Televisión de tontos para tontos / Max Alonso


Por Max Alonso

     Cada vez es más la gente que se ufana de no ver la televisión.

     Lo cuentan satisfechos, como si hubieran recuperado un tiempo que antes perdían o, más bien, como si hubieran dejado de meterse en la sangre las estupideces que se metían. Durante muchos años la televisión fue la caja tonta o el electrodoméstico con ideas, como el frigorífico que conservaba la comida o la lavadora que lavaba ropa. Ahora es otra cosa, que cada vez satisface a menos y se le alejan gozosos.

    Lo cierto es que, a la televisión, como antes al cine, se le ha pasado su tiempo, superada por internet. Los mejores espectadores no quieren depender de la ‘tiranía’ de sus horarios. Prefieren ver la película o su serie cuando les apetece, con un clic de su mando. Además, la televisión anda perdida. Puedes recorrer todas sus cadenas sin encontrar un programa que te atraiga. Un amigo cuenta que se dio de baja de Movistar porque tenía tantos canales y solo le ofrecían futbol, que no le interesaba, y series de comisarías de policía norteamericanas con sus batallas policiales.

    Los informativos están a porfía repitiendo los mismos contenidos. Cuando surge un nuevo tema, de la pandemia, de la guerra de Ucrania, la sospechosa desaparición de una mujer, la muerte de una reina, lo machacan todos en porfía como jauría de perros, repitiéndose unos a otros. Desde Telecinco, que se gasta lo menos que puede y todo lo arregla con conservas de agencia, a Televisión Española, que es más generosa y busca conformar a todos y contenta a muy pocos, porque la audiencia está muy decantada y cada espectador solo quiere lo suyo. Pasan de los políticos insultándose y descalificando más cuando tienen menos ideas que ofrecer, que hace tiempo que se les acabaron.

    Están rellenos con sucesos y publicidad descarada, al menos de sus propias programaciones, y otros intereses. Los hombres y mujeres del tiempo cada vez son más y más latosos. Como argumento de autoridad acuden a las señoras en el mercado y a la gente de la calle para encuestarles sobre la información que quieren dar, como si la opinión de un ciudadano anónimo fuera relevante o la de la señora María nos ilustrara sobre la cuestión de los precios al consumo. Como si nos importaran sus opiniones, que de tanto degradarlas ya no le interesan ni al que las vomita.

     Todo eso no es información es opinión, que es lo que se lleva. Dar gato por liebre. Con falsos periodistas, que se dedican a opinar, que es lo que quieren hacer creer que es la información.  Antes los periodistas eran profesionales que no sabían de nada, pero escribían de todo, que ese era su trabajo. Documentarse para dar los datos y que el espectador se formara su opinión. Ahora se dedican a dar su opinión, los tertulianos, periodistas fracasados, que siguen sin saber de nada, pero opinan de todo.

   ¡Que nos importa su opinión! Solo a los productores, que las compran por minutos y llenan los programas de la forma más barata posible. Telecinco desde hace años sigue con los mismos berluscones o famosillos, más estirados que el capo italiano. Después de tantos años cada vez están más viejos y estirados. Algún día llegará que se les mueran en directo: El no va más de sus ‘Sálvames’. Utilizan términos periodísticos como ‘exclusiva’, ‘primicia’, etc. cuando más lejos andan de acercarse.

     La televisión ha sucumbido de la mano de los radiofonistas, profesionales que se lo juegan todo con la palabra como medio de expresión. Por eso ahora prima la palabra y dejan la imagen como recurso. Hay informativos que llegan a ofrecer hasta nueve señales a la vez en pantalla. Con varias cámaras en simultaneo. Plano. del que habla y de los que escuchan, el relato para los sordomudos y los rodillos con textos de otras noticias, más los titulares, los créditos de autores, las traducciones de otras lenguas y otros mensajes en orgía. Ignoran que la capacidad humana de atención no pasa de dos señales. Multiplican las fuentes, en detrimento de la receptividad. Son ellos los que obligan a olvidar el mensaje principal, que siempre es lo que se debiera atender. Luego viene lo de olvidar la información. Envolverla con la opinión y hasta con ese condimento, como las salsas, de la publicidad. Poliédrica, con todas las caras del abuso, que es la que manda. Ya no hay programas con publicidad, sino publicidad en cama de programas.

     De esto hablaremos otro día, que es mucho lo que da de sí la televisión hecha por tontos para tontos.

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