Perspectiva / Eugenio Mateo

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Por Eugenio Mateo Otto
http://eugeniomateo.blogspot.com.es/

   Se dice que para entender la Historia hay que tener perspectiva. El axioma no parece serlo tanto a la vista de la contumacia con que tantos se empeñan en desmontar aquel edificio que nos ha ido dando cobijo, mal que bien, desde el otorgamiento de la Constitución.

   Un periodo que nos dotó de contradicciones tales como derechos a la vez que desigualdad; de progreso y de paso, precariedad laboral; de desarrollo tecnológico con la paradoja del escaso interés por la lectura. Hemos devenido en una sociedad adulta, mestiza, moderna y a la vez esclava de los nuevos hábitos de vida, seguidista, incluso conformista, que comete el estúpido error de olvidar, o siquiera, de no saber cómo diablos hemos llegado hasta aquí.

    Cuando se tilda de vieja a la Carta Magna quizá se quiere decir que necesita una eutanasia. Drástica solución, pero entre los que la exigen nadie apuesta a decir qué habrá que hacer después. Por utilizar un eufemismo, lo que le pasa a la Pepa de ahora es que está un poco demodé. No siendo éste un problema difícil, existen cirujanos plásticos que son capaces de maravillas (aunque también de bodrios gloriosos) y los retoques convenientes, con bisturí o con botox, pueden subsanar un clamor de una parte de la barrera sin liarse a pañoletazos con los de otros tendidos. Por no perder perspectiva, en países más poderosos que nosotros, sus constituciones son realmente viejas y ahí las tienen, aguantando el tipo e incluso haciéndonos marcar el paso a los demás.

   Hasta para los mínimos estudiosos de la Historia, España ha sido un país en guerra en demasiadas ocasiones. Contra propios y extraños, aunque en las domésticas es donde hemos rayado en la excelencia. La paz había llegado a aceptarse como un periodo entre guerras, ¬como para ir haciendo planes, sí¬. Ahora, incluso hacemos planes de pensiones y programamos vacaciones al tercer mundo. Considerando que tener el periodo de paz más largo de nuestra historia moderna, salvando cuestiones personales, no es poco, sobre todo viendo cómo se las gastan por otras tierras, pareciera que la estabilidad de la que disponemos fuera como un fenómeno meteorológico, de esos a los que estamos acostumbrados por herencia, y se tomara como algo inmutable. El hecho de gastarnos lo que no tenemos, engrosando así la deuda per cápita, quedar a tomar una cerveza sin temor al racionamiento, poder aprender que Internet no es infalible, o discrepar del casero, son cosas que se deben mirar con perspectiva. Sería dogmático afirmar que todo va bien.  Subordinarse a un sistema que retorna al socaire de que unos pocos tengan casi todo, no puede ser justo, y no lo es. Demasiados ciudadanos carentes de casi todo, hasta de planes, salvo los de la propia supervivencia, no habla bien precisamente de este modelo de sociedad que evoca a una concepción de la vida que creíamos superada.  La justicia social es la asignatura pendiente para que la paz merezca la pena para todos.

   También Europa goza del mayor periodo de paz de su historia y de su máximo desarrollo económico, como nosotros. De nuestra unión llegaron los millones para cambiar un país. La perspectiva recuerda lo que costaba llegar en tren, y muchas cosas más. Se podrá criticar muchas cosas de la U.E., con rabia incluso, pero yendo al centro de la cuestión, sería bueno preguntarse qué habría sido de nosotros sin esa unión. Dentro de Europa alcanzamos nuestro desarrollo actual. La crisis que ha generado las diferencias trae nuevas crisis de identidad, mientras otros se frotan las manos e incluso resucitan viejas insignias. Europa muestra achaques practicando la dichosa desigualdad, y la cura se discute en los foros de la macro economía global.

   La suerte está echada. Las cuestiones que afectan el común desenvolvimiento ya no se deciden de puertas adentro. A pesar de eso, la política doméstica se desangra en las taifas, como le pasó a nuestro Islam de siete siglos, y perdemos constantemente la perspectiva de la Historia. Tampoco la empleamos para saber de dónde venimos, ni cuánto nos costó llegar hasta aquí. Y ya que hablamos de perspectiva, el recuerdo de camaradas como Rafa Esteban o Iñaki Fuentes nos hace constatar que no somos nada. Se fueron con la dignidad de los libres y sin ellos, somos un poco menos todavía. Perra vida.

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