Hoz de Ababuj, paseo por un espectacular meandro encajado


Texto y fotos: Chabier de Jaime Lorén

   El río Seco es el afluente más largo del Alfambra. Nace al pie del monte Castelfrío y drena el valle comprendido entre la sierra del Pobo y las lomas de Monteagudo, la cuenca terciaria a mayor altitud de la península…

…ibérica. Poco antes de desembocar se abre paso a través de unas lomas calizas y forma la hoz de Ababuj.

 Recorremos este agreste cañón fluvial en un paseo circular desde el pueblo de Ababuj. No está balizado pero la dirección de la ruta es fácil de seguir, ya que coincide con el curso del río Seco y el de un deudor, el barranco de las Callejuelas. El recorrido puede presentar una cierta dificultad según sea el caudal del río.

     El río Seco es un arroyo temporal, dato a tener en cuenta ya que tras episodios tormentosos, el deshielo y los temporales prolongados mantiene un caudal continuo. Entonces la ruta requiere hacer sencillo retrepe por las laderas contiguas y, en el peor de los casos, descalzarse y vadear el río por pasos sencillos. Nunca debemos adentrarnos en un cañón o barranco si hay previsión de aumento súbito del caudal. Si este nos sorprendiera con un incremento inesperado, el cañón tiene varias salidas por las laderas que descienden del pueblo o de la margen derecha, el riesgo es mínimo. Lo más habitual será encontrar el cauce seco, salpicado por una serie de pozas. Pero antes de iniciar la ruta vamos a dar un paseo por las calles de Ababuj.

   La iglesia parroquial de Santa Ana (siglo XVI) sigue el patrón del estilo gótico levantino, muy extendido en el Alto Alfambra. Desde la placica, este templo muestra su estilizada torre construida con piedra y ladrillo. Tras ella se oculta la cabecera poligonal y, en un lateral, destaca el ábside de una capilla. Impresionan la robustez de los muros y la belleza de la portada, con su forma de retablo en altorrelieve de piedra y estilo plateresco.

    Continuando por la calle de la Iglesia se alcanzan las ruinas de la ermita de Santa Bárbara (antigua iglesia, del XV) y la esbelta torre Vieja.

   Estamos en un promontorio que ofrece una espléndida panorámica del Alto Alfambra, especialmente del valle del río Seco, de la sierra del Pobo y de la muela de la Umbría. Conviene acercarse a los riscos que se asoman sobre la entrada del río en la hoz. Siguiendo el cinglo hay un par de pajares colgados, construidos sobre el mismo borde del peñasco. Hacia la parte nordeste hay también buenas vistas de la hoz, lo que nos permitirá ver el nivel del río para evaluar las dificultades del itinerario.

  De la travesía de la carretera parte la calle la Fuente. Baja primero entre casas y después entre unos huertos cerrados por muros de piedra y puertas de madera. Las enredaderas cubren estas piedras tras décadas de abandono. En los ribazos crecen sabuqueros, olmos y endrinos. En el bancal, las hierbas.

   Este camino ha sido uno de los paseos más populares para los vecinos de Ababuj pues les acerca a sus lugares más queridos: la fuente Nueva. El agua sale por un surtidor a una pileta de piedra situada dentro de un caseto de piedra, pasa a un largo abrevadero protegido por un elevado muro. Todo el conjunto está construido con trabajados y bien escuadrados sillares. Un merendero y la sombra de un sauce invitan al descanso y a disfrutar el paraje. Muy cerca, se encuentra el lavadero municipal, pequeño y bien conservado, que recoge el agua que sale del bacio.

  La senda pasa entre las paredes y los setos de los huertos, bajo el dosel que forman ciruelos y álamos canos. Con el abandono de estas parcelas se han ido cayendo las piedras de los muros y los olmos secos. Desde hace un par de años, un grupo de voluntarios recupera la senda retirando obstáculos y zarzas.

Río Seco

    Un bosquete de chopos cabeceros y de sauces trasmochos sombrea el cauce del río Seco. Las más de las veces el excursionista encontrará un arroyo de aguas limpias con un lecho de cantos. En las orillas prosperan las mentas y los cardos zaiqueros, además de un espinar y un sargal. Estas matas retienen los restos vegetales que transportan las crecidas y absorben contaminantes de origen agrario que viajan disueltos, mejorando la calidad del agua.

   El sendero avanza por la margen izquierda entre estos arbustos. En décadas más lluviosas el río Seco era muy cangrejero y muy truchero. El cangrejo autóctono ha desaparecido pero la trucha común mantiene poblaciones temporales incluso cuando pierde la continuidad en el caudal. Entonces, las truchas llegan a sobrevivir semanas e incluso meses en algunas pozas grandes.

   La senda pasa junto a las ruinas de un caseto y alcanza el pozo la Toca, tradicional zona de baño para los niños de Ababuj. El río Seco supera un grueso paquete de estratos verticales de calizas y forma el primero de los estrechos.

   El sendero pasa junto a tres hermosos chopos cabeceros y se acerca a una zona más abierta. En la pedriza de la umbría prospera una abierta formación de villomera que ofrece sus dulces frutos al final del verano y sus hojas doradas con los primeros fríos otoñales.

  Por esa ladera se puede subir al Cabezo Calarizos, una loma rocosa sobre cuyo suelo corretean insectos endémicos de las parameras ibéricas y en cuyo cielo sobrevuela el águila real, siempre atenta si alguna liebre sale de su cado.

   En el cabezo es fácil encontrar trincheras del ejército republicano. Y trozos de metralla, restos de los obuses lanzados por la aviación y por la artillería franquista. A pesar de los durísimos bombardeos recibidos, la resistencia de las posiciones republicanas en Ababuj y El Pobo fue tenaz.

    En la posguerra, se recogían los restos metálicos para aprovecharse en las herrerías locales. En ocasiones, no llegaban a explotar las bombas. Se recogían y se llevaban a las Casicas de los Frailes, unas cuevas colgadas en la hoz, para explosionarlas en una hoguera y así obtener la metralla. Una actividad muy peligrosa.

   Desde este cabezo bajan a abrevar al río rebaños de cabras monteses, aprovechando el silencio y la tranquilidad que ofrece la hoz.

    En una curva aparece el pozo Caracol, otra zona de baño para los chavales. Es uno de los últimos pozos en secarse, uno de los últimos refugios para la flora y fauna acuática. A partir del mismo, aumenta la infiltración sobre la descarga por lo que es común encontrar el cauce seco.

    El sendero se desdibuja mientras que el río se acerca al peñasco. Conviene continuar por remontar el roquedo para evitar un paso estrecho. Junto a una pequeña pared rocosa puede aparecer una nueva badina: el pozo los Saces.

    Un peñasco se levanta y forma un frontón que obliga al río a trazar la segunda gran curva. Poco antes, unos gruesos bloques permiten pasar a la margen derecha. Entre las grietas y en las repisas crecen el té y el poleo de roca, plantas aprovechadas para hacer infusiones.

   Hay que vadear de nuevo por otros bloques rocosos que hay cerca de unos chopos cabeceros para volver a la margen izquierda. Se inicia un nuevo estrecho que hay que sortear retrepando por el peñasco.

   Cuando escasea el caudal se forma una poza de cerca de cien metros de longitud: los pozos Largueños. Es un paraje muy bonito. A pequeña escala y salvando las distancias recuerda a los Arribes del Duero. En los inviernos de antaño, cuando el río mantenía agua en esta poza, los niños los utilizaban como pista de patinaje tras días de rigurosas heladas.

    Frente a los pozos Largueños se levanta airoso el Pico del Águila. En las repisas de este acantilado se aprecian unas manchas blancas. Son de las deyecciones de los buitres leonados. Es común verlos en sus posaderos.

   En la pared del cantil se aprecia un estrato calizo suavemente inclinado que arranca desde su base y alcanza el borde superior. Es una amplia repisa que era utilizada por los pastores para llevar sus rebaños desde el pueblo hasta el Cabezo Calarizos para aprovechar los pastos de esta loma.

    La mayor parte de los charcos y de las pozas llega a secarse si las lluvias se retrasan. Las arcillas que tapizan el lecho funcionan entonces como una pizarra en la que los mamíferos dejan huella de sus discretas andanzas. Como ocurre le ocurre a la nutria que acude a las charcas para pescar las atrapadas truchas.

   Los pajares del pueblo quedan a la vista. Si se desea terminar antes la ruta, se puede volver a Ababuj por una ladera pedregosa pero de suave pendiente: el Espolón.

     Si se opta por continuar la ruta conviene vadear a la margen derecha. Una nueva poza de aguas cristalinas acoge los singulares pináculos que forman unas algas verdes.

   La hoz traza una nueva curva y afronta un tramo que termina al pie de otro acantilado que acoge a las Casicas de los Frailes. Sobre el gris de la caliza destaca en primavera el verdor de unas matas que crecen completamente aplicadas a la pared. Se trata del pudio rastrero.  

   En estos acantilados no es raro observar pequeños grupos de grajillas y de palomas furas. En los peñascos abunda la chillandra y el culirroyo. Sobrevolando los peñascos y en todo tiempo se ve algún bando de avión roquero. Más discreta es la presencia estival del roquero rojo y, en todo tiempo, del roquero solitario.

   El río se arrima a un acantilado: la Piedra del Melero. Y atraviesa otro estrecho sin dejar la margen derecha hasta llegar a una curva en la que habrá que cruzar por otros bloques.

   La hoz está llegando a su fin pero queda el último meandro. Si el cauce está seco, no hay problema. Si la poza tiene agua o el río lleva caudal, hay que pasar por la pared de la margen izquierda. Es el único punto algo complicado, aunque tiene poca altura y la caída es muy pequeña.

La última poza muestra una de las funciones que tienen los sistemas fluviales, sean ríos, arroyos o ramblas: el transporte de agua, de seres vivos y de sedimentos. Conviene recordar que los sedimentos pueden ser trozos de rocas (desde cantos a arcillas), sustancias solubles y restos de seres vivos. Los palos y ramas no son suciedad.

   El río Seco tiene un algo de torrente. Una cuenca de recepción de más de 9 000 hectáreas. Un estrecho y corto canal de desagüe que es la hoz. Y un cono de deyección donde se desparraman el agua y los sedimentos en su salida. Solo le falta la pendiente, que es muy escasa, para ser un verdadero torrente.

   Sobre las arenas y gravas prospera un herbazal de gramíneas. Unos robustos y bien cuidados chopos cabeceros levantan sobre el prado. Forman una estampa única. Termina el estrecho en un paraje conocido como el Ancho las Julvas donde el río traza una amplia curva.

   Allí se aprecia el contacto discordante entre los inclinados estratos de calizas jurásicas, y los horizontales de las arcillas y conglomerados terciarios. Estos últimos materiales son más apropiados para el uso agrícola, por lo que en estas lomas se extienden los bancales de trigo, girasol y alfaz.

   El sendero sale a un buen camino que hay que seguir en la dirección del río. Pasa junto a varios grupos de chopos cabeceros que le ofrecen al paisaje una gran belleza. Cruza una pista asfaltada que conecta Ababuj con el molino que hay en la junto al río Alfambra. A unos 300 m. de esta pista, al pasar junto a un hermoso sauce trasmocho, hay que desviarse a la izquierda pasando por un ribazo paralelo a un paso entre muros, hoy cubierto de espinos. En realidad es el cauce de un pequeño arroyo que se alimenta en la fuente de las Callejuelas, que cuenta con un sombreado merendero.

   Hay que seguir por una senda marcada con piedras y rodeada de espinos que remonta el regato. Al ascender, se abre el barranco y surgen unas lomas pedregosas, antaño cultivadas y cerradas con muros de piedra seca y actualmente aprovechadas como pastos.

Conviene subir la loma que aparece hacia la izquierda y, en seguida, se sale a la pista asfaltada anterior y que sube hasta el pueblo.

   Llaman la atención las crestas que forman los inclinados estratos de caliza. Este ambiente venteado y rocoso es el apropiado para la aliagueta, un arbusto almohadillado endémico de explosiva floración.

  Por la pista se pasa junto a una zona de juegos infantiles. Enfrente hay un pequeño pajar. A una veintena de metros loma se asoma a la hoz y a la Piedra del Melero. Es un mirador espectacular. El broche de la excursión.