El patrullero de la filmo: Sueños de candilejas


Por Don Quiterio

  La filmoteca de Zaragoza inicia la temporada 2017-18 con cambios significativos. Su director, Leandro Martínez, ya no programa, pues desavenencias con los poderes fácticos consistoriales así lo han decidido.

      Hay guerras internas de un tiempo a esta parte y el barco parece no llegar a buen puerto. Se suprimen las proyecciones del sábado y el panorama es desalentador. Sin sesión nocturna, y solo funcionando de miércoles a viernes en horarios de media tarde -tan poco dinámicos para los posibles espectadores como para el arriba firmante-, la filmoteca agoniza, al menos en su parcela de programación. En la otra, la de archivos, conservación e investigación, coordinada por Ana Marquesán, tampoco parece que corran buenos tiempos.

  De este modo, el equipo de Fernando Rivarés como responsable del departamento cultural del ayuntamiento zaragozano, formado por Saúl Esclarín y Víctor López Carbajales, se ha encargado de diseñar este nuevo curso. O, al menos, el inicio. Y lo estrena con una serie de películas basadas en textos teatrales o directamente relacionadas a historias que suceden entre bastidores, con ocasión de la primera edición del certamen internacional ‘Zaragoza en escena’, en el que más de una veintena de compañías han presentado en distintos espacios de la capital del Ebro sus espectáculos de teatro y otras artes escénicas (danza, circo), junto a otras actividades complementarias (talleres para profesionales, lecturas dramatizadas) con el objetivo común de defender y promocionar los intereses del sector en la sociedad. El pequeño mundo del teatro. El gran teatro del mundo. La guerra no ha terminado.

 Para empezar, ‘La venus de las pieles’ (2013), dirigida por Roman Polanski según la obra de David Ives, en torno a un dramaturgo que realiza una audición para encontrar a la actriz idónea. La última candidata es una mujer ordinaria y deslenguada que se transforma en un inaudito torrente de sutileza y erotismo en el momento de recitar el texto. Dos personajes y un único escenario –la cámara solo se encuentra fuera del teatro en un vertiginoso plano inicial que se acerca desde la calle a la puerta de la sala- sirven al cineasta polaco para crear un magnético enfrentamiento de los protagonistas en un lujurioso y perverso juego de dominación, plasmado en imágenes tan milimétricas como abrasivas. Una mezcla maligna de teatro y vida, de finura y chabacanería, sobre el poder y la lucha de sexos.

  Ernst Lubitsch dirige en 1942 la producción estadounidense de Alexander Korda ‘Ser o no ser’, una obra maestra de la comedia en la que una compañía de actores se hace pasar por miembros de la Gestapo para salvar a unos resistentes polacos. El cineasta alemán retrata las vísperas de la invasión de Polonia por parte de las tropas hitlerianas, y lo hace desde un grupo teatral para crear una demoledora e inteligente parodia antinazi, donde uno de los actores deberá suplantar al mismísimo führer, lo que provoca un aluvión de secuencias tan ácidas como desternillantes.

  El testamento cinematográfico del francés Louis Malle, ‘Vania en la calle 42’ (1994), es toda un reflexión sobre la intersecciones entre cine y teatro, una propuesta altamente arriesgada consistente en filmar una representación del ‘Tío Vania’ de Anton Chejov en un teatro abandonado y prescindiendo de la ambientación y el vestuario, a partir de la adaptación de David Mamet. Un auténtico ejercicio de estilo, sordo y absorbente, a través de una puesta en escena admirable, sin alardes, sin aspavientos, impregnada de una atmósfera sutil.

  Los hermanos italianos Paolo y Vittorio Taviani realizan en 2012 el magnífico drama ‘César debe morir’, una docuficción sobre los talleres teatrales en la cárcel romana de Rebibbia, donde el dramaturgo Fabio Caballi ensaya con los presos obras de Shakespeare. La representación final de ‘Julio César’ se alterna con la vida cotidiana de los presos. También es Shakespeare el modelo en que se fija el británico Kenneth Branagh para ‘Mucho ruido y pocas nueces’ (1993), un filme realizado con inteligencia y fidelidad al original, después de su ‘Enrique V’, con mirada atenta y ánimo exaltado, hurgando con acidez en las miserias e ilusiones de sus personajes, una apuesta por la sencillez que se agiganta gracias a una férrea estructura narrativa con una puesta en escena marcadamente expresionista.

  Basada en el relato de Mary Orr ‘The Wisdom of Eve’, aparecido en la revista ‘Cosmopolitan en 1946 y adaptado a la radio tres años después, el gran Joseph Leo Mankiewicz realiza en ‘Eva al desnudo’ (1950) una de las películas más incisivas y oscuras sobre el mundo del espectáculo. Este importante realizador estadounidense, que sabe explotar como nadie los oscuros territorios del disimulo y el rencor, la falsedad de la vida y el placer de la venganza, toma como punto de partida la concesión de un premio a la protagonista, acontecimiento que será aprovechado por Mankiewicz para iniciar un análisis de la actriz, estructurado sobre un flashback a lo largo del cual personas cercanas a ella narrarán las circunstancias que la llevaron a su fulminante ascenso.

  Al modo de ‘Eva al desnudo’, el primer filme dirigido en solitario por Juan Antonio Bardem trata de la vida entre bambalinas de una compañía teatral, centrada en los deseos de triunfo de una actriz y las presiones que recibe del empresario. Me estoy refiriendo a ‘Cómicos’ (1954), realizada inmediatamente después de ‘Esa pareja feliz’ –en colaboración con Luis García Berlanga-, donde el cineasta madrileño se inspira en la figura de sus padres para lanzar una mirada afable y conmovedora al mundo de los cómicos ambulantes, un retrato apasionado y respetuoso de su vida cotidiana, repleta siempre de anhelos, frustraciones y, sobre todo, sueños de candilejas.

  Para terminar, dos títulos igualmente interesantes: ‘Pina’ (2011) y ‘El viajante’ (2016). El primero es un documental dirigido por el alemán Wim Wenders con la compañía de danza Tanztheater Wuppertal Pina Bausch. El segundo es una aproximación metacinematográfica a la obra de Arthur Miller ‘Muerte de un viajante’, realizado con gran esmero por Aghar Farhadi. Con ecos del cine de Antonioni, el cineasta iraní narra su relato con minuciosidad, con exactitud, con la misma con la que dirige a los intérpretes, a los que obliga a ensayar durante meses, para examinar unas vidas. Pero la vida no se puede analizar, no es científica. La vida es un examen constante. Que se lo miren los responsables de la filmoteca cesaraugustana. Los unos y los otros. La guerra no ha terminado.

Artículos relacionados :