Por Don Quiterio
Carlos Saura venía de rodar sus dos primeros largometrajes -‘Los golfos’ (1959) y ‘Llanto por un bandido’ (1963)- cuando en 1965, con ‘La caza’, fabrica uno de los hitos de la cinematografía española, un sólido drama social…
…lleno de crítica a la burguesía franquista a través de las tensiones, los odios y las envidias de unos amigos que acuden a una finca acotada para cazar y acaban por matarse entre sí. En el reciente festival de Venecia, en su edición número ochenta, esta película del cineasta oscense brilló restaurada en calidad 4k.
La proyección de esta restauración, realizada por la plataforma FlixOlé en colaboración con la distribuidora Mercury Films de Enrique Cerezo, contó con la presencia, entre otros, de uno de los hijos del cineasta, Antonio Saura, y de unos de sus protagonistas, Emilio Gutiérrez Caba, para quien “es una forma no solamente crítica de ver el cine en blanco y negro de una época dorada del cine español y mundial, sino además demuestra que apreciamos realmente lo que algunas personas hicieron por el cine, la literatura, la música, la pintura, es decir, el acervo cultural español”.
La primera colaboración entre Saura y el productor Elías Querejeta se convierte en esta cumbre de la cinematografía, un filme austero “con cuatro actores y unos conejos” -que dirá el director- donde el dicho “hombre, lobo del hombre” funciona como alegoría de los tiempos. Las huellas de Buñuel se hacen patentes en el filme, incluido el guiño a ‘Ensayo de un crimen’ (1955) mediante la quema de un maniquí con un insecto clavado en el pecho.
Película seca, densa, turbia, un wéstern de pedernal, sobre unos amigos de cacería, y con diversos niveles de lectura entre la metáfora política, la parábola moral, la presencia siempre latente de la guerra civil o el documental naturalista, en un arrebato de mirada, fotografía y carácter de lugar y tiempo, de gran significado y trascendencia. Todo ello deriva un importante filme, una acertada y punzante, esto es, parábola acerca de la sublevación militar española, un descenso a los infiernos en forma de alegoría sobre la violencia y la animalidad.
En un tórrido domingo de verano, tres hombres y un muchacho van a cazar conejos al coto de uno de ellos, lugar donde sucedió una batalla en la contienda española en la que los tres, del bando franquista, participaron. Las tensiones derivadas de las apetencias económicas, los rencores larvados y las derrotas personales les harán confluir hacia la tragedia, en un clima de agria tensión exprimida por la asombrosamente dura fotografía de Luis Cuadrado. Bajo la apariencia de un estallido de violencia individual, aflora la corriente subterránea representativa de la miseria moral de los vencedores y, de esta manera, ‘La caza’ se constituye a la vez en fábula y representación realista.
Talento, cercanía, solidez, intensidad, violencia, escalofrío, crítica y drama para un filme del que el gran Sam Peckimpah diría que le cambió la vida. De hecho, dos años después rodaría ‘Grupo salvaje’, otra historia de viejos perdedores (atracadores de bancos cabalgando por México) y amistades traicionadas (dos antiguos camaradas, uno ahora a la caza del otro, que le dan sentido a lo viejo y a lo ‘nuevo’) en otra potente y amarga película con personajes duros y resecos.
Por sus connotaciones eróticas, el primer título, ‘La caza del conejo’, es censurado y queda con el escueto ‘La caza’, curiosamente mucho más simbólico. La puntilla la da el brillante montaje de Pablo González del Amo. Imprescindible.
Título: ‘La caza’. Año: 1965. Producción: Elías Querejeta. Dirección: Carlos Saura. Guion: Carlos Saura y Angelino Fons. Fotografía: Luis Cuadrado (blanco y negro). Música: Luis de Pablo. Intérpretes: Alfredo Mayo, Ismael Merlo, José María Prada, Emilio Gutiérrez Caba, Fernando Sánchez Polack, Violeta García. Duración: 85 minutos.