Italia: Un cobra a poniente


Por José Joaquín Beeme

 

 La Riviera de Poniente, llena de anfractuosidades a cual más sugestiva, es uno de mis territorios de caza fantástica preferidos.

Por Jose Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

   Tras una parada y fonda en Varigotti, casejas árabes agrumadas a flor de playa, me camino a la república marinera de Noli por una cresta de pinos sobre el mar de Liguria, entre cuevas de piratas y el mausoleo abigarrado de Giuseppe Cerisola, loco de la colina salido de un campo de concentración australiano tras guerrear para el duce y corajudo salvador de náufragos, pero sobre todo voy a confrontarme con lo que queda de Asger Jorn y su vertiginosa casa de Albissola Marina donde, un violín en la mochila y buscando brisa balsámica para su tuberculosis, tuvo la oportunidad de «reconstruirse la tierra en torno a sí mismo» (Debord): una colonia de perros, gatos, loros, hijos y amigos, circundados de estanque con nenúfares, vides y olivos, barricas de vino, cobertizo de artista y un estallido de collages o trencadís que arracimaba rocalla, cantos rodados, aislantes de porcelana, baldosas, platos, teselas y descartes de los hornos locales. Allí acogió a otros colegas CoBrA (Appel, Corneille) y a los italianos Fontana, Baj, Dangelo, Scanavino, a los franceses Jaguer y Dendal y al chileno Matta para dar forma al primer Encuentro Internacional de la Cerámica, recombinada desde una óptica vanguardista al socaire de una Bauhaus «imaginista», y allí también dio sus primeros pasos el situacionismo y una estética pre-Mayo que, contra todo lo que oliera a fríos racionalismos académicos, hincaba sus colmillos en lo espontáneo, lo primitivo, lo feo, el gesto entre expresionista y surrealista como medium para arrancar las más poderosas fuerzas del estro. Ese paraíso lo modeló, lo mismo que una gigantesca escultura orgánica, con su casero y compadre Berto, muñidor de sus tintos y francachelas, y cuando ya ninguno de ellos vela aquel balcón multicolor, una casa-museo, apadrinada por la Universidad de Génova y su Archivo de Arte Contemporáneo, busca cebar aún la fragua del vikingo errante.

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