Legalizar el abuso / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

      El pasado 2 de diciembre, la portavoz en la Comisión de Mujer de Más Madrid en la Asamblea, Loreto Arenillas, planteaba que la Comunidad lidere un Pacto Internacional…

…sobre el trabajo sexual y una Mesa de trabajo donde participen las mujeres prostituidas, con el objetivo de impulsar propuestas que recojan y reconozcan sus derechos laborales y sociales.

  Más Madrid ha invitado a comparecer en la Comisión a una representante del sindicato Otras, una organización compuesta por mujeres en situación de prostitución, para darles voz. En su opinión, las «trabajadoras sexuales» tienen derecho a sindicarse y es importante visibilizar la labor que realizan en defensa sus derechos laborales.

    La propuesta de Más Madrid contempla que la Comunidad de Madrid lidere un Pacto internacional con otros países donde ya se están generando legislaciones proderechos, como en Nueva Zelanda, donde prima la despenalización sobre la regulación. O en Victoria, Australia, allí se lleva a cabo una reforma integral de la regulación del trabajo sexual optando por un modelo de descriminalización.

    En el año 2002, Alemania reguló la prostitución. El Gobierno adoptó los postulados de lobbies proxenetas y de ciertos grupos feministas que defendían que la prostitución es un trabajo como cualquier otro.

   Esta medida ha propiciado que se creen megaprostíbulos, como el Pascha Köln, en Colonia, un edificio de 10 plantas, que cuenta con 90 empleados, al que acuden una media de 1.000 puteros al día y en el que «trabajan» 150 mujeres. También que los jóvenes celebren su graduación en burdeles, que el 95 % de las mujeres prostituidas sean víctimas de trata y cada vez más jóvenes, vulnerables, que se encuentran solas en el país, que no hablan el idioma, que desconocen sus derechos, que han contraído deudas impagables con sus explotadores, que temen a la policía y que están traumatizadas. Existen prostíbulos que ofrecen más de 30 tipos de servicios sexuales a sus «clientes», entre ellos sexo anal, juego con heces y esperma, penetración sin preservativo, orinar encima de la mujer, meter el puño en el ano o en la vagina, violaciones grupales, lamer el ano, eyacular sobre el rostro… Además, si el hombre no queda satisfecho, se le devuelve el dinero. Los datos los proporciona Ingeborg Kraus, doctora en Psicología, especialista en Psicotraumatología, que estuvo en Kosovo trabajando con víctimas de violencia sexual y que, junto con 200 expertos alemanes, avala el trauma sexual que padecen las mujeres prostituidas.

   En vez de optar por el modelo regulacionista, España debería sumarse a un modelo abolicionista, similar al que se implantó en Suecia en 1999. Esta propuesta defiende que comprar el cuerpo de una mujer para tener sexo con ella es violencia. Ofrece salidas a las mujeres. Penaliza al putero y al proxeneta y educa a la sociedad para que no tolere este tipo de abusos.

  Ningún país debería consentir que los genitales femeninos sean una herramienta de trabajo.

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