Por Producciones Os Soleados
Una vez casi superado el objetivo de los catorce ochomiles por el magnífico alpinista Carlos Pauner, «Os soleados» recoge el relevo y ataca el proyecto de descubrir catorce desafíos en el territorio aragonés que iréis conociendo conforme sucedan y que dada su dificultad no nos permiten garantizar una frecuencia lineal en su culminación.
DESAFÍO-II: EN BUSCA DE LA POLLA MÁS GRANDE Y DURA DE ARAGÓN
Producciones: «OS SOLEADOS”
En esta ocasión nos dirigimos a Ayera para llegar a esta población tomamos la N 240, cogemos el desvío hacia Loporzano, antes de llegar a esta población giramos dirección Bandalies, pocos metros después hay un desvío hacia la izquierda que nos lleva hasta Ayera. Le preguntamos a un vecino por la Piedra de los Moros y muy amablemente nos orienta por el camino a seguir así como su situación, tomamos el camino rural que une con la carretera de Vadiello y pasado un pequeño barranco allí nos encontramos con la Piedra de los Moros.
Historia:
Mucho antes de haberse formado las comunidades neolíticas el hombre prehistórico ya había divinizado la piedra y descubierto el uso del sílex en el territorio que hoy conocemos como Altoaragón. Es precisamente en este territorio donde se conserva un culto a la piedra único en el mundo, aunque su práctica debió de estar extendida. Se trata de una serie de piedras que emergen de la tierra y actúan como meros condensadores de las fuerzas telúricas que polarizan la tierra, y que fueron manipuladas por la mano del hombre en la noche de los tiempos para convertirlas en templos sagrados a la fecundidad, plasmando en ella sus conocimientos ginecológicos.
A ella acudían las mujeres estériles para tornarse fecundas, al igual que los hombres con problema, por ello, desde tiempos antiguos la Iglesia fue mortal enemiga de estas costumbres que tachó como “supersticiones” y en el Concilio celebrado en Zaragoza el año 380 fulminaron estas prácticas y culto con severas censuras, pero el hombre aragonés siguió dándoles culto en una reacción primigenia ante aquello que le había dado la fecundidad. Los relatos sobre su origen nos llevan a tiempos ancestrales, pero el uso, al mismo ayer.
Morfológicamente se trata de una mole pétrea que emerge en al tierra llana entre los términos de Ayera y Castilsabás, rodeada de un bosque encinar que a través de los siglos ha sido muy mermado.
La roca está manipulada de forma inusual y comenzando por levante nos encontramos ante un gran falo perfectamente esculpido de una altura aproximada de cuatro metros. Sigue a poniente un espolón pétreo vaciado en su interior, con una gran cavidad rematada en la cabecera por otra más pequeña. En su cara norte, cerca del falo, existe una pequeña oquedad que permite la estancia de una persona en cuclillas. Restan a los lados dos salientes que posiblemente sirvieron para cubrir el hueco.
La piedra, en esta parte, forma en su vaciado interior un par de paredes que se interrumpen con el acceso que conduce a la última prolongación. Esta mole occidental tiene para su ingreso unos escalones rebajados, silleros a los lados, mostrando arriba en superficie varias bocas de silos que se comunican en su interior por orificios que fueron practicados en las finas paredes a pico, este fue debido a un uso posterior como cías para el grano que recibía aquí la fuerza para germinar y dar buenas cosechas después. En la zona de levante y junto a una especie de fosa, pueden encontrarse las huellas que, según una leyenda muy conocida en la Hoya de Huesca, dejara una reina mora en su salto, compuesta por la impronta de un pie normal de mujer y otra huella informe al lado. El abandono, unido a las leyendas, desencadenadas para apartar a las personas de su culto y práctica, además de la erosión, han provocado en la cara sur la fractura del cantil, perdiéndose bastante superficie horadada y que estuvo dedicada a cías.