Italia: Léxico familiar


Por José Joaquín Beeme

    Entre querencias de su infancia, muchas dudas compositivas y algún que otro guardaespaldas, Orhan Pamuk —seducido, dice, por un jinn— fue rastreando ropavejeros y anticuarios de Estambul para levantar…

Por Jose Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia
http://blunotes.blogspot.it/

…,  en su barrio de Çukurcuma, la historia de amor de Kemal y Füsun, mitad museo mitad novela a orillas del Bósforo, y ahora el palacete renacentista de los hermanos Bagatti Valsecchi, en la milla de oro milanesa, replica su Museo de la inocencia en 29 vitrinas —híbrido de teatrillos Cornell y enciclopedia visual— que escenografían otros tantos capítulos del libro: álbumes de familia, carnés y pasaportes, fotos, carteles y entradas de cine, cartas y periódicos, discos, pintura de panoramas, ceniceros y mecheros, gafas, peinetas, llaves y monedas, mapas, trenecillos, molinillos y tazas de café, vasos de raki y viandas de toda hora, billetes de trolebús, participaciones de lotería, paquetes de cigarrillos y colillas, máquinas imposibles del señor Poe, perritos kitsch que en la noche turca devienen auténticas jaurías. Vértigo de la lista que es coleccionismo melancólico, catálogo novelado, espiral aristotélica de instantes que hilan un particular espacio-tiempo. Objetos que elencan un repertorio otomano, griego, armenio, trozos de vida a los que es fuerza reconocer una suerte de alma y que dicen la belleza de reconocer —almacén de experiencias— la memoria del presente, la lentitud del tiempo en la esencia de las cosas, que tienen el poder de establecer, renacidos, una nueva red de significados. Pamuk es un esteta militante: reivindica no un museo monumental de historia nacional sino pequeñas y modestas casas que condensen humanidad, vidas individuales. Museos recoletos, apenas visitados, que florecen en calles secundarias (como el Marés, el Moreau, el Soane, este aljófar lombardo), mausoleos para revivir recuerdos que nos convierten en espectadores de película y que proclaman la inocencia atemporal de unos fetiches replegados sobre sí mismos, en un gusto combinatorio semejante al que proponen las palabras, la literatura urdemundos.

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