Brasil: Contra el terror


Por Manuel Ventura

    Durante varios años viví en una ciudad del sur de Brasil, Porto Alegre.


Manuel Ventura
Corresponsal del Pollo Urbano en Brasil      

      Porto Alegre tiene más de millón y medio de habitantes y dos equipos de futbol, el Internacional y el Gremio, que han sido varias veces campeones de la Copa Libertadores de América y, una vez cada uno, del campeonato mundial de clubes. Pero lo que quiero hoy traer a colación aquí es un fenómeno que yo creía exclusivo de esa ciudad y resulta ser que no, que ha contaminado el planeta entero.

   Se trata de lo que allá se llama grenalización. En su origen, los Gre-Nal eran la confrontación en el terreno de juego de los dos equipos. La ciudad está tan dividida, que incluso cuando no juegan entre ellos es imposible las noches de partido saber si los miles de cohetes que estallan son la celebración de una victoria del equipo de sus amores o de la derrota del contrario. Éso puede resultar hasta simpático si hablamos de futbol. Con pocas excepciones, no hay violencia en la relación entre las torcidas (las aficiones) de ambos equipos. A veces los hijos son gremistas porque su padre lo es, o colorados (e color de la camiseta del Internacional) justamente porque su padre es gremista. A la conversión de cualquier conflicto, de cualquier pelea, en una división en dos bandos irreductibles de prácticamente todos los ciudadanos se le llama grenalización.

   Se caracteriza por ser todo lo contrario a un debate. No se contraponen argumentos, datos, ideas o propuestas. No importan los hechos, los números. Como el adversario es el enemigo, vive en el error, en el pecado, lo que parece positivo en su actuación es sólo una añagaza astuta y sus maldades son la mera exhibición de su genética perversidad.

  Viene todo esto a cuento de los hechos en la antigua Palestina ¿Por qué se le llama antigua? Me siento hoy a escribir y soy incapaz de comenzar con alguna broma o algún chascarrillo. La información que nos pone delante la TV o las fotos de los periódicos, por no hablar ya de las redes asociales son tan estremecedoras que ningún bien nacido está para chistes.

   No hay que ser adivino para darse cuenta de que hablo de la guerra entre Hamás y el ejército israelita. Y obsérvese que no hablo de Palestina e Israel, pues quiero pensar que habrá ciudadanos palestinos e israelitas que, todavía, no se sienten en guerra entre sí.

  Peor aún que la brutalidad de las masacres me parece la forma como han sido el detonante para que personas en apariencia educadas se hayan avalanzado como lobos a intentar sacar provecho de tanta sangre para sus propósitos políticos. Simplificando, la gente de derechas ha denunciado los ataques terroristas de Hamás sin decir ni una palabra de los bombardeos sobre la población civil de Gaza y la gente de izquierdas ha justificado de alguna manera los ataques de la milicia armada de Hamás.

    A mí no me gusta la música típica de las fiestas rave, pero me pregunto que pasaría por la cabeza de los milicianos que irrumpieron a tiros en una juerga de miles de jóvenes. ¿Pensaban que favorecían a su causa? ¿Querían provocar represalias como las que están costando la vida a niños de la franja de Gaza por causa de los bombardeos de la aviación israelita? Porque todo parece indicar que su ataque a la fiesta o a los asentamientos judíos no fue casual, no es que “pasaran por ahí”

    Infelizmente, las pocas voces que se han alzado a favor de otra manera de ver las cosas no han alcanzado apenas eco, a pesar de su legitimidad para opinar. He leído una entrevista al antiguo responsable de la seguridad interior del Estado de Israel donde manifiesta algo que me interesa destacar: nosotros tendremos seguridad unicamente si ellos tienen esperanza. Pero los titulares del mismo día estaban dedicados a las declaraciones del primer ministro israelita: vamos a matar a todos los militantes de Hamas. Tal vez así no vuelvan a ganar las elecciones en Gaza. Unas elecciones, por cierto, tan democráticas como las que le llevaron a él al poder. Democráticas, al menos, en las formas. Porque tengo para mí que ni Hamas hubiera ganado en Gaza sin años de estrangulamiento de la autonomía palestina ni Netanyahu hubiera ganado ni las elecciones a presidente de su comunidad de vecinos sin el temor al terrorismo de Hamas de gran parte de la sociedad israelita.

    Todos sabemos de la inmensa superioridad militar del ejército israelita. Pero me da la impresión de que la actual exhibición de fuerza tiene el motivo oculto de evitar críticas internas por los fallos de seguridad que facilitaron la incursión de las milicias armadas de Hamás.

    Me llama mucho la atención la actividad en las redes asociales de los derechistas brasileños a favor de la posición de Israel, incluyendo la divulgación de noticias declaradamente falsas, como la decapitación de 40 niños judíos. Por cierto, creo que esos 40 niños tendrían algo que decir sobre los, hasta ahora, más de 500 niños gazaríes muertos por los bombardeos sobre la población civil. En general, esos ultraderechistas simpatizan más con los que alojaban a los judíos en los campos de concentración antes de gasearlos. Y, desde luego, recibirían a tiros a los descendientes de los indios que vivían en las tierras donde ellos crían ganado o han construido sus mansiones. Tal vez porque esos invasores no podrían mostrar ningún mandato divino.

   Yo no creo que por la cabeza de los jefes de Hamás que han ejecutado la incursión pase la idea de que pueden derrotar militarmente a Israel. Creo más bien que lo hicieron para provocar la venganza que está costando tantas vidas palestinas. Y para intentar involucrar en el conflicto a otros países que aunque apoyan militar y financieramente a una de las partes aún no han disparado un tiro en esa guerra. Pero esos países harían mejor sujetando las correas de sus perros de presa que animándoles a que sigan con esta locura.

    Es muy posible que, si hubiera hoy elecciones simultáneas en Israel y en Palestina, tanto Netanyahu como los jefes de Hamás las ganarían con mayoría abrumadora. Me juego algo a que están encantados de haberse conocido.

    Volviendo a las similitudes con el histórico futbolero de Gremio e Internacional, ambos equipos se han medido en 440 partidos oficiales a lo largo de la historia. La semana pasada, las dos aficiones tuvieron algo que celebrar. Los colorados, que vencieron a su eterno rival en partido de la liga brasileña. Los gremistas, que el Inter fue eliminado en la semifinal de la Copa Libertadores. Es muy posible que ambos equipos sean tan poderosos justamente por la rivalidad feroz que les une, más que les separa. Pero espero de todo corazón que los encontronazos entre Israel y Palestina no lleguen a ese número de guerras inmundas, aunque ya he perdido la cuenta de las que ya ha habido.

     Me llama la atención que, a diferencia de lo que sucedió cuando muchos nos manifestamos contra la invasión de Irak decidida por el trio de las Azores, ahora no hay (o yo no he visto) manifestaciones multitudinarias contra este despropósito y por la paz. Hay muchas, que ocupan todos los titulares, contra Israel y contra Hamás, pero ninguna por la paz. Si quien debe hacerlo las convoca, que cuente conmigo.

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