El señor Lambán y el ayuntamiento bananero / Dionisio Sánchez

 


Por Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

   Queridos amigos, compañeros y camaradas:

   El modo en que es gobernado el ayuntamiento de Zaragoza sería merecedor de una teleserie ambientada en una hacienda sudamericana, entre palmerales, amoríos, drogas, puñaladas traperas, caciques, indios y poetas. Y con la emisión de esta miniserie (de bajo coste, dado el cutrerío de los personajes), tal vez podríamos, ¡de una vez!, justificar el pastonazo que nos cuesta la hortera y miserable televisión autonómica que poseemos.

    Y ya no es que el alcalde de la ciudad actúe con un cesarismo propio de tiempos predemocráticos, y que sus más cercanos colaboradores lleven a los ciudadanos a la ruina con sus actuaciones caciquiles y alejadas de cualquier rigor en su planificación, sino que están convencidos de que la ciudad es un charco donde caben todas sus ocurrencias porque el lodazal es suyo. Y el dinero de las ranas que lo habitan, también.

    El último capítulo del serial lo protagoniza el autócrata poniendo en solfa la decisión de un juez (como él se supone que fue algún día) que ha impedido que algún amigo suyo (suponemos) se lleve una sabrosa contrata al colocar unas “barritas” en la calle aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que son las fiestas del Pilar. Ya no se trata de que el primer edil sea pedagógico con la chusma y la incite –por encima de todo- a creer en la ley, es que su conducta absolutista le impide cerrar el pico cuando la autoridad (porque puede y para eso está) le cuestiona una decisión municipal que no es de recibo. Cree, pues, el cacique que en su hacienda todos están para cumplir su voluntad y así actúa, sin ningún respeto a nadie, y menos a los indios que en pelotas se esconden en las riberas para bañarse lejos de su mirada (no vaya a ser que se le ocurra hacerlos desfilar por el Naútico para mostrar al mundo su poderío sobre seres y bienes)

    En la frondosidad de la quinta también habitan las hembras felices, todopoderosas mujeres que hacen y deshacen a placer, manejando dinero público para satisfacer sus ocurrencias; la una dejando firmado antes de su ascenso un papelito de 100.000€ publicitarios para que un periódico de la ciudad obvie derramas injustificables que se han producido y la otra incumpliendo por sus ovarios la Ley de Publicidad Institucional y repartiendo pasta pública a criterio de señorita Pepis mientras aspira a dirigir como mala periodista que ha sido la nave de Caixaforum (Si ello se produjese, yo que soy cliente veterano de la eficaz caja, me borro ¡como Dios pintó a Perico!)

   Y como en toda serie que se precie, correteando por la floresta, aparece el jactancioso protagonista, dueño y señor de ríos, gravas, nabos, barcos, culturas y cruces de Lorena…(¿A quién habrá beneficiado su última ocurrencia de cambiar claveles blancos por rojos?) ¡Horror, nadie puede mirarle a los ojos! Ante él, hasta las jorobas se achican y eso que es difícil encontrar un edil más fatuo buscando en todas la listas habidas en la plaza del Pilar desde que comenzó la democracia en la gusanera. Todos sus caprichos han sido cumplidos religiosamente a costa –siempre- del dinero público que maneja a voluntad y sin dar cuentas a nadie. Pareciera, señores, que el perdonavidas tiene alguna clave interna que le hace intocable.

   Y junto al petulante aparece el marido de la periodista para dar realce orgánico al Trío de la Grava. Porque aunque ustedes, queridos lectores, no se lo crean estos personajes de la teleserie son ¡socialistas! Al menos eso dicen ellos y en nombre de ese histórico partido hacen y deshacen arbitrariamente, conceden prebendas a los sumisos y se van poniendo buena grasa alrededor de los riñones. Eso sí, siempre acompañados por las luminarias de la pueril izquierda que les sigue en el doliente viaje de administrar la “res pública”. Una izquierda que de severa, crítica y abanderada de la ética política ha tocado pelo (y buen mechón) y se siente tan gratificada porque consigue (luego de firmar en barbecho todo lo que les pongan en la mesa untuosa de la casa consistorial) que los indigentes no tengan que pagar el agua que sale por el grifo ¡Qué gran conquista social!

   El marido de la periodista resulta ser un superviviente del naufragio socialista del 95, cuando junto a José Marco, se hizo experto en barridos telefónicos y espionajes selectivos desde su maravillosa posición de diputado nacional ¿Y qué aporta al club? Pues sin duda, su saber orgánico aunque ahora, desde la entrada en la serie televisiva del jefe del gabinete del alcalde, Carlos García Palacián, sus funciones se han diluído batidas en la simple delectación del poder. Lo del tal Palacián es de tebeo, una historieta increíble de no ocurrir en Zaragoza. Sin duda merece un largo artículo.

   Pero, en fin, así las cosas, uno se pregunta en su inocencia política que está haciendo a todo esto el secretario general del Psoe aragonés, don Javier Lambán….¿Dormita? ¿Babea? ¿Cómo es posible que en nombre del socialismo estemos asistiendo a semejante espectáculo en el ayuntamiento de Zaragoza? ¿Se puede aceptar a semejantes fantasmas manejando la ciudad a su chulesca voluntad? ¿Acaso usted, señor secretario general, está de acuerdo con su modo de proceder, repartiendo, por ejemplo, millones de euros y ascendiendo a sus amigos funcionarios a cambio de su fidelidad? ¿Su partido pinta algo en la actuación de sus militantes o está de visita?

   Señor Lambán, hay momentos en la vida que uno tiene que decir ¡basta! aunque se juegue la ciudad en el órdago. Ser socialista es algo más que mantener por “cojones” esta teleserie bananera ¡A caballo! ¡Yihíiiiii! ¡Salud!

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