Por Manuel Medrano
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De menos a más, empecemos por la ciudad de Zaragoza. Tenemos un gobierno en minoría de ZEC (Zaragoza en Común), que atiende sólo a los intereses de algunos de sus grupos de apoyo, pero no de la ciudadanía en general.
Quiere municipalizar hasta a las lombrices, también pagar salarios a quienes no trabajan para el ayuntamiento, externalizar funciones cuando hay funcionarios para realizarlas, y pierden nuestro dinero continuamente por tener que indemnizar a empresas (sentencias judiciales mediante) con las que no les da la gana tener una relación normal, a saber por qué motivos.
Pretenden poner carriles bici hasta en el cauce del Ebro, por lo menos, y se publican cada día más noticias sobre la adjudicación directa de pasta a entidades amigas, lo que es un escándalo pero, como continúan, es obvio que les da igual. Su gobierno sería imposible sin la necesaria complicidad del PSOE y de Chunta Aragonesista (CHA), quienes apoyan sus decisiones. Vale, ZEC es ZEC, pero lo asombroso es que el PSOE los colocase allí y, aunque luego se dedica a hacer teatro y dar bandazos o los pone a parir, es quien los sostiene, con un doble juego apoyo-crítica verbal que a los zaragozanos nos dará igual cuando lleguen las elecciones, tanto si el socialismo urbano cambia de candidatos como si no. Al final, en lo que cuenta, el resultado siempre es el mismo: PSOE = ZEC. CHA, por su parte, no se mueve demasiado, pues viven felices mientras tengan financiación para sus rollos lingüísticos y para otros que, desde luego, no nos sacarán de pobres a nadie, y con eso ya les basta (¡o ya les vale!).
En la Comunidad Autónoma de Aragón gobierna Javier Lambán, o el PSOE de Lambán, o como se quiera expresar. Un gobierno que va de rojo pero que cruje a impuestos a las clases medias, desde los asalariados o a los pequeños empresarios, erigiéndose en el campeón de la asfixia fiscal en España. Un gobierno cuyos proyectos son mera continuación del socialismo aragonés de principios de siglo, sin muchos más cambios. Y que, ahora, quiere relanzar su imagen con una “minicrisis” de cargos (que nos da absolutamente igual al común de los aragoneses), con una próxima recuperación de viejas glorias (pero colocando chavales en su estructura orgánica para disimular), con un próximo relanzamiento de obra pública (¡ojo!) y con algunos gestos más. Comparte el PSOE gestión con CHA, pero estos hacen lo mismo que en el Ayuntamiento de Zaragoza, solo que a lo grande, con una estructura mastodóntica en sus áreas de la Diputación General de Aragón más cargos estratégicamente situados en otros ámbitos autonómicos.
Javier Lambán ha ganado recientemente un congreso interno y, ahora, proclama que quiere “recuperar Zaragoza” (Lambán I el Batallador), como pedía su rival en primarias Carmen Dueso. Complicado. Mientras, torea con un Podemos que en las Cortes, o mediante las jugadas de sus hermanos de ZEC en el ayuntamiento, se lo pone difícil, diríamos que imposible si hablamos de gobernar para elevar, o siquiera mantener, el nivel de bienestar de todos los ciudadanos. Porque el presupuesto es el que es, y si gobiernas para cuatro, el millón y pico restante de aragoneses se limita a manifestar su estupor o cabreo, y a esperar mejores tiempos y otras opciones.
ZEC-PSOE-Podemos-CHA constituyen un cuatripartito imperfecto y transversal en nuestras instituciones que, de vez en cuando, nos recuerda a los bailes de Miquel Iceta, divertidos pero de repercusión nula en lo que interesa: empleo de calidad, que empresas y patrimonios puedan sobrevivir impositivamente al acto de heredar, servicios mejores, atención a las demandas ciudadanas, apoyo a las iniciativas productivas del emprendimiento y de las entidades sociales, etc.
De hecho, a algunos, la vuelta de los bienes de Sijena no les va a parecer una bendición. Si finalmente regresan, una de las más densas cortinas de humo desaparecerá, un contencioso mediático quedará cerrado, y la realidad de todo lo demás se verá mejor.
A ver qué inventan entonces para que no nos fijemos en lo importante, lo cotidiano, lo que nos afecta como individuos y como colectivo ciudadano, al margen de golpes de efecto e imagen, de declaraciones autocomplacientes y grandilocuentes, y de movidas para unos pocos fieles o amiguetes que se intentan vender como grandes logros para todos.