Esta vez, a votar / Antonio Piazuelo


Por Antonio Piazuelo(*)

   Si estás leyendo esto a las nueve de la mañana (del día 28-M), acaba tu desayuno, arréglate bien y sal a la calle. Hace un día estupendo, así que puedes dar un paseo hasta tu colegio electoral y votar.
    Si me estás leyendo a mediodía, aprovecha el tiempo hasta la hora del vermut y acércate a votar. Si lo lees por la tarde, apresúrate antes de que sean las ocho: tienes que ir a votar.

     Si tienes sesenta años o más, no necesitas que nadie te explique para qué sirven los votos: sabes muy bien que sirven para no vivir a la orden y brazo en alto, para que no se salgan con la suya los que desprecian los votos y las urnas. Sus antecesores falangistas, ¿te acuerdas?, se dedicaban a romperlas.

    Si tienes entre cuarenta y sesenta, has vivido toda tu vida adulta en libertad, con mejores y peores momentos, con gobiernos que te han gustado más y otros que te han gustado menos (alguno, incluso, te ha puesto las cosas muy difíciles), pero sabes que no has tenido que esperar a que ninguno de esos gobernantes se muriese de viejo para cambiarlo si no respondía a la confianza que recibió. Cada cuatro años, o menos, has tenido la oportunidad de decidir quién te representa.

    Si tienes menos de cuarenta (y no te digo si tienes veinte), a lo mejor crees que este sistema no vale, que te has dejado las pestañas para alcanzar una excelente formación y los empleos que se te ofrecen (pocos) son temporales y tienen sueldos miserables, que tu futuro es mucho más incierto que lo fue el de tus padres. Tienes razón pero, precisamente por eso, también tienes que votar. Los enemigos de la democracia son menos pero irán a votar marcando el paso, no faltará ni uno. Y si ganan, porque los que somos más nos hemos quedado en casa, no te darán la oportunidad de protestar, de apretar o de cambiar al gobierno de turno para cambiar ese injusto estado de cosas. Te lo impondrán por la fuerza.

Algunos dicen que no hay que votar contra algo, sino a favor de algo, y también tienen razón, pero votar contra quienes pretenden hacernos retroceder a las cuevas (a la de Covadonga, sin ir más lejos) es votar a favor del progreso y de la libertad. Siempre se vota a favor de algo.

Otros dicen que resulta mezquino apelar al voto útil. Que, si no lo tienes claro, lo mejor es abstenerse, mantenerse puro… pero resulta que todos los votos son útiles, créeme. Y, por otra parte, el voto no es más (ni menos) que el instrumento con el que ejerces tu derecho a decidir, ¿y quién prefiere un instrumento inútil a otro útil?

     Así que, si eres conservador, vota. Tienes dos opciones y, aunque ninguna de ellas te convenza del todo, aunque los hayas visto tirarse los trastos a la cabeza, aunque tal vez te parezca que a sus líderes les falta algún hervor, vota por la que menos rechazo te produzca. Cuando las urnas están llenas de votos, guardan en su interior un mensaje clarísimo que entiende incluso el político más lerdo y le obliga a actuar en consecuencia. Vota para decirles qué es lo que no te gusta de ellos y para hacerles cambiar a mejor.

     Si tienes el corazón a la izquierda, vota también. Están a tu disposición otras dos posibilidades y, en los meses que han transcurrido desde la moción de censura, han dado muestras de su voluntad de entenderse y de mejorar las condiciones de vida de quienes se han quedado en la cuneta de la crisis. ¿Te parecen insuficientes las medidas que han adoptado? Bueno, a mí también, pero esta es la ocasión de reforzarles con tu voto para que vayan más allá. Y de presentar ese voto como una factura impagada si alcanzan el gobierno gracias a él y lo defraudan.

     Aunque algunos descalifican al adversario poniendo en duda su voluntad de cumplir la Constitución (que es tanto como acusarle de querer acabar con las libertades), esa solo es una más de las mentiras, o de las exageraciones, que se utilizan durante el teatrillo electoral. Los cuatro partidos a los que me he referido son inequívocamente leales a las normas de convivencia democrática. Y en este punto, saludo la aparición de un Pablo Iglesias que no habla ya de la casta, de los de arriba y los de abajo, y del Régimen del 78. Verle abrazado a la Constitución, me lleno de satisfacción, Mi apoyo personal, (como muchos miles de socialistas), fue correspondido «equivocadamente».

    Circula por las redes sociales una metáfora a favor del voto que, en términos similares, he empleado alguna vez y que me parece muy ilustrativa. Viene a decir que un gobierno es como un autobús que lleva a sus pasajeros (es decir, a todos nosotros) en una dirección determinada. Y, como ocurre con los autobuses, que nos lleve a un lugar o a otro dependerá de la línea que escojamos.

    Pues bien, quien dice que no piensa votar porque ninguno de los partidos en competición lleva en su programa todas las cosas que él considera importantes o necesarias, y que incluso duda de que esté dispuesto a cumplir con las que sí lleva, sería comparable a un ciudadano que exige al autobús que le lleve exactamente a la calle y al número al que desea ir. Y si se da el caso de que ninguno de los existentes tiene una parada junto a su punto de destino, no toma el autobús.

      Lo que hace cualquier persona en su sano juicio es elegir la línea que le deja más cerca del lugar a donde quiere ir. A quien decidiese cruzar la ciudad a pie, solo porque la parada más cercana está a unos cuantos metros de su objetivo, le diríamos sin duda que está cometiendo un error. O una estupidez.

Lo peor de todo es que la metáfora no es lo afortunada que parece a primera vista, porque no refleja con exactitud cuál es la alternativa a tomar el autobús más próximo a nuestros intereses. Con las elecciones si no tomas el que más te conviene te meterán en el que digan los demás: no te dejarán cruzar la ciudad por tus propios medios. Y es probable que acabes muy lejos del lugar a donde querías ir.

    Si lo dudas, piensa en Andalucía. Si los demócratas, que somos muchos más, nos abstenemos significativamente, crearemos el espejismo de que los autoritarios de la ultraderecha son más de los que son. Y estaremos echando leña a la hoguera donde quieren hacer arder la libertad y los derechos.

     Si todas las elecciones son importantes esta me lo parece más precisamente por eso. Porque conviene dejar claro, y de forma indiscutible, que los españoles no queremos volver a aquel triste país que clausuramos hace cuarenta años.

    Y no te entretengo más, que tienes que votar.

(*)Diputado constituyente

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