Por José Joaquín Beeme
 
    Heimat, la patria repensada. De la terrible herida de la guerra, guerra europea por dos veces mundializada, a la trabajosa reinvención de una Alemania otra vez libre, no tan grande aunque finalmente una.

   Crónica cinematográfica o biografía colectiva en imágenes, semidocumentales, con que Edgar Reitz quiso cubrir casi un siglo (1919-2000) de historia familiar-nacional.
   Ayudado en el guión por Peter Steinbach, retrata en Der Amerikaner el final de la guerra para la familia Simon, en su aldea de Schabbach, región renana de Hunsrück vecina a Luxemburgo. Paul Simon (alter ego de Reitz) ha montado en los Estados Unidos la Simon Electric Corporation y vuelve para reencontrar, norteamericano más que alemán, a quienes abandonó a su suerte veinte años atrás. Un triunfador, o uno que supo huir a tiempo, paseando su rolls entre granjas atestadas de mujeres y viejos; dándose una fiesta de bienvenida con banda de marines ante la admiración de unos aplastados teutones hambrientos. Pero nada, en el fondo, habrá cambiado: el americano vuelve a su fábrica de Detroit, su familia tendrá que hacer sola el esperado milagro.
    Rossellini, obsesionado por la suerte de los niños entre las ruinas humeantes de sus padres, vio esa misma clausura de una época en el gesto de un niño suicida: “signos de juego y de muerte que pueden ser los mismos en su rostro —escribió Bazin—, al menos para nosotros que no alcanzamos su misterio”. Alemania, año cero Europa 51 como síntomas del difícil renacer de la vida bajo la opresión de la negra memoria. Con todo el horror que retrató Klímov en el estragado protagonista de Ven y mira.

  Poco tendrían que hacer los negacionistas, con engendros como el californiano Institute for Historical Review que, bombardeando con libros y conferencias contra Auschwitz y el lobby sionista, o vindicando el papel de Hitler, pretende sacar a sus miembros de la cárcel o pagar sus largos procesos, si la verdad histórica prevaleciese en su cruda luz antropológica. Y todas las posguerras han sido y son oportunidad de examen, contrición y reencuentro; de “paz, piedad y perdón”, como dijo o soñó un día Azaña. Incluyendo la que, antes o después, ha de venir en el extremo oriental de Europa.

Fundación del Garabato

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