Crítica. «Novios de la muerte con narizota roja»


Por José Joaquín Beeme

    El tebeo-cine de Álex de la Iglesia pasa insensiblemente del grotesco al trágico, sin ser ni lo uno ni lo otro.

    Sobre una falsilla social-realista, reforzada con imágenes folk-documentales de nuestro pasado no glorioso, Balada triste de trompeta lanza una burla entre castrense y circense a la tradición del cine reflexivo de la historia patria, incluidas las revisiones recientes de la guerra civil y sus contornos. Sin la poesía delirante de Fellini (sin el negro compasivo de Zavattini o Flaiano); sin la construcción mítica que sostiene a un Joker justiciero, aunque todo esto esté probablemente en el abrevadero de uno que ha visto mucho y variopinto cine. El director-director va en todas sus películas en busca del monstruo, como si se hubiera imantado de pequeño en aquellas criaturas deformes, cercanísimas, de la Universal. Aquí se adhiere al filón del circo pesadillesco que arranca de Browning, con dos payasos diabólicos, el gordinflas Areces (que se trae su humor surrealista castellano-manchego) y el augusto De la Torre (el que congela la risa). Monstruos también, seguramente, el «Raphael con P» que llega distorsionado desde un pasado milenario y esa Pinito del Oro, incluso, que rueda fetiche desde lo alto de la Cruz franquista: una vez más el desafío de las alturas, la caída desde el tótem, el efecto Marvel. Sin olvidar a toda la cohorte de secundarios, a cual más chafarrinón. Con algún eco berlanguiano (La escopeta nacional), del cine engagé (Pontecorvo fue el primero en reconstruir el vuelo del Ogro) y hasta de Ibáñez (ese veterinario para todo de la rue del Percebe), la película deja un indefinible sabor a nada, que sería algo si las intenciones hubieran sido ésas, desnudar las miserias de un régimen donde no se reía ni aun queriendo, pero temo que el inteligente bilbaíno rehúye sociologías y está interesado sólo en la destrucción dadaísta, que cada uno extraiga su acción (que no lección) mutante. Si Muertos de risa había ensayado ya la pareja comitrágica con unhappy end, esta balada en forma de ceja pintada añade poco a la filmografía completa de un anarquista coronado. Premios, u honores académicos, al margen.

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