Crónicas broquelianas


     Iniciamos en la sección de Sociedad un nuevo apartado que se va a denominar “Crónicas Broquelianas” y que va a estar a cargo de Lucio Lanzán. Un hombre que es cocinero con papeles, sumiller con alta graduación, catador furo, tabernero en El Gancho y garapietero de Tabuenca. Con todos estos ingredientes, el éxito está asegurado …¡Bienvenido al Club!

     Todo en la vida tiene su primera vez y es esta la primera vez que comparto mis pensamientos el Pollo Urbano.

    Como de otro modo no puede ser, siendo yo hostelero, tenemos que hablar de pollos.

    Bueno, técnicamente, de pollos no, de justo lo que es un pollo antes de que sea pollo, de lo que ponen las gallinas, pese a que todavía no tenemos claro que fue anterior. Pero sí tenemos claro que los pollos también los tienen. Y entre tenerlo claro, tener clara y tener yema, hablaremos de los huevos.

   Tener un negocio de hostelería y como es mi caso llamarse Lucio, es maravilloso, todo el mundo se acuerda de tu nombre. “Lucio” dicen los clientes, “joer” pienso yo, “de que me conocen” olvidándome, cada vez menos, de que hace seis meses en el cartel de la puerta, además de Taberna el Broquel, pone “Casa Lucío”, sí con acento, porque era así como me llamaba el bandarra de Bartali, un amigo que nos dejó hace unos años, y que decía que mi padre era Lucio y yo Lucío, y bueno, ahora tampoco está Lucio de modo que tendré que quitar el acento.

   Llamarse Lucio y ser hostelero es guay, pero, maldito pero, un buen día una persona te pregunta. “¿Usted tiene los güevos como Lucio?” y un profesional como yo, levanta un poco la mirada y cuenta hasta tres….. Respuesta: “ El señor Lucio Blázquez es un gran hostelero que lleva toda la vida haciendo su trabajo y que tiene una clientela distinguidísima, al igual que yo, pero no, no tengo los güevos que tienen de la Cava Baja”. En otras ocasiones preguntan “¿Tiene usted huevos rotos?” y la respuesta es : “ no, no tenemos” aunque la respuesta hubiese sido, “ sí, si tengo los huevos rotos de currar todos los días, de no dormir, de pagar impuestos y de haber elegido este oficio tan desagradecido”. Y esta es la buena,  por teléfono, “Querría reservar una mesa para ocho, pero es para comer huevo de avestruz” y la respuesta: “¿Para  cuándo sería?”, “Para este sábado” , si es por la mañana y si es en temporada, resulta, que sí, que tenemos huevos de avestruz, que nos los traen de Barbastro, que los servimos con patatas fritas Monalisa, normalmente, fritas en aceite aceite de oliva virgen extra de variedad empeltre con jamón de Teruel, longaniza y chorizo que compramos en el Mercado Central y pan de la panadería de San Blas para untar.

   En resumidas cuentas,  que llamarse Lucio, ser hostelero en la Taberna el Broquel, no hablar de fútbol y tener los güevos más grandes de Zaragoza es guay.

   Si nos deja nos vamos a querernos toda la vida y si nos dejan en estas Crónicas Broquelianas, cuando nos desmelenemos nos lo vamos a pasar …

Artículos relacionados :