Producciones: «OS SOLEADOS»
Con fecha 20 de mayo de 2012 fuimos de nuevo convocados a la marcha de regularidad en montaña «IX Trofeo Jerónimo Lerín», en esta ocasión la travesía recorre la sierra de Loarre-Las Peñas de Riglos, transcurriendo el recorrido entre los pueblos de Linas y Riglos.
Los malos augurios metereológicos transmitidos en los interminables espacios dedicados a las predicciones del tiempo en los informativos televisivos no se vieron cumplidos, siendo mucho más precisos los de la panadera de Ayerbe:
– «Hasta las seis aguantará, luego tormenta».
Las lluvias caídas en los días y horas previas, han provocado una explosión de verde poco habitual en este paisaje, mucho mas duro habitualmente, no por ello exento de belleza.
El poder de convocatoria de este evento crece cada edición, esta vez dos autobuses y varios coches particulares trasladan a los participantes hasta el punto de partida. Dándose la salida a veintiuna patrullas. Una vez más me sacrifico por mis compañeros, camaradas, militantes… y renuncio a realizar la marcha para trasladar el vehículo al punto de llegada.
El recorrido ofrece dos alternativas, con el ascenso a la Peña del Sol como ascensión optativa. No hay que ni que comentar lo que hicieron la mayoría de participantes conociendo el espíritu del montañero al uso.
Tengo el privilegio de gozar de la compañía de mi gran amigo Carlos Zapata con el que doy un paseo por el pie de Los Mallos en plan abuelo Cebolleta, recordando, el más que yo, me refiero a los recuerdos no a la capacidad de recordar, en eso andamos a la par, lo que para nosotros fueron grandes gestas y hoy en día no llegan ni a aventuras. No creo que haya deporte que en tan poco tiempo haya dado un salto tan importante, tanto en aspectos cualitativos como cuantitativos. Es como si en atletismo la carrera de maratón en veinticinco años se hubiese pasado de correrse, empleando un tiempo de dos horas a hacerlo en media hora, conclusión obtenida con todo rigor científico. Hablaba del deporte de la escalada.
Poco a poco van apareciendo en el control de llegada ubicado en el refugio de Riglos, se les agasaja por deferencia de la familia Lerín, con fruta fresca recién cortada y cogida del árbol. Comentan la belleza del recorrido, salvo inesperados encuentros con militares en practicas de supervivencia, excesivamente armados para moverse en parajes de público acceso, y alguno de ellos pasado de maquillaje.
Como remate de la jornada se dio paso a la entrega de trofeos, haciéndose realidad el pucherazo que se llevaba cocinando nueve largos años. Los ganadores fueron los nietos del «ojomeneado» y amiga. También se le dio el trofeo Carcamal, no sé si del año, o del mes, o del día, a José Antonio Bescós, el cual matizo el concepto de carcamal en su discurso de agradecimiento.
Nos despedimos besándonos abundantemente y emplazándonos para el año próximo, en lo que ya, se ha constituido en una cita anual de reencuentro.