Cronicas broquelianas


Por Lucio Lanzán

      Algunos, cuando tenemos tiempo y hemos conseguido ahorrar alguna perra, viajamos y cuando viajamos a otras ciudades por placer o por enriquecimiento del espíritu, normalmente acabamos en el centro de las ciudades.


Lucio Lanzán

   Desde casa le damos al buscador de Google y acabamos contratando el hotel o pensión lo más céntrico y lo más económico posible.

    Lo visible de las ciudades está siempre en su casco histórico, en ellos está la historia de la ciudad, la esencia, allí están los museos, los templos, los palacios, los mercados, los comercios de toda la vida y los negocios con solera que tratan de mantenerse abiertos gracias a rentas antiguas y a mucho esfuerzo personal. Todo lo que buscamos la gente normal y queremos encontrar está allí.

    Las calles de los cascos antiguos suelen ser de uso peatonal o de tráfico restringido incluso para las bicicletas y por ellas se pasea tranquilamente, contemplando y disfrutando de lo que uno va viendo.

   En Zaragoza, a excepción del Parque Grande, de la Aljafería y de la olvidada Expo, todo está en el Casco Histórico que, recordemos, va desde el Huerva en la Magdalena hasta María Agustín, un Casco Histórico magnífico en el que cada vez metemos más basura y que cada vez se cuida menos y se despuebla más porque construimos urbanizaciones que están más cerca de Madrid que de Zaragoza y que, además, al lado les hacemos unos centros comerciales atómicos para que la gente no tenga que moverse.

   El centro hay que cuidarlo, hay que tenerlo limpio, hay que ayudar al que quiere invertir y hacer una reforma porque se quiere quedar a vivir en él, habría que tratar de hacer zonas verdes y parques para niños, no solares para que los yonquis se piquen o vayan a cagar los perros y por supuesto habría que apoyar más y joder menos a los que tenemos en esta parte de la ciudad algún negocio

   Como el Ayuntamiento de Zaragoza es sensible a ésto, deja construir en los solares bien ubicados y permite a las constructoras construir arrancando árboles decenarios y no dejando ni un centímetro de junta de compensación a la calle. Al revés, yo creo que han cogido trozo de la calle. Y así con esta sensibilidad y esta social-responsabilidad que el Ayuntamiento tiene, permite que en la calle San Pablo, calle peatonal de tráfico restringido, se haga la entrada de un aparcamiento de dos sótanos.

   Hablamos del edificio que se acaba de construir en la esquina de César Augusto con la calle San Pablo.

   Claro que es mejor tener un escaparate en una avenida, por la que además pasa el tranvía, pero están cargándose una calle peatonal que, curiosamente, es la calle donde vive el actual alcalde. No le culpo a él, porque esto viene de lejos y al parecer lo autorizó la famosa Úrsula del equipo de Belloch, pero no me digan ustedes que Santiesteve no podía haber hecho algo. Hacen el parking en San Pablo, y luego los vehículos tendrán que llegar hasta la Plaza San Pablo y salir por San Blas para luego, o bien volver a salir a César Augusto, o girar a Predicadores para salir o por Celma o por Santa Inés, y volver a Conde Aranda, siendo que ya se habría podido salir desde César Augusto si no ibas a la Puerta del Carmen. ¡Olé tus güevos!

   Pero aún así estamos de enhorabuena, porque se supone que en estos pisos que cuestan un Potosí, vendrán a vivir gente guapa y rica que tomarán los vinos y tapas pichis de nuestras tabernas y cuando salgan del parking tanto ellos como los clientes del Mercadona (éso dicen) verán nuestros barriles en la calle Broqueleros.

   Guay. Todo Guay.

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