La huella judía en la ciudad de Teruel


Coordina: Antonio Morata.

    Las comunidades judías de la porción meridional de Aragón no son muy numerosas, pero sí significativas. La que se asienta en Teruel…

…se configura a mediados del siglo XIII, cuando se aleja el peligro musulmán, al calor de cierto dinamismo comercial y de un marco jurídico estable.

    La aldea de Tirwal es citada en el siglo X en las crónicas de Ibn Hayyan como una singladura en el camino que conducía de Córdoba a Zaragoza. Nunca alcanzó la categoría de ciudad (madina), por lo que huelga remontarnos a la etapa musulmana para rastrear presencia judía. Es en 1177, siete años después de la conquista, cuando será dotada por Alfonso II de una carta de población que la convertirá en uno de los núcleos más relevantes de la Extremadura aragonesa, rodeada de un amplio alfoz. Sin embargo, la comunidad requería el alejamiento del peligro musulmán y un marco foral estable.

    Los judíos al igual que los mudéjares, arraigan tardíamente, coincidiendo con la conquista de Valencia en 1238, aunque ello no impide suponer, como sucede con éstos últimos, que existiera con anterioridad un grupo incipiente de familias. Los documentos más tempranos sitúan su presencia en la segunda mitad del siglo XIII, lo que concuerda con el hecho de que el fuero de Teruel, en cuyas disposiciones se contemplan ambas minorías, se date entre 1229 y 1260.

    El núcleo primitivo se asienta en torno al torreón de Ambeles. La catas arqueológicas efectuadas en el alto de la muela, aprovechando la ladera suroeste de una pequeña elevación, identificaron unos hoyos de posible origen islámico con materiales andalusíes de cerámica común, barajándose la hipótesis de que en este enclave radicaba el Teruel musulmán, coronada por una fortificación que conservó su topónimo en época cristiana, y que al establecerse esta minoría pasaría a llamarse Castro superiori iudeorum. Desde allí, asegura algún historiador basándose en la planimetría y las curvas de nivel, se extendería la ciudad medieval, primero hacia la plaza del Tozal, para llegar a los límites de la Puerta de Valencia, El Salvador y San Martín. En suma, el hábitat primitivo judío coincide con el núcleo germinal de la urbe.

   El asentamiento de la judería se corresponde, pues, con el distrito comprendido entre la puerta de Guadalaviar –donde se recaudan parte de los impuestos– y los barrios de San Andrés y San Pedro, cuyos vecinos, por cierto, se quejan de las inundaciones y molestias que causa las lluvias –“sobre la clamor de las aguas quando plueve”– que proviene del entorno del castillo de la judería cuando éstas son torrenciales.

   Aunque los documentos eclesiásticos de mediados del siglo XIV lo designan como callum judaicum o judaísmo, se mantiene parcialmente apertus, salvo en el limes oriental por el que discurría la muralla. No en vano, las injurias, violencias, offensas et dampna plurima generadas con ocasión de la pandemia pestífera, condujo a que sus moradores solicitaran a Pedro IV que fuera clausurada mediante puertas, muros y cierres. Así, la puerta principal, el portal de la Judería o portal Alto, se practicó en la muralla en el primer segmento de la calle de Ambeles, a los pies del Torreón, antiguo Alcázar. Apenas conocemos nada sobre el nomenclator de su red viaria, salvo menciones esporádicas, como la carrera de la Fragua, situada muy próxima a la muralla.

   Para la construcción de “la sinoga de la juderia de la dicha aljama, en do a tales o senblantes actos se acostunbran plegarse e ajustar” se cedieron unos terrenos cerca de la subida al castillo de Ambeles en los años 1279-80. Centro de la vida cívica y sede de las asambleas, cuenta con dependencias docentes y hospitalarias, en cuyo entorno vivían las clases acomodadas de mercaderes y draperos (Najarí, Quatorze, Abenrodrich, etc.), que importan tejidos franceses y catalanes de lujo. Su emplazamiento, aseguran algunos autores, coincidiría con la conocida popularmente como Casa del Judío, junto al Castillo menor –utilizado como cárcel de la judería– o Alcázar, entrando por la calle Comadre.

   En la plaza de la Judería abría sus puertas la alhóndiga o almacén de la poderosa familia de los Najarí, la taula de cambio la tenían en la Plaza Mayor, junto a la Alcaicería, enclave activo de mercaderes hispanos e italianos, y el macello antiquo.

   Precisamente en mitad de este ámbito público, y con motivo de un socavón, se descubrieron unas estancias subterráneas de lo que pudo ser una bodega o almacén, cuyas paredes excavadas en tierra arcillosa se encontraban reforzadas por cinco arcos apuntados de piedra y yeso encofrado. Entre los objetos hallados destaca una lámpara hanukiyah, compuesta de ocho mechas –y una auxiliar o shamas, que permanece encendida desde el primer día–, empleada en la Fiesta de las luces o Hannukah, que conmemora la purificación del Templo y su restauración al culto por Judas Macabeo (165 A.C.). Todos estos elementos persuadieron a algunos autores de que se trataba erróneamente de la sinagoga.

   El dominico fray Vicente Ferrer, camino del Compromiso de Caspe, hizo escala en la ciudad en abril de 1412. Los miembros del concejo, movidos por las pregarias del reverent padre, aprobaron unas ordenanzas a propósito del repartimiento e segregacion de habitacion con los christianos, asignándoles un espacio exclusivo que se extendía por la calle y plaza de la Judería y las calles del Torreón de Ambeles, Horno (Fosar de San Pedro), Valcaliente (la Grajera), Caracol, Bartolomé Esteban, Fontana (Rector de Finojosa), así como algunos tramos de las calles Co­madre (la Argolla), Aínsas (el Chapo) y Hartzenbusch (cuesta de San Pedro), abrazado por un muro de rejola que contaba con cuatro postigos, cerrados por la noche mediante candados, en la callejuela que iba hacia la Alcaicería, la cuesta de San Pedro, la calle Aínsas y los aledaños de la plaza de Balomar. De hecho, en 1417 los judíos abonaron las expensas que costaron cerrar las puertas y portales de la dicha juderia.

   Sin embargo, en las Cortes celebradas en Teruel en el bienio 1427-28, se reclama la aplicación efectiva de dichas normas. Y si en 1420 el macellum estaba en el barrio, no causa rechazo que los baños públicos, próximos a la Puerta del Postigo, sean utilizados por cristianos (martes, jueves y sábado) y cristianas (lunes y el miércoles), reservando los viernes para moros y judíos, y no otro dia de ningun modo.

   Los Libros del Compartimento denominan a partir del año 1420 Cristiandad Nueva, al área que discurre paralela a la muralla, entre el Torreón de Ambeles y la Puerta de Zaragoza, en la actualidad calle Comadre y la cuesta de San Pedro –contraponiéndola a la judaria antiqua–, donde se asentaban casi treinta familias de conversos, es decir, los nuevament venidos a la fe catholica (Arrepol, Bertrán, Celi, Díaz, Ferrández, Garcez, García, Javaloyas, Mengot, Navarro, Pérez, Rosell, Sánchez, Santángel, Valero, Vicent, etc.). Sus diferencias de fortuna son evidentes, ya que sus miembros pagan de tributo entre 3,5 y 70 sueldos.

   Algunos neófitos optaron por emigrar a las aldeas de la Comunidad (Martín del Río, Villalba Baja, etc.) o bien a poblaciones de señorío, como Mora de Rubielos, bajo jurisdicción de mosen Juan Ferrández de Heredia –lugar escogido por mosen Gil Ruiz, caballero, en otro tiempo Simuel Najarí– para pasar desapercibidos.

   La techumbre mudéjar de Santa María de Mediavilla constituye un observatorio privilegiado sobre la percepción que los coetáneos tienen de los judíos en el último tercio del siglo XIII, momento en que la comunidad es todavía incipiente. En una de las ménsulas, relativas al ciclo narrativo de la Pasión de Cristo, se representa a dos judíos vestidos con ropa corta y manto largo con capucha señalando al Redentor e implicándose a propósito en su muerte. La influencia de las órdenes mendicantes se plasma en el expresionismo grotesco de sus rostros, con un perfil nasal exagerado.

    El cementerio fue localizado fortuitamente en 1925 con motivo del trazado de la carretera de Alcañiz, en los Llanos de Santa Lucía, planicie amesetada que aparece después de atravesar el barranco de las Cuevas que discurre entre el Arrabal bajo los Arcos y une la rambla de San Julián con el convento de San Francisco. Ello no era novedoso, pues la documentación medieval se refería en más de una ocasión al fonsar de los jodios do la carrera de Sancta Lucia. No obstante, no debió ser el único, ya que el baile de la aljama, Miguel Garcez de Marzilla, al restituir ciertos bienes comunitarios que habían avalado una operación de préstamo celebrado el año 1400, no sólo alude a las tumbas del cementerio “en el raso Sant Cristóbal” sino también al “fosar viexo de los jodios, sitiado cerqua de la villa viexa”.

   En sucesivas campañas (1926, 1953 y 1962) se localizaron nuevas tumbas con ataúdes trapezoidales de una media de 2,30 ms de longitud. Entre los ajuares se exhumaron anillos y sortijas de oro y plata de chatón con grabados –motivos florales y heráldicos (castillos almenados de tres torres)– e inscripciones hebreas; alfileres de bronce, placas circulares de plata, colgantes con decoración geométrica, cuentas de collar de azabache labradas en círculos concéntricos; y alfileres para sujetar el moño o ceñir el sudario. Las cerámicas presentan decoraciones florales y geométricas.

   El Museo Provincial expone en sus vitrinas una amplísima colección de cerámicas esmaltadas en verde y morado –continuadora de la bicolor califal–, de los siglos XIV y XV, y la posterior de tonos azules, en las postrimerías de la Edad Media, obtenidas de las bodegas y sótanos de inmuebles procedentes de las excavaciones realizadas en el barrio. Así, dentro del menaje del hogar y útiles cotidianos, los relativos a almacenaje (cántaros, refrescadores o refridadores, jarras, tinajas, orcitas, etc.), elaboración de alimentos (cazos, morteros, etc) o servicio de mesa (escudillas, platos, tajadores o fuentes, picheres o jarros, jarritas, terrazos, copas, salseras, tazas, cuencos, etc.). En la actualidad se están llevando a cabo excavaciones sistemáticas en todo el recinto a propósito del Plan Urban.

Texto extraído de Miguel Ángel Motis Dolader, Guía turística de las juderías de Aragón, Prames, 2011.

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