% de los votos, pasa a ser tercera fuerza electoral y obtiene representación parlamentaria, creció 8,2 puntos porcentuales respecto a las elecciones de 2013. Y se decía, más o menos lo mismo que ahora en 2025, es un hecho preocupante, un hito histórico.

     Existe una tendencia a relacionar extrema derecha con voto desinformado, así como a despreciarlo desde una presunta superioridad moral. Suponiendo incluso que fuera cierto que las formaciones de extrema derecha mienten a sus simpatizantes y votantes y que obviamente la tolerancia es una idea inclusiva y la intolerancia no, debemos señalar que la estrategia de la descalificación del votante extremo no parece un opción muy inteligente.

    Se requiere de pedagogía política, aunque esta brilla por su ausencia en el siglo XXI. Es cierto que los principales impulsores de esa forma de acción política es la extrema derecha seguidos de parte de formaciones conservadoras-neoliberales. Por ello se requiere un trabajo parlamentario y mediático de educación ciudadana, no tanto para recuperar a esos votantes para otras formaciones políticas, ello vendrá de moto propio, como para denunciar las falsedades y manipulaciones de la realidad social y política. La pedagogía política no cabe reducirla al tiempo de campaña electoral y está reñida, con la polarización emocional, que no con la argumental.

    En 2018, el término «Heisszeit» o «era cálida«, fue la palabra del año elegida para reflejar no solo el verano extremo que vivió Alemania ese año, sino el cambio climático en su conjunto. Es una analogía fonética con «Eiszeit», era glacial.

     La no-palabra fue “Anti-Abschiebe-Industrie” o «Industria anti-deportación» usado como término peyorativo para denigrar a los defensores de los derechos de los refugiados.

    Obsérvese que las tendencias mediáticas se contraprograman buscando la polarización, un procedimiento de planificación de la propaganda a corto, medio y largo plazo, que encuentra fundamento en el uso segmentado de la información vía redes sociales y medios afines y que trabaja con objetivos de campañas que conforman una malla o red, que devienen en programa político en el momento que se precise.

    Así, ante una preocupación lícita, compartida, con un gran potencial de transversalidad y consenso, el cambio climático, aunque con sectores contrarios por el impacto de las “medidas verdes” en sus cuentas de resultados por las políticas neoliberales seguidas, como transportistas, agricultores y ganaderos, se introduce una distracción  siguiendo el patrón de la ventana de Overton, ridiculizando a las entidades que trabajan con migrantes y refugiados, que luego se asociarán a los problemas de inseguridad, precariado e identidad. Se produce el efecto buscado, la disrupción en el consenso político y ciudadano lo que lleva a una estrategia errática de los partidos políticos, especialmente los conservadores, a seguir las tendencias marcadas por la Agenda de la Extrema Derecha.

      Permítaseme un excurso, el caso del Partido Popular en España en sus relaciones con Vox, donde el segundo induce al primero a significarse, muchas veces de forma contradictoria. Pero no es el único escenario, también ocurre en los espacios de los nacionalismos periféricos y en el espacio de las izquierdas. Parece que los partidos políticos son incapaces de distinguir entre táctica y estrategia, o peor aún que hayan renunciado a la segunda por la primera. Sospechamos que simplemente trabajan con los resultados mediáticos de sus relatos. Y confunden aprobación política con el impacto de sus actuaciones adoptando como indicador “el resultado de la taquilla”, así el número de espectadores define la bondad de las políticas, que terminan identificándose con el potencial número de votantes.

    En 2019: “Respektrente” o «pensión de respeto«, en forma de una pensión básica compensatoria para aquellas personas que, a pesar de haber trabajado durante muchos años, recibirían una pensión por debajo del mínimo existencial.

    La no-palabra fue: “Klimahysterie” o «Histeria climática», término utilizado para desacreditar el activismo climático.

    Segunda fase de la misma tendencia. Es un procedimiento para destruir los consensos sociales que en este caso anulan la posible carga positiva de los efectos de alguna medida de política social en términos de cohesión ideológica del común. Recuérdese que un común cohesionado solo es posible en un país con amplias clases medias en un sentido laxo de su significado, donde funcionen escaleras y ascensores sociales, y nadie quede fuera del acceso a la salud, la educación, la vivienda y la protección social. Lo que antaño se llamó estado del bienestar.

    Un segundo excurso sobre España, por su valor ejemplarizante. Ante hechos indiscutibles como las revalorizaciones de las pensiones y la subida del salario mínimo interprofesional, se contraprograman en las sesiones de control de los ejecutivos en los Parlamentos autonómicos y en Las Cortes Nacionales, preguntas relacionadas con las campañas mediáticas en curso, en la práctica ruido informativo de dudosa y posiblemente nula veracidad, que solo tiene un objetivo, distraer la atención del común e incluso evitar su atención en otras situaciones como las consecuencias de las inundaciones de 2024 en Valencia.

    En 2020: “Corona-Pandemie” o «Pandemia de coronavirus» Refleja el impacto dominante de la COVID-19 en la vida y el discurso público durante ese año.

     La no palabra fue “Corona-Diktatur” o «Dictadura del coronavirus«, término utilizado por los críticos de las medidas contra la pandemia.

    Está por analizar si existió una agenda concertada a nivel mundial para aprovechar el contexto de confusión, y crisis que provocó la pandemia. Posiblemente solo quepa hablar de convergencia ideológica: rechazo de las instituciones globales, nacionalismo y oportunismo procedimental tendente a explotar cualquier tipo de crisis como la pandemia para avanzar políticamente.

     La denuncia de los excesos de la globalización neoliberal va más allá del espacio político de la extrema derecha y puede encontrar un amplio respaldo. Lo mismo cabe decir de su discurso sobre la libertad sin límites en un contexto como el propiciado por el estado de restricción de los derechos ciudadanos, que tienen el atractivo propio de la idea de libertad adolescente. Una libertad ilimitada, que por ello la niega, pues solo queda la fuerza como límite de esta.

    En 2021: “Wellenbrecher” o «rompeolas», medidas implementadas para contener la cuarta ola de la pandemia de COVID-19.

    La no-palabra “Pushback” o «Rechazo», eufemismo para las prácticas ilegales de expulsión de refugiados en las fronteras de la UE.

     En septiembre se celebraron las elecciones a las que no concurrió la canciller Merkel, representante genuina de ese presunto sentido común y buen hacer alemán. La sorpresa fue que el Partido Socialista fuera la primera fuerza política y que el partido de extrema derecha AfD, no siguiera la estela ascendente.

     Cabe sopesar, el tiempo dirá, si ese frenazo de la AfD no es una de las causas de los errores de juicio de la coalición que no quisieron ver la necesidad de modernizar las infraestructuras, redes de transporte e internet y posiblemente la contradicción principal de Alemania, la cohesión social entre el oeste y el este. El denominado freno económico al endeudamiento tampoco ayuda. En 2009, la Gran Coalición, conservadores y socialdemócratas propiciaron la aprobación en la constitución alemana de los límites de la deuda pública hasta el 0,35% del PIB del Gobierno Federal y el déficit cero de las regiones.

    Excurso, posiblemente sea una maldad por nuestra parte, pero llamamos la atención sobre la aparente coincidencia con la ratio de endeudamiento privado, 30-40% de los ingresos que aplica la banca. Un mensaje a Europa y al mundo, de disciplina económica, conocido muy bien por sus efectos y consecuencias por los países del sur de Europa.

    La coalición denominada semáforo por los colores que los identifican conformada por socialdemócratas, verdes y liberales ha sido posiblemente la antepenúltima oportunidad perdida, no solo para Alemania, sino para el conjunto de la Unión Europea de intentar implementar un proyecto económico de país y europeo, que no deje a nadie atrás y que pueda recuperar en cuatro o cinco legislaturas el estado del bienestar.

    En 2022: “Zeitenwende” o «cambio de época«, término utilizado por el canciller Olaf Scholz en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania, que señala un punto de inflexión histórico en la política de defensa alemana.
La no-palabra Klimaterroristen o «terroristas climáticos» utilizada para desacreditar a los activistas climáticos

    Por una parte, cabe observar la tercera fase del procedimiento antes mencionado, se afianza el negacionismo del cambio climático y comienza a construirse el discurso de la ecología punitiva, que encontrará un respaldo creciente en transportistas, y agricultores y ganaderos

    Por otra parte, resulta paradójico que se hable de cambio de época ahora, cuando el cambio de época, ya se realizó a finales del siglo pasado en los noventa enterrando la posibilidad de una Casa Común Europea.

    La extrema derecha, nacionalista por definición, crece electoralmente en las consecuencias que para el común tienen las contradicciones de la construcción de la Unión Europea y el predominio de las políticas económicas neoliberales. Y la pedagogía de las buenas intenciones y la presunta superioridad moral del proyecto europeo no pueden competir con el valor creciente de la cesta de la compra, el precio de la energía, el desempleo, la falta de vivienda y el precio del dinero. Añadamos la inseguridad, las migraciones, la identidad patria, la crisis de la sanidad y la educación, y tenemos el potaje donde crece la extrema derecha.

    Alemania ha sido junto con Japón dos de los pivotes de la acción exterior de USA. Nos queda la duda de, si supo ver, pero no quisieron o pudieron parar la trampa que le tendía USA a Rusia en Ucrania y las consecuencias de esta, si esta última caía en ella, para Alemania y Europa.

    En 2023, «Krisenmodus», traducible como “vivir en modo crisis”, reflejando la sensación de vivir en un estado de emergencia permanente

    La no palabra fue «Remigración» eufemismo que esconde la deportación masiva de personas migrantes.

    Se vislumbra el programa de la extrema derecha, negacionismo climático, deportación de los migrantes, vuelta al marco alemán, familia nuclear heterosexual y vuelta al espacio ruso de influencia.

    En 2024: “Ampel-Aus” o «fin del semáforo», denominación de la coalición de gobierno formada por SPD, Verdes y FDP, a tenor de sus colores.

     La no palabra Sozialklimbim o «Parafernalia social» expresión despectiva utilizada para desacreditar medidas de bienestar social.

    Hemos llegado a las elecciones en 2025, con el resultado conocido. Conservadores y socialdemócratas tendrán que cohabitar, algo que ya han hecho en anteriores ocasiones. Pero es la última oportunidad para evitar el acceso democrático al poder del fascismo en Alemania, lo que requiere tomar conciencia de que la política exterior de USA ha venido lastrando la construcción europea desde la década de los noventa y obliga a profundizar en la construcción de una política exterior y defensa común propia. En política interior, sin proyecto económico interclasista no hay patria común. El único patriotismo constructivo será constitucionalista o será propaganda, ideología. Y ninguna de esas grandes líneas podrá abordarse en solitario.
No cabe cooperar ni con una Rusia que vuelva por los fueros de la URSS, ni con USA en su pretensión de imponer un orden de zonas de influencias. Con Rusia se requiere volver a la idea de la Casa Común Europea, no será fácil, manda la desconfianza y USA tratará de evitarlo por todos los medios.
Tampoco cabe cooperar con USA en su estrategia de aislar a China, disciplinarla y encerrarla en el sudoeste asiático y ello implica cooperar a largo plazo con las demandas mutuas compartidas.

    El foco de la política exterior de Europa, debe ser la construcción a muy largo plazo de una Euro Asia en paz, que sirva de puente con América.

    Por desgracia, esto posiblemente sea una carta a los Reyes Magos, en cuanto no existe consenso en los países de la Unión Europea sobre su necesidad. Por ahora USA desprecia a esta, en realidad la ve como un competidor y Rusia y Europa no se tienen confianza.

    Los hechos son en el caso de USA su amplio apoyo al Brexit y el giro de guion y relato en Ucrania y aranceles. USA y Rusia querrían una Europa de naciones. Ese es su objetivo. Por ello ambos apoyan a las extremas derechas europeas. Solo una Unión Europea Federal, con un proyecto económico inclusivo y una política exterior y de defensa común podrá desarrollar ese marco político en lo que resta hasta 2050.

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