El 8 de marzo, un día para la Historia / Jorge Marqueta


Por Jorge Marqueta
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    Sin entrar en las típicas guerras de cifras, se puede afirmar que la del 8 de marzo es la mayor manifestación que ha conocido Aragón.

   Superior a la que hubo reclamando la autonomía en 1978, que hasta ahora era la más numerosa, y más que las habidas en 1981, tras el golpe de Estado, y las de 1992 y 1993 por la autonomía y contra los trasvases.

  Fue un momento histórico. Los cambios sociales estallan así. Nada será igual tras este 8 de marzo. Es un salto cualitativo fundamental.

   Solo unos meses antes, en el marco del juicio a “la manada” y la infame estrategia machista de su defensa, apenas unos centenares nos concentramos ante el Tribunal Superior de Justicia de Aragón para solidarizarnos con la víctima. Ni siquiera hubo gente para cortar el tráfico.

   Las manifestaciones del 8 de marzo no habían pasado de ser dignas y las del 25 de noviembre contra la violencia de género no han pasado de concentraciones.

  Pero en 2018, Aragón (y el Estado) dio un salto cualitativo, que existía potencialmente, pero que se hizo patente.

  El movimiento feminista ha sabido integrar a buena parte de la sociedad con un matiz intergeneracional clave para impulsar el cambio social y acometer profundos cambios en un sistema construido sobre la desigualdad y, en buena medida, la dominación de la una parte de la sociedad sobre las mujeres.

  Era obvio que cualquier cambio social pasaba por el feminismo, lo que se demostró es que cualquier cambio social será liderado por el feminismo.

   Hubo quienes no lo supieron ver y hoy se reclaman “feministas de toda la vida” e incluso alguno se ha ofrecido, con un cinismo repugnante, a liderar estas reivindicaciones, como si el movimiento feminista necesitara un liderazgo y, además, que éste proviniera de quién lo minusvaloró y despreció.

   En todo caso, no deja de ser un síntoma del cambio cualitativo experimentado. Me recuerdan a los “demócratas de toda la vida” de finales de los setenta e inicios de los ochenta, que guardaban en su armario la camisa azul falangista o formaron parte de los cuadros del franquismo que acababa de desaparecer, pero cuando se experimentó el cambio social, quebrantaron sus principios inquebrantables sin ningún problema. No son creíbles, ni aliados y, en cuanto tengan la menor oportunidad, volverán a la hostilidad (como está ocurriendo con los valores democráticos), pero demuestran la fuerza experimentada por las reivindicaciones feministas. Hay mucho postureo y temor a quedar al margen de la sociedad que se está construyendo.

   A nadie extrañe que, algunos, a los que cogió con el pie cambiado, acabaron el día con un lazo morado en la solapa aunque unas horas antes despreciaron las movilizaciones y hablaban de que no iban a hacer huelga en uso de la libertad individual (la derecha siempre que quiere defender privilegios tira de “libertad”, véase la “libertad de enseñanza”, por ejemplo, eufemismo para defender la financiación y privilegios de la Iglesia Católica y su papel en la educación de los ciudadanos); de que no iban a dejar de trabajar, sino que harían “huelga a la japonesa”, trabajando más (demostrando que además de defender el machismo no sabían lo que es una huelga a la japonesa, que no es trabajar más, sino trabajar “a reglamento”, con extrema minuciosidad); de que era una “huelga política” (claro, todas lo son, buscan igualar derechos); de que en relación con la brecha salarial… “mejor no entrar en eso” (para ellos eso era una cuestión menor, un ripio de las feministas, que no merecía estar en la agenda política) y otros exabruptos machistas.

   Pero todos ellos son la anécdota, lo importante es que fue un momento histórico, con un fuerte componente de clase, de lucha por la Igualdad, -uno de los valores republicanos (en una España donde la Jefatura del Estado se hereda con prevalencia del varón sobre la mujer)-, un momento en que el movimiento feminista demostró que es el motor del cambio social del siglo XXI.

  Queda mucho camino por recorrer, pero el 8 de marzo de 2018 se subieron varios escalones de golpe hacia la Igualdad y la Justicia Social.

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