Por Eugenio Mateo
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Nuestro agradecimiento muy especial a los premiados en esta vigésima séptima edición; a las autoridades municipales, autonómicas y académicas; a los representantes de asociaciones culturales y de la sociedad literaria y artística aragonesa, familiares y amigos.
Estamos muy honrados de que los compartan con nosotros en este acto. También a la Fundación Ibercaja, cuyo Director General, D. José Luis Rodrigo, nos acompaña esta tarde, por su generosidad al permitirnos celebrar nuestro acto cumbre en este magnífico marco del Salón Rioja del Patio de la Infanta y poner todos sus medios a nuestra disposición.
Es obligado para mí, como presidente de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro, echar la memoria atrás y bucear en sus inicios. Nos remontamos a 1991: inauguración de la Biblioteca de Aragón. Gobierna Hipólito Gómez de las Roces. Su Consejero de Cultura, Sr. Calvo Cabello encomienda la dirección a Joaquín Mateo Blanco, quien, además de dotarla de todo lo necesario para sus actividades bibliotecarias, desea convertirla en un centro de actividades culturales, con especial atención hacia el libro y la lectura.
Es entonces cuando nace Amigos del Libro. Auspiciada por Mateo Blanco, la asociación, en estrecho contacto con la Biblioteca de Aragón y sin vinculación o dependencia alguna, nace como herramienta social para promocionar todo tipo de actos relacionados con el libro. El grupo de amigos que inspiraron el acta fundacional, y su objetivo común, hicieron sencillo el ponerle nombre.
Han pasado 28 años de aquello, y, sin embargo, seguimos tras la utopía de conseguir, en nuestra modestísima aportación, una sociedad más lectora. El pensamiento nos hace libres y el libro es el camino. En Amigos del Libro, conscientes de nuestra trayectoria, hemos ido sirviendo de foro, por el cual han pasado autores consagrados y noveles, y desde el que se ha divulgado el libro y sus circunstancias entre nuestros asociados y a quién pudiera interesar.
Bien, pues, en todos estos años hemos supervivido porque creemos en lo que hacemos. Se trataría de aplicar la filantropía como actitud ideológica, pero no llegamos tan lejos, somos tan solo amigos del libro y el fin merece la pena. Aplicar la poesía a nuestras vidas no parece fácil, aunque merece la pena intentarlo.
Igualmente, en estos años hemos venido reconociendo a todos los protagonistas del universo del libro. El Búho es un modesto reconocimiento de esta modesta asociación a personas que se han destacado en su actividad, aunque, permítanme que acuda al viejo dicho:
No están todos los que son, pero si son todos los que están
No podría haber mayor orgullo para un premio tan humilde que el sentir de los que lo reciben. Casi 160 Búhos en estos 27 años le aportan un reconocimiento y prestigio que nos honra. A todos ellos me dirijo para darles las gracias más sentidas y reafirmar nuestra determinación de seguir premiando a todos aquellos que hacen del libro su razón de vida.
