Polinesia: Curiosidades

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Por Marta Notivol

     Por absurdo que parezca, una de las cosas que más me sorprendió al llegar, fue la cantidad de gallos y gallinas que viven en libertad y que circulan por todo. No solo los puedes ver saltando de jardín a jardín de las casas, sino que entran en los colegios o en los hoteles con toda naturalidad.

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Marta Notivol 
(Texto y fotos)
Corresponsal del Pollo Urbano en la Polinesia Francesa

Gallos y gallinas, tikis y maraes, Heiva y oreos, mahaus y pareos

       Por la noche, es mucho más molesto y estridente el canto de los gallos que el aullido de los perros. Cuando les digo esto a los que siempre han vivido aquí, les sorprende y se ríen. Estoy segura de que ya no los oyen. Además de no molestarles, creo que les tienen cariño. Les dan de comer y claro, rondan los jardines. Como en casi todas las situaciones tiene que haber algo a cambio, y creo que les son útiles comiendo a los ciempiés de gran tamaño que aparecen con frecuencia en los jardines, y cuya picadura es venenosa.


   Los Maraes son recintos delimitados con piedras y plataformas que se construían cerca de cada poblado, familia o grupo social y estaban dedicados a actividades sociales, religiosas y culturales. Estos espacios sagrados, son comunes en todas las islas de Oceanía.

      Uno de los más bellos y conservados es el Marae de Arahurahu, situado en la isla de Tahiti en el kilometro 22. Es en estos Maraes donde se iniciaron los sensuales bailes y los cantos polifónicos, pero también actividades físicas y deportivas para honrar a los dioses.

   Además de la curiosidad de estas tradiciones y costumbres, lo cierto es que en los Mares se respira un ambiente especial. Suelen estar situados en lugares singulares, tanto en el interior como en la costa. Los situados en el bosque, en zonas frondosas y sombreadas tienen al atardecer unos rayos de luz entre los árboles que dan gran belleza al recinto. Tienen también  arroyos de agua cercanos que dan frescura al ambiente y riegan las plantas que decoran el recinto. Otros están mirando al mar o a la laguna, en plataformas rocosas ligeramente elevadas, con la calma y belleza que esto supone.

    Como la historia del catolicismo nos tiene acostumbrados, muchos Maraes quedaron destruidos u ocultados por la construcción de iglesias.


     En ellos, como en otros muchos lugares, podemos entrar los Tikis. Son estatuas de madera o piedra que representan a los dioses, pero también al espíritu humano.  Es un personaje masculino, rechoncho y altivo,   enigmático y tranquilizador a la vez. Tiene los brazos cruzados, las piernas flexionadas, la cabeza  parece estar pegada al cuerpo, pues no tiene cuello. Respecto a  sus partes genitales, están particularmente ensalzadas. Los ojos están cerrados y son como círculos concéntricos.

     También estaban en bastones, joyas, piraguas…para proteger o dar fuerza y estaban pintados y adornados con plumas. A mí me gusta ese aspecto tosco, rústico y primitivo como representación de la naturaleza humana. Hoy en día son un elemento decorativo y no tienen consideración sagrada.


      El Heiva es la gran fiesta de la danza y la música. Se celebra todos los años en julio. Se suceden competiciones de compañias de danza de toda polinesia.

     El tamure es la danza tradicional y la música contemporánea es la kaina porinetia, que se baila por todos los pobladores. Sus bailes tienen una carga erótica y provocativa. Cuando los misioneros llegaron a Polinesia, estos bailes los dejaron muy sorprendidos, especialmente el timorodee y el baile en pareja upaupa por su aire erótico. Son muy  variados, tanto los bailes como las músicas. Algunos son muy rítmicos y rápidos basados en la percusión. Otros tienen más base musical con los ukuleles y las voces y son lentos y melodiosos con gran simbolismo gestual de sentimientos y actividades cotidianas.

    Además es de gran belleza coreográfica pues los trajes son especialmente  llamativos. La mayoría parte del traje está hecho con tejidos vegetales: Tapa, tejido hecho con corteza de árbol, la hoja de pandanus entretejida, la de palmera y  el coco. También añaden plumas de colores llamativos que embellecen mucho.

     Las danzas no se muestran solo en  festivales sino que forman parte de cualquier reunión familiar o social.

     Algo menos conocidos son los Oreos, o declamaciones realizadas por una persona bien ataviada igualmente. Estas declamaciones hablan de la naturaleza, de los principios de la vida, de los sentimientos. Siempre expresados en tahitiano y cuyo orador se siente muy orgulloso de ser elegido para representar un grupo social determinado. Las escuelas utilizan esta expresión oral con gran dedicación como elemento cultural a mantener. Eligen a un alumno o alumna con buenas capacidades expresivas y orales para realizarlo y  dedican tiempo escolar para sus ensayos.


     En todas estas manifestaciones culturales muestran su riqueza en los trajes, pero también la simplicidad del pareo es reivindicada como tradición en Polineisa. Es habitual celebrar en centros públicos “el día del Pareo”. Estos pareos tienen motivos florales, colorido extraordinario y animales marinos como estampado. La verdad es que son utilizados con asiduidad y en cualquier situación, sea familiar o laboral. Algunos son solo faldas y otros de cuerpo entero. Existen decenas de formas de sujetarlos, aunque siempre hay que estar ajustándolos un poco, pero eso forma parte de su uso, como los pañuelos en la cabeza de nuestras abuelas.

      Para terminar, me gustaría  hablaros  de los Mahu. Se trata de  un “tercer sexo” completamente integrado en la sociedad polinesia. Hombres y jóvenes con sensibilidad y deseo de ser mujeres. No solo son aceptados con mucha naturalidad sino que son valorados como personas de gran fineza y educación y por lo tanto están frecuentemente en puestos públicos como los restaurantes, oficinas de turismo o tiendas. Algunos se visten como mujeres y otros no. A nuestro ojos occidentales resultan amanerados y forzados pero ellos en ocasiones se sienten mejor cuanto más juegan el papel de “loca”. Sin embargo, la homosexualidad no se ve con buenos ojos y su sexualidad no está definida y rechazan la sodomía.  Algunos se casan incluso y otros no. Mantienen su nombre masculino.

    Existen desde siempre, de manera que algunos explican que se trataba de una tradición familiar. En al caso de que el tercer hijo de la familia fuera una vez más un varón, éste era educado como hija para compensar el equilibro en la familia y garantizar los cuidados del hogar. Otras explicaciones etnológicas de su origen deriva de la necesidad de sustituir a las mujeres en los días de la menstruación por su impureza. También se considera la idea de la necesidad de proteger  a los varones cuando surgían las guerras triviales, para mantener  la existencia del grupo social.

    Otros hablan simplemente de que una vez detectada en la adolescencia la feminidad se les educaba sin las exigencias masculinas. El colonialismo y el catolicismo debieron jugar un papel y actualmente se ve mezclado con los tabúes Europeos que no saben muy bien cómo integrarlo. De hecho, algunos muestran las mismas características que he comentado, pero sí son homosexuales y a veces están ligados a la prostitución. Son llamados peyorativamente “raerae”.


     En todo caso, en nuestros días, no hay ni guerras triviales, ni tabúes menstruales. Se trata simplemente del hecho de que una sociedad acepte e integre a sus homosexuales. Desde mi punto de vista, evidentemente, es una prueba más de que los clásicos “masculino y femenino” como dos únicos polos del género humano no son exclusivos y que deberíamos integrar otros sexos con más naturalidad simplemente mirándonos a nosotros mismos y a nuestra historia. A las pruebas me remito.

     Todas estas peculiaridades culturales están resurgiendo en los últimos tiempos tras años de prohibición, y ahora toman fuerza como identidad del pueblo polinesio.

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