Oriente Medio: Guerra


Por Agustín Gavín

      El efecto mancha de aceite de la guerra entre Israel y Hamas se puede extender hacia los países vecinos y puede globalizar el conflicto.


Agustín Gavin

Corresponsal Internacional del Pollo Urbano y Presidente de www.arapaz.org   

     Siempre ha sido una zona incandescente, pero desde día 7 de octubre del 2023, cuando las milicias de Hamas entraron con extrema facilidad en Israel provocando una masacre de civiles y cuando a continuación el general Ghassan Alian declaró que se habían abierto las puertas del infierno, el mundo se echó a temblar.

   Hasta la fecha de nada han valido los llamamientos internacionales para para evitar el ojo por ojo y diente por diente elevado a la enésima potencia, una venganza que probablemente no va a conseguir los objetivos de Israel que es destruir Hamas.  Lo que se está produciendo es un genocidio o una limpieza étnica, que casi es lo mismo.

 Desde ese día todo el mundo habló de ataque terrorista cuando creemos que la utilización de algunos adjetivos calificativos lleva a la confusión y a la predisposición de la opinión pública a dividir los conflictos entre malos y buenos. El ataque del día 7 fue una invasión sorpresa con resultados de crímenes de guerra, susceptibles de actuación de tribunales penales internacionales, una salvajada como ha habido en otros procesos bélicos como en Srebrenica en la antigua Yugoslavia, cuando esto se escribe las cifras de muertos son similares van ya sobre los ochomil. Allí es donde se acuñó el término limpieza étnica, una traducción del serbo-croata. Poner en marcha análisis morales maniqueos en las guerras sólo sirve para adormecer conciencias, como ya se quién es el malo y el bueno ya puedo pontificar y dormir tranquilo. Con ello se aleja la posibilidad de profundizar en las causas para analizarlas y evitar, en la medida de lo posible, que el agredido se haga de la misma calaña que el agresor.

    Naciones Unidas, nos guste o no es la única organización que tiene la sociedad civil mundial, lamentablemente no tiene las manos libres para poner en marcha una política consensuada de diplomacia de prevención de conflictos. Naciones Unidas tiene un cepo en su estructura que es por su propio Consejo de Seguridad. De los cinco países que tiene derecho a veto en dicho consejo tres son los que llevan la iniciativa del orden mundial, EEUU, China y Rusia que para mantener su estatus y sus intereses nacionales llevan utilizando desde el minuto uno la  diplomacia  casi siempre agresiva entre ellos para mover sus fichas en el tablero de la barbarie, como es el caso de Oriente Medio desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Al final los beneficiarios son los fabricantes de armas, los grandes laboratorios que curan a los heridos, las multinacionales de reconstrucción que aterrizan al final del conflicto y que muchas veces comparten accionariado y son las que arreglan lo que ellas mismas han roto.

   Las puertas del infierno están abiertas y las llamas están devorando Gaza y Cisjordania en una venganza que pasará factura a Israel, una sociedad civil e incluso militar que antes de los crímenes de Hamas ya estaba dividida con una mayoría de población que harta de sus dirigentes estaba a favor de la creación de un estado palestino como se debería haber hecho en su momento, es decir los dos estados soberanos que se planificaron en el siglo pasado.

    Es fácil pensar que cuando comenzó todo en los años cincuenta a nadie se le ocurrió enviar tropas neutrales de pacificación y es que eran tiempos difíciles desde el punto de vista geoestratégico cuando Israel salió vencedor en la guerra de los seis días. Lo que ya no es tan fácil de entender como durante estos últimos años nadie haya planteado mandar fuerzas de interposición como por ejemplo se ha hecho en la antigua Yugoslavia, Líbano, en El Salvador, Haití etc. Durante estos años los desacuerdos en los procesos de paz, sobre todo en el de Oslo, han acabado con violencia, Intifadas, represión, atentados terroristas, ocupaciones por parte de colonos armados en un forcejeo fronterizo permanente con la indiferencia activa del Consejo de Seguridad de la ONU, mirando hacia otro lado.

     Netanyahu antes de esa maldita fecha del 7 de octubre del 2023 estaba contra las cuerdas. Más de la mitad de la sociedad, incluido el ejército y los reservistas, estaban en contra de los pactos con la extrema derecha sionista y con la reforma judicial planificada por el gobierno para exonerar a Netanyahu y mantenerlo en el poder. Las circunstancias han obligado a aparcarlo todo por la invasión de Hamás, ya que la situación lo ha requerido.

    Ese oxígeno que le ha dado la guerra es más que posible que sea provisional, tendrá que rendir muchas cuentas cuando acabe la venganza, de no ser que también los tribunales penales internacionales no sufran la misma intromisión que en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ya pasó con el Tribunal Penal Internacional de La Haya en las guerras balcánicas del siglo pasado.

    No se han respetado ni las indicaciones de Biden de retrasar dicha venganza para que puedan huir los civiles y pueda entrar ayuda humanitaria y han decidido poner palos en las ruedas de Naciones Unidas descalificando a su secretario general.

    Mientras tanto el pentagonismo ha dado un zapatillazo al acelerador y ha mandado tropas a la zona incluso ha bombardeado intereses de Irán en Siria, por cierto, Israel cuando lo ha considerado oportuno, también ha seguido bombardeado Siria durante su guerra civil. La propia guerrilla próxima a Irán en Yemen también ha mandado recados a Israel en forma de misiles parados por escudos antimisiles de EEUU hacia Israel con la preocupación de Arabia Saudí que ha visto como sus esperanzas de un acercamiento a Tel Aviv casi se han esfumado. Hasta Marruecos que había sido últimamente un buen cliente político y militar israelí para utilizarlo contra la República Árabe Saharaui Democrática y el pueblo saharaui se ha convertido en un damnificado del conflicto, no solo por lo baratos que les salían los drones israelís lanzado bombas en los territorios liberados sino porque en Marruecos con una gran mayoría suni solidaria con Palestina se detecta una preocupación de inestabilidad.

    Pero quizá la mancha de aceite por donde tiene más números para empezar a extenderse es Líbano. La enemistad social y militante de los libaneses se canaliza a través de Hizbuah, un ejército chii paralelo al convencional, cuyo brazo político está gobernando el Líbano provisionalmente con sunies y cristianos meronitas. Israel junto con Siria son los enemigos de Líbano por antonomasia desde las guerras de Israel contra Hizbulah, la última en el 2006 cuando se destruyeron infraestructuras, incluido el aeropuerto de Beirut. En estos días las líneas MEA, las líneas aéreas libanesas, operan desde hace unos días desde Turquía.  Líbano con la economía hundida, con un refugiado sirio, palestino e incluso aún quedan comunidades armenias de los tiempos de la primera guerra mundial, por cada cuatro ciudadanos libaneses, puede recibir la puntilla para convertirse definitivamente en un estado fallido. En caso de que las milicias chiis de Hizbulah sigan hostigando el norte de Israel al nuevo aeropuerto reconstruido le quedaría poco tiempo de operatividad. Israel considera que la logística militar de Hamas y de Hezbola que viene de Irán llega por ese punto porque desde la bahía de Haifa, Israel controla lo que entra por mar en el Líbano. Varios observadores consideran improbable esta acción ya que a Israel no le conviene abrir otro frente hasta que no consume su venganza, pero la presencia de carros de combate Merkawa en la frontera y el vuelo permanente de drones israelíes sobre el cielo libanes no dan muchas esperanzas.

    Y lo que es peor si el aceite no se seca y la mancha sigue empapando el Oriente Medio, tanto Israel como Irán tienen ojivas nucleares y armas químicas, en medio los barquitos del pentágono y casi a tiro de piedra las bases rusas de Tartus y Jmeimim en el mediterráneo sirio.

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