Por Dionisio Sánchez
dionisio@elpollourbano.net
Director del Pollo Urbano
Queridos lectores, compañeros, amigos y camaradas:
Parece que se ponen las cosas feas. Que la manifestación del 1º de Mayo haya sido tan desustanciada demuestra el canguelo que invade a unos sindicatos funcionarizados y sin fuelle para agarrar el toro por los cuernos, aunque el partido hasta hace cuatro días en el poder fuese afín a sus creencias de base.
La verdad es la verdad la diga Agamenón o la diga su porquero. Casi cuatro millones de parados en crecimiento de goteo imparable no hay sociedad que lo aguante, y menos cuando ni siquiera el Gobierno tiene fe en sus propias recetas, lentas y más dirigidas a administrar la gasolina para huir hacia delante que a parar, templar y mandar (que es la esencia del toreo político) . A estas alturas todavía no sabemos si ya hemos tocado suelo o aún nos falta la caída libre por el semisótano, dos sótanos principales, cinco cuevas y veinte catacumbas antes de llegar al centro de la Tierra y esperar que salgan al mercado las plazas de fogonero que no para de anunciar la multinacional que controla el magma en ebullición que dicen que existe allí.
Los sindicatos que nacieron como organizaciones democráticas, integrada por trabajadores en defensa y promoción de sus intereses sociales, económicos y profesionales relacionados con su actividad laboral, respecto al centro de producción (fábrica, taller, empresa) o al empleador con el que están relacionados contractualmente, han evolucionado y, al menos en España, forman parte activa del Nuevo Movimiento Nacional, superestructura donde quedan hermanados con la patronal y ambos, a su vez, mecidos por el mismo aceite integrador: el dinero público que engrasa, cuece y atempera su afán de conquistas sociales. Y así, amigos míos, es muy difícil pelear por alguien que no sean los grandes colectivos organizados y preferentemente vinculados a la función pública. Por el contrario, los mayores empleadores del país, los sufridos autónomos, no tienen ninguna presencia destacada ni en la patronal ni en los sindicatos, a excepción de la UPTA, que tiene una brida que canta demasiado a puño y rosa y alguna que otra organización emergente. Por no tener, hasta hace cuatro días, los autónomos no tenían ni paro.
¿Qué hacer, entonces? ¿Esperar a que nos salve la fantástica Comunidad Europea? La receta salvadora ya la hemos conocido en los lomos de Grecia: subida de los carburantes, tabaco y alcohol un 10 %, subida de impuestos otro 15% y rebaja de los sueldos (para los que tengan trabajo) otro 15%. Y así durante cuatro añitos hasta que la cosa se vaya templando. Casi mejor estudiar una vía española que a mi ver no sería otra que la vuelta a la autarquía.
Para empezar sería necesario marcharse de Uropa (en la que en realidad nunca hemos estado imbricados en materia de servicios, sueldos y demás) y nos dedicamos al cultivo y adoración de nuestro ombligo amparados por los fundamentos filosóficos de aquellas escuelas griegas que hacían defensa del sistema como situación propia del sabio que se basta a sí mismo para ser feliz ejercitando la virtud. Y de entre ellas podemos elegir: la cínica para Huesca, la estoica para Teruel y la epicúrea o cirenaica para Zaragoza siempre y cuando los aragoneses decidamos mantener a Aragón dentro de España o bien ir a nuestra bola tal cual hacen nuestros primos catalanes y a los que parece que la cosa no les va tan mal aunque no les dejen lucir lacitos amarillos pero que, a cambio de esta cruel represión estética, les siguen soltando la pasta a espuertas en un alarde de notable de generosidad económica estatal para con los sediciosos vecinos de la otrora “costa nostra” . Yo soy de la opinión de que ya que nos ha costado tanto sudor llegar hasta aquí, casi podíamos seguir juntos otro rato más, aprendiendo, eso sí, de las técnicas de trinque y supervivencia de nuestros levantiscos primos polacos….Por lo menos hasta que remonte la tempestad que los más optimistas dicen que se avecina.
Por tanto y en aplicación de estas reflexiones, en Aragón y Zaragoza hay que formar un gobierno capaza de:
-Cerrar todas las grandes superficies y volver a las tiendas de barrio. Lo más grande que puede haber en Zaragoza como mercado, sería el Central.
-Arrasar todos los pisos construídos a partir del alcalde Triviño, plantar árboles en las extensiones que resulten y abolir el concepto de “solar” ya que los espacios resultantes no podrán cambiarse por nada ni valdrá nada a efectos mercantiles. Naturalmente se reubicarán gratuitamente en la ciudad consolidada a todos los propietarios de pisos periféricos que así lo deseen.
-Por sorteo, tres de cada cinco zaragozanos serán devueltos a sus pueblos de origen con unas pensiones de mil euros/mes y por barba o vello con la obligación de mantener un huerto y tener hijos
-Los funcionarios tendrán plaza de obligada residencia en todos y cada uno de los pueblos vaciados de Aragón. Caso de resistirse a desplazarse a su nuevo lugar de trabajo serán ubicados forzosamente en carpas sin sombra alguna que se habilitarán en pleno desierto de Monegros.
Y así sucesivamente, hasta que nos demos cuenta que nos hemos ido de cabeza y que esto no hay Dios que lo arregle si no cambiamos este modelo feo, impersonal y ridículo de sociedad sin futuro…¡A caballo! ¡Yihiiiii! ¡Salud!