Bloguera / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

    Un día de 2001 abrí un blog. Yo concebía entonces ese espacio como un depósito de artefactos literarios, de imágenes y de recursos.

    La página que me confeccioné era una especie de laboratorio que usaba como práctica de trabajo. Con esas intenciones confesables, quise perfeccionar mi estilo, compartir mis opiniones con el mundo y contactar con gente desconocida.

   De aquellos años sobrevivió algo de mucha importancia para el futuro: adquirí los hábitos de un columnista, y todo ello sin pertenecer a nada, sin estar sujeta a nadie, sin someterme a reglas ni leyes ajenas. El bloguerismo es un oficio con consecuencias. Querer dedicarse a escribir tu opinión no se considera un trabajo serio, por eso la gente que te conoce te recomienda que te busques un empleo como dios manda.

   El bloguerismo me parece un trabajo difícil de explicar. Básicamente porque ni siquiera lo considero un trabajo, y prueba de ello es que no cobro un céntimo por hacerlo. Si he conseguido que me divierta es porque hago otras cosas que contribuyen a llenar mi plato de comida. El hecho de que empezase a escribir un blog desde los primeros tiempos de la aparición de las bitácoras en la Red, me ha permitido desarrollar una larga carrera en este medio, que yo considero un espacio de opinión reservado para mi exploración personal y a veces metafísica.

   Imagino que hay muchas formas de escribir un artículo, yo prefiero llamar artículo a lo que otros denominan post. La que más me gusta es leer los periódicos y buscar entre las noticias relevantes del día algo sobre lo que opinar y que ayude a opinar al lector. Luego las opiniones provocan el debate, el enfado, la indiferencia o el asentimiento del lector. Quiero que mis lectores piensen, no que me aplaudan. Que me aporten argumentos para rebatir algo que yo pensaba basándome en mis lecturas, mi ignorancia o mis prejuicios.

   En ocasiones, procuro que sean pocas, para inspirarme recurro a la vida. A la vida en general o a la mía en particular. El problema de escribir sobre la vida propia es que no tiene por qué interesar a los demás, bien porque se parece a la vida de todos o porque puede provocar apatía. Cuando uno habla de su propia vida, no opina, y además me da algo de vergüenza considerar que mi vida es interesante a los ojos del lector.

   Ante una pantalla vacía o ante un folio en blanco, cada cual se apaña a su manera. Yo intento escribir con el estilo que mejor se adapte al tema, procurando no dármelas de lista y dudando siempre de lo que escribo. Me parece que es lo más importante.

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