Pollerías (diciembre 2023 – enero 2024)

Por Martín Ballonga

     ¡Un éxito sin igual del Pollo Urbano! Una sección de Martín Ballonga con píldoras, runrunes y comentarios que nos llevaran por pequeñas pistas a caminos de interés asegurado para nuestros lectores.

   El turolense Javier Sierra acaba de publicar un libro que es una carta extensa a Salvador Dalí, quien fuera gran lector de temas ocultos, con ocasión del viaje a Figueres del cuadro ‘El Cristo de san Juan de la Cruz’. Sierra pide al pintor catalán explicaciones por su Cristo y lo convierte en un fértil campo literario. Un volumen con ilustraciones inéditas y fotografías que reconstruyen el proceso de ese lienzo pintado en 1951.

   Dalí estaba obsesionado con Teresa de Jesús e hizo un viaje a Ávila para seguir sus pasos. Para ello, visitó el convento de la Encarnación y una carmelita le mostró un relicario de plata que protegía el dibujo de un boceto de una crucifixión vista desde arriba. La monjita le explicó que aquello lo había esbozado el propio Juan de la Cruz después de un éxtasis. Así se alumbró su hoy icónico Cristo.

   Este profundo desafío espiritual (o manifiesto místico) nunca fue entendido por las gentes del surrealismo, y el propio Luis Buñuel le hizo la broma años más tarde en su película ‘Viridiana’, con la escena del crucifijo llavero convertido en navaja.

   Tanto de Juan de la Cruz como de Teresa de Jesús se han escrito infinidad de textos y realizado unas cuantas películas. Carlos Saura, sin ir más lejos, realizó en 1988 ‘La noche oscura’, una grandiosa y complicada aventura fílmica en su desnudez, que intenta poner en imágenes la vida, pasión y espiritualidad de fray Juan de la Cruz durante el encierro y hostigamiento al gran poeta y santo por sus hermanos carmelitas. Obra que trasciende por no dilucidar si estamos ante el hombre, el santo o el poeta. O los tres a la vez. O ninguno.

   Ahora, Paula Ortiz sigue los pasos de Teresa de Jesús y le hace una película, la recién estrenada ‘Teresa’, con tres teresas -niña, joven, adulta- que moldean su figura en la duda y en la fe. La cineasta zaragozana estudia al personaje pero no lo acota. Te cuenta su peripecia completa, esto es, con tres actrices de la misma persona y así no hay manera. La narración se hace artificiosa y abigarrada.

   El género que cuenta al personaje desde que nace hasta que muere y está interpretado por varios actores es como para coger las de Villadiego. El Quijote no te cuenta la infancia del Quijote. Empieza con un señor mayor que decide irse de casa y poco a poco, como la vieja hila el copo, vas entendiendo al personaje, que es como debe ser.

   Tampoco nos convence ‘Al otro lado del río y entre los árboles’, otro trabajo recién estrenado de Paula Ortiz, que hace doblete desde su púlpito. Una película basada en la penúltima novela de Ernest Hemingway, la historia de un coronel estadounidense y su relación con una joven italiana, cuando la segunda guerra mundial está a punto de estallar. Como ven, el doble juego (castrense y eclesiástico) de la cineasta zaragozana.

   Menos mal que el zaragozano Javier Calvo está rodando la autobiografía de Antón Castro, según el libro del propio escritor y periodista gallego. Una manera de poner las cosas en su sitio: la revelación, el temblor, el suspiro, el relámpago, la pulsión, la pureza, la espiritualidad, el embrujo, la evocación, la beldad, la incertidumbre, la conmoción, el asombro, el descubrimiento, la epifanía, el alumbramiento, el envés, el pálpito, el púlpito…

   En ‘El Pollo Urbano’ lo tenemos claro: hay artistas que se constituyen, se dibujan, se edifican, que se fabrican a sí mismos con el dedo de la creación apuntando hacia su propio centro, evitando el designio de lo externo. Lo dice el gran Francisco Umbral en ‘Mortal y rosa’: “Se van lentamente completando”.

   Y hay otros que nacen con el marchamo del estrellato estampado en la frente, que llegan a la vida con la cualidad innata del talento. Que se lo pregunten a Fernando Sánchez Dragó, quien nada más morir Franco mandó una misiva a Dalí y no obtuvo respuesta. El pintor amontonaba las cartas de los admiradores en un cesto y solo de vez en cuando, como quien se asoma al bombo de la lotería de navidad, elegía una y la respondía. No le tocó.

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