Nacionalismo o barbarie / Antonio Tausiet

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Por Antonio Tausiet
www.tausiet.com

    Hola, soy un nacionalista y soy guay. Soy de izquierdas para los que queráis sentiros súper humanistas y defendáis la justicia y todo eso.

    Y soy de derechas para quienes estáis a favor del orden y la disciplina, la sagrada empresa y la tradición. Me da igual la ideología; lo que no sabéis es que para ser nacionalista, lo importante son dos cosas que ni habíais pensado hasta que no visteis Thor Ragnarok. Atentos.

   Una: el pueblo. Para sentir que se forma parte de una comunidad, se necesita un grupo de gente con algunas características comunes. Por ejemplo, diez mil aragoneses gritando que no van a robarles el agua. Claro que lo del agua es un ejemplo malo para lo que quiero decir. Voy a poner otro: un millón de judíos yendo de aquí para allá. Les une lo de la boina pequeña, los candelabros y esas cosas de Woody Allen. Ni siquiera hace falta ser religioso.

   Dos: el territorio. A veces, puedes ser cofrade sevillano o bombero vigués, monja de clausura vallisoletana o sexador de pollos murciano, pero tienes en común una cosa: estás en el trozo más grande de la Península Ibérica. O sea, te sientes español, español, español. Una forma como otra cualquiera de pertenecer a un lugar. Esta segunda opción de nacionalismo tiene dos variantes:

    Dos A: has nacido en un sitio concreto. Por ejemplo, Islandia, por poner un ejemplo aislado. Entonces, eres islandés, te sientes islandés y defiendes esa isla. Patria o muerte. Tú a lo tuyo.

    Dos B: vives en un lugar. Naciste a miles de kilómetros, pero da igual. Has crecido, tenido hijos y comido brevas en ese sitio, así que eres de allí. Por ejemplo, un bielorruso que lleva un montón de años en el Congo. Por muy blanco que sea, es congolés, sus hijos son congoleses y defienden las esencias congoleñas. Patria o muerte. Tú a lo tuyo, pero aclárate sobre si es el Congo independizado de los belgas o de los franceses, porque hay dos.

    Resumiendo: puedes ser de un sitio y además sentirte parte integrante de ese sitio, pero es que ni siquiera hace falta el sitio, porque puedes ser de un pueblo nómada, de un estado sin nación, de una nación sin estado o todas las variantes que quieras, mientras seas patriota o nacionalista, que es lo mismo. El caso es defender algo en plan cateto. Sea un grupo de gente variada en el que no conoces a casi nadie, sea un territorio donde has caído por azar o por circunstancias objetivas que no tienen que ver nada con todas esas tonterías de la nación.

    Y una vez aclarado que soy nacionalista porque yo lo valgo, vamos a lo que importa: las relaciones de poder. Los nacionalistas, cuando crecen y crecen como el kéfir, se convierten en imperialistas. Los que se quedan atrofiados, no les queda más remedio que adoptar el papel de pueblos oprimidos.

    Veamos unos ejemplos. Los palestinos, por ejemplo. Están obligados al nomadismo (hay más palestinos en Jordania que en Palestina) porque los judíos han ocupado el lugar donde vivían, así, por la cara. Otro caso parecido son los kurdos, a los que zurran desde Turquía, desde Irak, desde Siria o desde donde haga falta, porque no tienen constituido un país como Dios manda, en la ONU y todo eso. Y no nos olvidemos de los cubanos, que sí tienen una isla propia, pero da la casualidad de que está al lado del país más poderoso del planeta y les somete a un bloqueo desde hace la tira de años.

    Por supuesto, si tú formabas parte de un grupo humano que estaba tan tranquilo con sus rituales, sus coros y danzas, sus trajes regionales, sus deportes tradicionales y su rica gastronomía local, y llega un ejército de gente rara que canta otras cosas y quiere que te sometas a ellos contra tu voluntad, pues te agarras un cabreo y te haces más patriota de lo que eras. Así que la cosa va de que lo mejor es dejar en paz a la humanidad, pero no hay manera. Pasa en las mejores familias. En cuanto se muere un padre con un poco de dinero, los hermanos empiezan la batalla. Y así todo.

    Pero no nos desviemos del tema inicial. Soy un patriota y me envuelvo en mi bandera de colorines. Me da igual que entre los míos haya desigualdades abismales, injusticias flagrantes, dolor sustituyendo al amor. Es que ni siquiera me están invadiendo, actualmente. Pero siento un sarpullido de honor, de rebeldía descerebrada, de atontamiento identitario, que me lleva a seguir las consignas de los que mandan robando, perpetuando la injusticia. Voy a llegar a la conclusión de que soy de derechas, o sea, egoísta, pero además idiota, porque defiendo la riqueza de los que me oprimen, no la mía, que no la tengo. Pero no, por eso no soy facha: resulta que los nacionalistas revolucionarios también están de acuerdo en fundar una patria nueva, basándose en sus visiones respecto al futuro paradisíaco. En cuanto se conforme el nuevo país, las masas proletarias se harán con el control de los medios de producción, y los líderes conservadores se retirarán felices para dar paso a la nueva era igualitaria.

    A medida que escribo esto se me está quitando el nacionalismo, oye. A ver si vais a pensar que soy corto. Pienso que lo mejor sería coordinarse desde abajo. Asambleas de barrio con representantes en asambleas locales, con representantes en asambleas de territorio, con representantes en asambleas interterritoriales. Lo que vendría a ser una democracia en una república mundial horizontal. Pero eso es muy complicado. Voy a comerme unas zanahorias rehogadas y a ver cuándo me organizan unas elecciones. Votaré, como casi todos, al pito pito gorgorito.

    Una vez oí a uno que decía que él votaba en conciencia a los partidos que defienden la igualdad y la justicia social, pero que además no se quedaba ahí y se dedicaba a mejorar las cosas desde su ámbito. Pensé en las manadas de animales, en las que existe una organización para el bien común. Hormigas, leones, elefantes, abejas… China chana, van a lo suyo, cada uno hace lo que le corresponde y les da tiempo a rascarse la barriga.

    Yo, ya pacificado de nacionalismos, gano mucho en plan contemplativo. Simpatizo con los que no se rinden y reconozco que son el motor de la sociedad. Y es que quizás cada uno puede aportar algo desde su idiosincrasia para aumentar la felicidad de todos. Así es más fácil aislar a los tarados tóxicos.

    Al final, me he asomado a la ventana del Universo. Veo millones de galaxias dando vueltas como polillas inútiles. Y pienso que ser un humano es muy entretenido, aunque lo hagamos todo un poco a verlas venir.

    Mientras, ofrezco una lista de cosas que motivan a quienes se consideran progresistas en España y los nacionalismos se la refanfinflan, elaborada por José Luis Trasobares y publicada aquí.

-Europeísmo progresista
-Control político de la globalización
-Colaboración mundial medioambiental
-Federalismo
-Democracia
-Hermanamiento de los pueblos
-Lucha común contra las amenazas

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