Más información no, gracias / Manuel Medrano


Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

     Había una campaña de cierto medio de comunicación escrito, durante la Transición, que decía: “Un hombre sin información, es un hombre sin opinión”.

     Entonces, era cierto. Sin embargo yo, hoy día, intento algunas veces no recibir durante unas cuantas horas información de publicaciones digitales, radios, televisiones, etc., sencillamente dejando el móvil apagado y viendo películas en el aparato de TV. Así, también, tengo más tiempo para leer otras cosas que no son noticias efímeras, reiterativas, falsas muchas veces, etc.

    Acerca de las noticias, actualmente es raro que se las pueda llamar así. Son, en la inmensa mayoría de los medios, la transcripción casi literal (o sin casi) de comunicados oficiales, de instituciones infectadas por la partitocracia y también por el caciquismo territorial, o gangrenadas por los intereses de auténticas sectas que controlan algunos organismos europeos y otros internacionales.

    De paso que desconecto, me da tiempo a reflexionar sobre ideas percibidas en varios lugares. Una de ellas, que me gusta, trata de la conveniencia de luchar lo que haga falta contra el recorte bárbaro de los derechos de los ciudadanos, cuyo objetivo es su conversión progresiva en siervos y, ya finalmente, en esclavos que se crean felices en su triste condición.

    De momento, el control de las informaciones que te sirven demasiados medios de comunicación es agobiante, incluso ridículo, con una especie de pugna entre ellos para ver quién es más servil, y adoptando un tono profético que te hace pensar, inmediatamente, que quién se cree que es ese o esa imbécil que te transmite bazofia para que hayas de creerle.

     El futuro de la libertad, la de pensamiento y acción, está en la juventud, pero no tanto en la “adicta al régimen” y proyectada por él como ejemplar, sino en la de la calle, la gente normal, que son muchos y mantienen espíritu crítico e independencia de criterio. Son conscientes de que se les manipula, hasta parece que se dejen, pero saben lo que hay y no les gusta. A mí, tampoco, y quizá deba hacerme una severa autocrítica: no hago lo suficiente, no lucho en una trinchera social, para combatir contra este asqueroso atentado a mi libertad y a la de mis conciudadanos.

     Cuando alguien sale diciendo que pensemos en el mundo que vamos a dejar a nuestros descendientes, antes que nada, yo pienso en seres idiotizados dominados por unas élites endiosadas. Y, luego, pensaré en lo demás, pero sólo después.

   Mientras, seguiré con mi dilema: ¿basta con opinar, o hay que actuar?

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